José Vilariño quedó sin lugar para octubre. Autoproclamado soldado de Néstor y Cristina, terminó siendo presa de la lógica “U” de la que siempre se valió para mantener su rol parlamentario. Ahora Javier David lo duplicó en votos y tras ocho años de diputado nacional no podrá luchar por retener su banca. (Daniel Avalos)

José Vilariño es un hombre común. La frase es usada por políticos que aseguran poseer empatía total con su electorado; aunque en la realidad, los políticos saben o deberían saber que a diferencia del ciudadano común están obligados a un análisis más fino que el común. Sea para impulsar cambios de conciencia y conducta a partir de un proyecto que siempre debe poseer un costado pedagógico, sea para mantener un rol de poder que sin modificar nada garantiza usufructuar una existencia más o menos placida al político mismo.

Vilariño se quedó en lo del ciudadano común. Creyó o quiso creer que la simple autoproclamación de kirchnerista auténtico y pertenecer a un partido que dice discrepar con las lógicas del justicialismo ortodoxo, le garantizaba los votos de muchos salteños que apoyan a la gestión nacional por considerar que sintetiza los valores de justicia, bien y verdad; pertenencia que supuestamente blindaba al propio Vilariño de ataques externos por contar con el apoyo decidido del kirchnerismo nacional.

Los resultados y el proceso electoral salteño desmintieron el razonamiento. Los votos alcanzados por Vilariño no le alcanzan para tener un lugar en la lista final de octubre y la Casa Rosada jamás fue en su auxilio. Ante esto último, el urtubeycismo actuó con la crueldad y la frialdad propia de los asesinos seriales para arrebatarle la banca que desde hace ocho años ocupa.

Si todo esto fue posible, ello obedeció a que Vilariño nunca devino en un cuadro “K” capaz de aglutinar militantes o hacer de correa de transmisión entre las ideas de la cúpula kirchnerista y las masas a las que esa cúpula pretende seducir. En definitiva, ni el kirchnerismo veía en Vilariño a alguien crucial en la construcción y conducción de un espacio político alternativo al urtubeycismo en Salta; ni el urtubeycismo sentía que Vilariño pudiera provocarle daños significativos.

El proceso

La decisión “U” se evidenció pronto al excluir a Vilariño de la lista oficial en 2015. Cuando el asediado explicitó que competiría en las PASO para retener su lugar en el parlamento nacional, el oficialismo dejó en claro que arremetería contra el Partido de la Victoria. Lo primero pudo constatarse con una actitud distinta a la empelada en 2013. A la atomización del voto oficialista que aquella vez incluyó la participación del propio Partido de la Victoria, el PJ, el Frente Plural, el PRS y hasta Memoria y Movilización; opuso ahora la candidatura exclusiva de Javier David.

Tras ello, el urtubeycismo fue arrebatando el poco poder territorial con el que contaba el partido de Vilariño y que podía garantizarle al menos una derrota menos holgada ante un Javier David que sólo debió soportar acusaciones referidas a su reciente y oportuna conversión K. Acusaciones que pueden provocar ciertas incomodidades mediáticas, pero que no amenazaban al objetivo central de la disputa que era el que finalmente se concretó. Objetivo al que el propio Urtubey aportó al acompañar al converso Javier David en las recorridas por la capital y el interior provincial.

Las maniobras fueron exitosas. La lista oficial encabezada por David no quedó en un tercero y cuarto lugar como ocurrió en 2013 en el conjunto provincial y la capital, sino en un absoluto primer puesto: con el 95% de las mesas escrutadas alcanzó el 44%, producto de los 242.153 votos provinciales y el 32,43% capitalinos producto de 85.849 sufragios. El 68% de ese número provincial correspondió a Javier David que, duplicando a la lista de Vilariño, permitió que el propio David y Pablo Kosiner encabecen la lista definitiva de octubre, mientras el tercer lugar quedara por mandato de la ley de cupos para Betina Navarro del Partido de la Victoria.

Resultados que se explican por los pocos votos del propio Vilariño en la ciudad y la merma de poder territorial que sufrió el Partido de la Victoria. Para el primer caso conviene recordar que los votos conseguidos por Vilariño en las internas de abril cuando perdió ante el propio David la candidatura por la intendencia fueron 17.842 sufragios. Ayer, ese número se incrementó muy poco: 22.606. En contrapartida, los votos de Javier David se redujeron en la capital con respecto a mayo: de los 95.887 sufragios que cosechó como candidato a intendente, ayer bajó a 63.243 aunque desde el interior provinieron 83.038 votos.

En ese interior radicó la clave para que el Grand Bourg duplique en votos al Partido de la Victoria. Y ello especialmente porque los intendentes que deberían haber tributado voluntades a Vilariño no lo hicieron como se esperaba; sea porque siendo del Partido de la Victoria declararon que trabajarían para Javier David o porque sin haber explicitado ello hicieron la plancha al respecto. Veamos: en mayo pasado el Partido de la Victoria ganó las intendencias de Campo Santo, El Bordo, Vaqueros, La Poma, La Viña, San Carlos, Salvador Mazza y Tartagal.

Ayer, por ejemplo, los 3.911 votos que los intendentes de Campo Santo y El Bordo sacaron en mayo, se redujeron a menos de 3.000 en todo el departamento de Güemes, del que forman parte; los 2.318 votos con que el intendente de Vaqueros fue reelecto en mayo, quedaron reducidos a 670 en el departamento de La Caldera de la que Vaqueros forma parte; los 639 votos con los que ganó el Partido de la Victoria en La Poma se redujeron a 193 en el día de ayer; algo similar pasó en La Viña y muy probablemente en Salvador Mazza donde su intendente explicitó que aun proviniendo de la fuerza política de José Vilariño trabajaría por la candidatura de Javier David. Si estamos privados de números precisos, ello obedece a que ese municipio forma parte del departamento de San Martín en donde la elección fue favorable al actual diputado nacional -19.801 votos- producto que la ciudad de Tartagal es dirigida por Sergio Leavy: presidente del Partido de la Victoria y candidato al Parlasur con su partido.

Los leales a Vilariño, en definitiva, quedaron reducidos a dos municipio: Tartagal y San Carlos, donde el intendente electo aportó al Partido de la Victoria los mil votos con los que había sido reelecto en mayo y pareció no tener otra motivación que la simple lealtad a la identidad partidaria: toda una rareza en los tiempos que corren.

Los aportes de otros distritos donde el Partido de la Victoria podía conseguir votos como Rivadavia y Rosario de la Frontera no alcanzaron ni para imponerse en esos distritos, ni para torcer los resultados. En el primero esa fuerza protagonizó buenas elecciones y ayer no fue la excepción aunque sumó poco en el global. En el segundo, los buenos números (46% con el 96% de las mesas escrutadas) estuvieron motivados por el esfuerzo de Rómula Montero, la candidata en segundo término del PdV al Parlasur y que pareció tener como motivación su propia derrota en mayo pasado cuando participando por el justicialismo, perdió la intendencia ante  el romerista Gustavo Solís y atribuyó la misma a un PJ le soltó la mano.

En definitiva, la derrota de Vilariño no representa para la política salteña y el progresismo K una sentida perdida. No personificaba en los hechos al proyecto, nunca hizo gala de condiciones personales para dirigir una empresa hacia objetivos trascendentes, no poseía la autoridad para poner orden en un equipo que en realidad nunca tuvo, y nadie parecía identificarlo con una figura central de un proyecto nacional capaz de sostenerse en el tiempo en esta provincia.