Florencia y Ana, dos antropólogas feministas, brindan talleres donde el armado de una muñeca de tela es la excusa perfecta para repensar nuestras prácticas, identificar y visibilizar la violencia económica y construir saberes colectivos que garanticen una salida de la violencia donde la creatividad y la sororidad tienen un rol protagónico. (Diana Deharbe)

Florencia Soraire, antropóloga y doctora en Estudios Sociales de América Latina explica que soberanía económica es un concepto teórico-político forjado al calor de las vivencias y del contexto que atraviesan principalmente las mujeres jóvenes en nuestro continente. Designa “el intento de identificar la violencia económica tanto en su nivel macro como micro social y a la vez, la posibilidad de poner en valor las fuerzas creadoras y creativas de las mujeres en función de generar recursos y ganancias para garantizar la reproducción de nuestra vida”, explica Soraire. 

La violencia económica, que esta descripta en la ley 26.485, tiene múltiples aristas; en un nivel general estaría representada por el techo de cristal, la baja presencia de mujeres en lugares de gestión y decisión, la desigualdad en el salario y la precarización e informalidad de las mal llamadas profesiones femeninas y los roles domésticos y de cuidado asociados al amor y la entrega. Pero esta división sexista del trabajo que expulsa sistemáticamente a las mujeres del mercado formal del trabajo tiene su inicio en las prácticas de socialización opresora que los niños y niñas reciben en casa. “La violencia económica comienza en la casa mediante la división de tareas desde una perspectiva biologicista donde los cuerpos dotados de vagina tiene la responsabilidad de las tareas de cuidado, alimentación y limpieza, y los cuerpos con pene están liberados y son aquellos que pueden hacer uso de la fuerza. El comienzo de la opresión de las mujeres en cuanto trabajadoras comienza en el hogar”, sostiene la antropóloga. 

Reivindicar nuestro rol como trabajadoras en los múltiples espacios donde desempeñamos nuestras actividades haciendo énfasis en deconstruir que “eso que llaman amor es trabajo no pago”, como sostiene una de las consignas del Paro Internacional de Mujeres, es “un ejercicio de libertad y de soberanía no sólo sobre nuestros cuerpos, nuestras fuerzas productivas sino también sobre nuestros deseos”, afirma Florencia Soraire. 

Ekekas

En 2017, dos antropólogas salteñas comenzaron a pensar en diferentes alternativas que les permitieran a las mujeres víctimas de violencia empoderarse. Desandar el camino de los mandatos, cuestionar los cánones de belleza, generar prácticas de reproducción de la vida desde una lógica cooperativista que pusiera en valor lo que cada una sabía hacer y tejer redes de sororidad, fueron los objetivos. Un año más tarde nacía Ekeka. 

Ana Pucci, Licenciada en Antropología, cuenta que todo empezó como un juego, interviniendo muñecas se dieron cuenta de lo importante que era repensar el rol que ocupa la cuerpa deseante en el cuestionamiento de los mandatos patriarcales. Fue así que nacieron los primeros talleres para trabajar codo a codo con las mujeres la generación de prácticas laborales que les permitieran obtener un sustento económico que pusiera en valor sus saberes y vivencias. 

El armado de las muñecas es la excusa perfecta para juntarse y reflexionar sobre la soberanía económica, donde aquellas personas que se autoperciben mujeres, exploran sus potencialidades y crean alternativas de inserción laboral que les posibilitan la sostenibilidad de su vida. Estos espacios se sustentan con la venta de las Ekekas y por un aporte simbólico donde la lógica del trueque tiene un papel central. 

Las Ekekas, muñeques con perspectiva de género, se piensan y se arman colectivamente, son la contracara de un sistema excluyente y colonizador. La idea, adaptación de las ekekas bolivianas creadas por el movimiento anarco-feminista Mujeres Creando, representan a aquellas mujeres que abandonan a la pareja machista y alcohólico representado por el Ekeko y se hacen cargo de sus propios deseos y elecciones, explica Soraire. Son el fiel ejemplo de la fuerza de la sororidad y unidad de las mujeres que, a pesar de las adversidades, carga en su aguayo el deseo de una vida libre de violencias y de un futuro más libre para todes.