Joaquín Morales Solá está feliz. El columnista de La Nación asegura que el juez actuará como si el bullicio kirchnerista no existiera y, según sus antecedentes, es probable que se convierta en el primer magistrado en procesar a la ex presidenta.

Alguien imagina al juez Claudio Bonadio retrocediendo en una decisión judicial por la presión de una manifestación política? Nadie que lo conozca puede suponer eso. Cristina Kirchner lo conoce o, al menos, intuye cómo es. El juez actuará como si el bullicio kirchnerista no existiera y, según sus antecedentes, es probable que se convierta en el primer magistrado en procesar a la ex presidenta.

De cualquier modo, Cristina recorrerá hoy, por primera vez como imputada en un presunto delito, los pasillos de los tribunales. Tal vez se trate de la primera pero no de la última visita que deberá hacer a los jueces federales.

Seguramente la manifestación que la acompañará hasta el edificio judicial de Comodoro Py será numerosa. El caso resulta extraño. Haciendo uso de los buenos recursos comunicacionales que posee, ella ha convertido una importante citación judicial en una oportunidad para reinstalarse en la política. Venía convirtiéndose en una insignificancia política, sobre todo después de relevantes derrotas parlamentarias en votaciones recientes y de la confección de una lista de unidad peronista que la dejó afuera. ¿Significan las movilizaciones de estos días que está a punto de resucitar? Vale la pena hacerse esa pregunta porque hay una incipiente polémica sobre la oportunidad de avanzar en un proceso judicial sin tregua contra la corrupción.

La primera respuesta es que una movilización por una convocatoria de un juez, por más multitudinaria que sea, será siempre muy mal recibida por los sectores medios de la sociedad. Después de todo, fue de esos sectores sociales de donde surgió el reclamo que pide el fin de la impunidad. La reacción contra la ex presidenta podría ser peor si se registraran hechos de violencia. La violencia no está descartada. El líder del infaltable Quebracho, Fernando Esteche, convertido ahora en un cristinista fanático, lanzó ayer un mensaje amenazador: «Estamos preparados». ¿Preparados para qué? ¿Acaso para enfrentarse con la policía en las cercanías de Comodoro Py y provocar heridos y detenidos? Es posible. Quebracho es una organización violenta con disciplina militar, que responde a intereses que nunca fueron claros y que ni siquiera se establecieron. ¿Es, cómo dicen algunos, una estructura funcional a sectores de los servicios de inteligencia, orgánicos o no? La administración de Macri debería averiguarlo cuanto antes. La existencia misma de Quebracho desafía al Estado democrático.

Del gobierno de Macri se pueden decir muchas cosas, a favor o en contra, pero debe reconocerse que la violencia, verbal o física, desapareció durante su corta gestión presidencial. Pésimo favor se haría Cristina Kirchner si su reaparición estuviera enmarcada por una nube de violencia. Sin embargo, esa perspectiva parece no preocuparla. Desde los mensajes indirectos y también amenazantes de La Cámpora («Si la tocan a Cristina?») hasta las frases más directas e igualmente provocadoras de Esteche y Luis D’Elía, la retórica de la violencia precedió el regreso de la ex presidenta. Algunos sostienen que se trataría de una estrategia comunicacional: que haya disturbios para que al día siguiente se hable de ellos y no del caso judicial que compromete a Cristina. No obstante, ante la sociedad la responsabilidad política de la violencia quedaría siempre en manos de la ex jefa del Estado.

La pregunta sobre si es ésta la oportunidad de que se investiguen a fondo los hechos de corrupción es fundamentalmente inútil. Hay demasiados papeles, muchas pruebas en los tribunales como para que todos esos elementos sean puestos a dormir nuevamente. Los tiempos ya no son los mismos. Y contra los signos de los tiempos nuevos no pueden batallar ni el poder político ni el judicial. Un poco más rápido o un poco más lento, lo cierto es que ningún juez correría hoy el riesgo de anestesiar las investigaciones judiciales en curso. Esas investigaciones son mucho más numerosas que las que han cobrado notoriedad en los últimos días. En un segundo plano esperan Amado Boudou, Aníbal Fernández (por la causa de la efedrina y por el dinero derrochado en Fútbol para Todos) y Julio De Vido (que está en casi todas las investigaciones sobre las obras públicas y la importación de energía), entre muchos más.

Una marcha más

Una alta fuente judicial aseguró ayer que las causas por corrupción no se interrumpirán bajo ningún pretexto. «Las manifestaciones populares no cambian nada», dijo, y recordó que la propia Cristina Kirchner había tenido en su contra importantes movilizaciones (los cacerolazos o la marcha por la muerte del fiscal Alberto Nisman) y que ella no modificó ninguna política por eso. Sucede sólo que la figura de Cristina Kirchner, y sobre todo su capacidad para montar un espectáculo político, sigue siendo una atracción mediática. Esa mezcla de tragedia y de comedia tan propias de las apariciones de la ex presidenta es comparada, además, con los tiempos que la sucedieron. Los espectadores del teatro político se aburren un poco con el actual presidente, más predispuesto a hablar de la gestión que a organizar un show con cada una de sus apariciones.

A pesar de todo, Cristina tiene un problema insalvable: reaparecerá en los tribunales. No es el mejor lugar para un político cuando amplios sectores sociales están pidiendo el castigo de la corrupción. Es el presente que le marcó Bonadio, quien no dejó que la ex presidenta eligiera ni el sitio ni la fecha de su reestreno como dirigente política. La causa en manos de Bonadio es, con todo, la menos grave que se haya abierto en los últimos tiempos contra Cristina Kirchner. Tiene todavía pendiente la investigación por lavado de dinero en Hotesur, expediente que está ahora en un limbo. El juez Daniel Rafecas descubrió ocho meses después que no era de su competencia hacer esa investigación y se la pasó al juez Julián Ercolini, porque éste tiene un viejo expediente sobre asociación ilícita que incluye a Cristina. El fiscal Carlos Stornelli apeló la decisión de Rafecas, que espera ahora una resolución de la Cámara Federal. La diputada Margarita Stolbizer acaba de abrir una nueva causa por lavado de dinero en la empresa Los Sauces, también de la familia Kirchner. Lázaro Báez les construía propiedades a los Kirchner, que luego éstos le alquilaban a Lázaro Báez. Impecable. Y está también la reciente imputación por lavado de dinero contra la ex presidenta que hizo el fiscal Guillermo Marijuan luego de escuchar la delaciones de Leonardo Fariña.

El caso que la llevará hoy a los tribunales investiga la venta de dólares a futuro durante los últimos días de su gobierno. Los que iniciaron la causa (Alfonso Prat-Gay y Federico Pinedo) denunciaron sólo a las autoridades del Banco Central y aspiraban, sobre todo, a interrumpir esa práctica que significaba cuantiosos compromisos para el próximo gobierno. Bonadio, luego de analizar el expediente y de recabar pruebas, las incorporó a la causa contra Cristina Kirchner y Axel Kicillof. Entre los propios jueces hay quienes dicen que podría tratarse de una decisión política no justiciable. Buena o mala, seguramente mala, pero decisión política al fin. Nadie sabe, sin embargo, qué pruebas tiene en sus manos Bonadio, porque otra conclusión podría sacarse si el juez hubiera establecido que existieron beneficiarios concretos de esa decisión.

No pasará mucho tiempo para que Cristina Kirchner esté formalmente procesada. No es lo peor que le sucederá: las causas más graves contra ella todavía están por venir. Reinstalará hoy la épica y seguirá convenciendo al cristinismo fanático de que la revolución está a la vuelta de la esquina. Esa ofensiva tan ideológica como ritual se frenará en seco cuando los jueces le pidan que conteste sólo dos preguntas. ¿Se enriqueció de manera ilícita? ¿Lavó dinero?

Fuente: La Nación