Este espacio se destina a reproducir testimonios de mujeres que sufrieron la violencia machista. Hoy habla Magali, 23 años y que vive en zona centro. Es estudiante y madre de un bebé de 6 meses. (Gastón Iñiguez)

Hay tres sucesos en mi vida que me marcaron porque me hacen sentir vulnerable al día de hoy; el primero fue a los 9 años; vivía en un complejo de edificios con varias torres en la Alsina y Adolfo Güemes; era mediodía y bajé sola para comprar en el quiosco de enfrente, vivía en un primer piso y al momento de salir bajaba un tipo por las escaleras; me preocupé porque tenía una actitud extraña y no lo conocía, mientras lo miraba noté que él se estaba bajando el cierre del pantalón y me mostraba su miembro. Me quedé quieta, helada, al segundo se paró al lado mío y comenzó a tironearme para que bajara con él y entonces empecé a gritar con todas mis fuerzas, estaba tan solo a cinco escalones de la puerta de mi casa y como pude me agarré al picaporte, logré zafarme y entré. Le conté a mi papá lo que había pasado pero cuando bajó para buscar al tipo ya se había ido; hicimos la denuncia aunque todo quedó ahí.

Actualmente me persigo un poco cuando subo una escalera o veo a alguien que no conozco en un pasillo o caminando detrás mío.

Era el año 2010 y tenía 17 años. En esa época vivía en zona sur, en el barrio Lapachos detrás del San Carlos; trabajaba en el centro en el local de  una amiga de mi mamá y volvía cerca de la medianoche. Un día al bajar del colectivo vi un auto blanco, que ya había visto hacía como una semana parado cerca de la esquina, pero esta vez estaba casi al frente de mi casa. Era un modelo nuevo que no se veía muy seguido por la zona, con vidrios polarizados y a contraluz se notaba que el conductor era un tipo medio pelado pero nada más; cuando entré llamé a la comisaria. Mientras esperaba que llegue el patrullero salimos con mi novio de ese momento para comprar algo y al pasar cerca del auto vemos que salían flashes desde el interior, nos acercamos para golpear el vidrio del conductor pero el auto arrancó y se fue. Más tarde fuimos a la comisaría para hacer la denuncia y ahí nos comentan que otras chicas de la zona habían hecho declaraciones similares sobre un auto blanco parado en las esquinas; la policía tenía sospechas de que la persona era una especie de “punta” para redes de trata. Nunca más lo volví a ver.

Desde ese momento me volví mucho más precavida y hasta el día de hoy me fijo si veo algún auto sospechoso en la calle. Es muy difícil vivir así, asustada y no trasladar ese miedo a mi hijo; yo soy madre de un bebe de seis meses y le quiero enseñar a no vivir con miedo, siento que es mi obligación de criarlo para ser un hombre que respete a las mujeres y que no haga daño a los demás.

Mi tercer experiencia es algo más actual pero también es otra forma de violencia muy avalada en nuestra sociedad machista y que muchas veces se pasa por alto; el padre de mi hijo hace tres meses decidió no hacerse cargo y apañado por su familia no nos pasa siquiera una ayuda económica. Nadie juzga a un hombre por abandonar a su hijo pero si una mujer hace lo mismo puede ir presa, por eso me siento doblemente responsable como madre para transmitirle las cosas que a mí me parecen injustas.