Por Redacción de La Nueva Burla
Rosario Central acaba de reventar el mercado de pases con una noticia digna de película: Ángel Di María, campeón del mundo, de América y del corazón de millones, volverá a vestir la camiseta canalla. Pero no todo fue glamour, estadios europeos y Champions Leagues en su carrera: su primera transferencia fue, literalmente, a cambio de 20 pelotas. Nuevas, eso sí. Rosario Central, como quien compra dos docenas de medialunas, se llevó a uno de los mejores extremos del planeta con un pago en especie.
Corría el año 2000 y Rubén Tomé, entonces entrenador del humilde club El Torito, recibió una visita tan cordial como demoledora. “Rubén, el Ángel se va a Central. Te van a traer 20 pelotas”, le dijo el padre del pequeño crack, con la misma solemnidad con la que se anuncian las separaciones en las telenovelas. Y así fue. Se lo llevaron como quien paga el alquiler del metegol.
El relato de Tomé es casi bíblico: Di María y su amigo Walter Almeida eran como Batman y Robin, pero con botines gastados y pantalones con barro. La dupla dinámica se despidió de El Torito mientras en la sede central hacían lugar en la utilería. “Nos traían 20 pelotas y no sabíamos si reír o llorar. Ahora pienso: esas pelotas hoy valen como 200 millones de euros cada una, más o menos”, dijo Tomé entre risas (o lágrimas, no queda claro).
Veinte años después, el niño que valía un bolso de pelotas volvió convertido en héroe. Rosario Central, al parecer, no piensa esta vez pagar con artículos deportivos: se rumorea que ahora el club le ofreció algo más digno de un campeón del mundo, como una pileta con forma de escudo, una estatua viviente en Arroyito y un canje eterno con las fábricas de pastas de la ciudad.
Mientras tanto, en El Torito siguen esperando que alguien devuelva al menos una de esas 20 pelotas. “Aunque sea firmada”, dicen.
Moral de la historia: nunca subestimes el valor de una pelota. A veces, dentro de una de ellas viene escondido un campeón del mundo.