Regalados son caros

ALEJANDRO SARAVIA

Todos almidonados y compuestos, como el poema de Cané, los legisladores provinciales, en Asamblea Legislativa, escucharon embobados las autoalabanzas de Sáenz. Mientras, nosotros, nos preguntábamos: ¿Para qué están los legisladores provinciales, senadores y diputados? ¿Cuánto nos cuestan? Estos son interrogantes que se expanden también sobre la ciudadanía porque nunca están claras las respuestas, inclusive para aquellos que están en la primera línea de los gobiernos. Un ejemplo de despiste lo podríamos sacar de las respuestas dadas por el ministro de gobierno de la provincia en declaraciones a medios periodísticos locales.

Allí, Ricardo Villada, explicó que, en comicios anteriores, la multiplicidad de listas dentro del oficialismo perjudicó su representación legislativa, lo que llevó a replantear la estrategia electoral. “No es prudente abrir tantas listas porque eso debilita la posibilidad de tener más legisladores”, sostuvo. El ministro destacó que esta decisión no implica la eliminación de diferencias dentro del oficialismo, sino una mejor organización de los espacios políticos”, sostuvo. “Hay sectores más identificados con el peronismo y otros con la centro derecha, pero todos forman parte del mismo proyecto”, afirmó. Con esta estrategia, el oficialismo busca consolidar su presencia en la Legislatura y evitar que la dispersión del voto beneficie a la oposición en los próximos comicios. En ese marco, Ricardo Villada analizó las características del posible candidato para la Cámara Alta por el departamento Capital, puntualizó que: “La prioridad es encontrar a un dirigente con capacidad de trabajar en equipo con el gobierno provincial y un fuerte compromiso con la transformación de realidades sociales”.

Volvamos a las preguntas del comienzo que no tienen aún respuesta. ¿Para qué están los legisladores? Respecto de esta pregunta la contestación es que depende. Depende de que se trate de un sistema parlamentario, como el inglés, por ejemplo, o bien uno presidencialista como el norteamericano o como el que establece nuestra Constitución Nacional y, en consecuencia, como el que debe existir en la provincia.

En un sistema parlamentario la división de poderes no es muy nítida. Tanto no lo es que el poder ejecutivo, encabezado por un Primer Ministro, deriva del parlamento y, ese primer ministro, que es un parlamentario, es a la vez cabeza del partido de gobierno. De ahí que haya un estrecho vínculo, una nítida vinculación, entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, como lo quiere Villada.

En cambio, en un sistema presidencialista, como el que nos rige, las relaciones entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo no deben ser taaaan estrechas como pretende el ministro y como muestra la realidad de la provincia. Tanto es así que la función central del legislativo no es llevarse bien con el Ejecutivo sino, precisamente, controlarlo, que no es llevarse bien. Por el contrario es, a veces, llevarse mal.

La separación de los poderes en este sistema presidencialista tiene como principio aquello del “check and balance”, es decir, equilibrio y control. Todo pareciera indicar que Villada cree que vive en Inglaterra y no en Salta. Pero no es sólo Villada sino todo el oficialismo desde los ya lejanos tiempos de la gobernación de Juan Romero, quien es el que desvirtuó el sistema, que fue continuado y profundizado por Urtubey y hoy por Sáenz.

Hagamos un poco de historia. Cuando Roberto Romero, es decir, el primer gobernador de la provincia desde la recuperación de la democracia en 1983, cuando Roberto Romero, digo, necesitaba alguna ley para su gobierno, iba a la legislatura, Mitre 550, él personalmente a negociarla con los diputados y senadores de su partido, los que se hacían, en consecuencia, respetar. En ese entonces el sistema político provincial funcionaba bien. Lo mismo durante la gobernación de Cornejo y la de Ulloa. Todo cambió cuando en la gestión de Juan Carlos Romero, en lugar de ir este a la legislatura ésta era manejada por teléfono por el secretario privado de Romero, Ángel Torres. Los legisladores ya no se hacían respetar, eran mandoneados por teléfono y dependían netamente del Grand Bourg. Como sucede ahora. Tanto que hay hasta un bloque de diputados que se llama “Sáenz Conducción”. ¿Alguien puede llegar a pensar que un bloque con ese nombre va a controlar a su supuesto conductor?

Un académico italiano, que sabía mucho de estos temas, Norberto Bobbio, insigne profesor de la Universidad de Bolonia, la más antigua del mundo, lo tiene dicho en su obra sobre El Futuro de la Democracia. Allí dice, este autor, que una vez elegidos los representantes dejan de ser responsables ante sus electores porque precisamente pasan a tutelar los intereses generales de la sociedad, no los del partido o sector por el que fueron elegidos. En consecuencia, agregamos nosotros, los diputados electos pasan a ser diputados de la provincia no del gobernador de la provincia. Esta es una corruptela que muestra claramente la deriva de nuestro sistema político.

Con Juan Romero como gobernador, un presidente de un partido de oposición, la UCR, cuando existía, pasa a ser funcionario de su gabinete; con Urtubey, otro que había sido presidente de un partido de oposición, PRS, cuando vivía, pasa a ser vicegobernador; con Sáenz, otra vez otro que fuera presidente de la UCR, ya extinta, integra su gabinete como ministro. Eso, sin mirar bajo la mesa.

Insisto, éste es un sistema presidencialista no uno parlamentario. Y, para que no se confundan, aclaro: el río que pasa cerca de la ciudad de Salta es el Arenales, no el Támesis que atraviesa Londres. Se ruega no confundir y centrar los GPS.

Lo de cuánto nos cuestan los legisladores, también depende: si cumplen con sus funciones de ser piezas del equilibrio y control, del check and balance, pagamos sin problema. Ahora, si van a ser militantes del oficialismo de turno, o, para decirlo en criollo, alcahuetes del gobernador, entonces, regalados son caros y es preferible no tenerlos y, de paso, nos ahorramos unos buenos mangos. Piénsenlo, es negocio…