Parece un capítulo de Los Simuladores. Conocé las andanzas del hábil estafador salteño.
Un salteño protagonizó dos estafas de película. Su accionar remite más a Los Simuladores o a Brigada A. Y casi se sale con las suyas.
Luis Alberto Palomino, de 33 años, fue condenado por la justicia provincial, aunque no irá tras las rejas.
En el primero de los casos, Palomino fue denunciado por la socia de un comercio dedicado a la venta de fotocopiadoras, insumos y repuestos de esta ciudad, quien sostuvo que el acusado se contactó con la firma para acordar la compra de una fotocopiadora.
La comerciante explicó que el estafador aseguró ser empleado de una empresa minera conocida, por lo que no sospechó nada extraño. Además, el sujeto se había contactado previamente mediante mails con el local comercial, bajo otro nombre, para concretar la operación.
En los correos, según lo denunciado, había solicitado la cotización de la compra asegurando que la cancelación se haría en 45 días. El día que se presentó en el comercio para retirar la máquina, en tanto, lo hizo con la indumentaria de la empresa minera: todos los que han visto Los Simuladores saben que un buen disfraz es fundamental. Y así fue que Palomino se llevó la máquina de fotocopias y aseguró que la cancelación se haría tal como se pactó mediante los mails, sin embargo. Por supuesto que la empresa nunca recibió ningún depósito.
La forma en que estafó a la empresa avícola es más interesante aún. En este caso, y según surge del juicio abreviado, Palomino se presentó en la firma y adujo ser efectivo policial. Tenía un uniforme y personificaba a la perfección a un policía: decía palabras como “apersonar” y conjugaba mal los verbos.
Así, pidió la cotización de cien cajas de pollo que serían destinadas a la Policía de la Provincia. Señaló que la mercadería debía entregarse en la dependencia de la Comisaría Primera. Así, y luego de un intercambio de mensajes, facturas y órdenes de compra, el imputado logró que le entregaran las cien cajas de pollo.
Como el caso anterior, Palomino afirmó que el pago se realizaría próximamente mediante cheque, ya que esa era la modalidad de pago de la institución policial. En contrapartida, la empresa entregó la mercadería a cambio de una orden de pedido con sellos, pero sin ninguna firma.
Los encargados de la avícola, sin embargo, sospecharon. Algo lo debe haber delatado: quizá habló demasiado bien el castellano. Los empleados lo siguieron cuando se retiró del depósito, con los pollos. Fue así como descubrieron que el destino de la carga no era la Comisaría Primera, por lo que llamaron de inmediato al 911 y revelaron la maniobra.