Recomienda “comer peor”: El gourmet del ajuste

 

Por si faltaba alguien que defendiera el ajuste con un toque de “sabiduría nutricional”, Juan Carlos de Pablo, el economista preferido (y comensal frecuente) de Javier Milei, salió a recomendar que, ante la crisis, la solución está al alcance de la mano: bajar la calidad de lo que comemos. Literalmente.

 

En una entrevista con Ari Lijalad en El Destape AM 1070, De Pablo, con esa mezcla de impavidez técnica y realismo mágico, sugirió: “La gente puede utilizar alimentos de menor calidad”. Sí, leíste bien. No más quejas por la lechuga a $500 el kilo, ni lamentos por la carne ausente: el nuevo menú nacional incluye más fideos sin marca, gaseosas sospechosamente dulces y, con suerte, algún fiambre de origen indeterminado.

Como para ilustrar el ingenioso concepto de la “degradación gourmet”, el economista compartió una entrañable anécdota: “Tuve un exalumno cuyo padre producía gaseosas de menor calidad y, en medio de una crisis fenomenal, estaba exultante”. Nada dice “resiliencia argentina” como la felicidad de un fabricante de jarabe de fructosa.

Mientras tanto, el consumo —ese indicador que según los simples mortales va en picada— para De Pablo “está mal medido”. Él, que se mueve entre asados en Olivos y micrófonos amigables, asegura que en realidad “el consumo en general está subiendo”. Una afirmación tan verosímil como decir que el Titanic iba ganando velocidad.

Eso sí, no todo es Coca trucha y pan duro. De Pablo también habló sobre el uso de los famosos “dólares del colchón” en el contexto del nuevo blanqueo impulsado por Luis Caputo. ¿Consejo? Ninguno en particular: “Cada uno sabe lo que tiene que hacer con sus gastos”. Filosofía libertaria aplicada al hogar: si te alcanza para pagar la luz, bien; si no, a prender velas, que también dan calorcito.

Sobre el blanqueo, aclaró que lo del colchón puede ser “equívoco”, porque allí hay “dólares blancos y negros”. Al parecer, hasta los billetes tienen identidad moral en la visión del economista. Aun así, admitió que el mecanismo puede “facilitar” ciertas cosas, como si habláramos de pasar de nivel en un videojuego de evasión fiscal.

Por si todo esto no bastara, el hombre que reivindica la eficiencia digestiva en épocas de ajuste también remató con una anécdota digna de Narcos: “Tuve que vender un auto y más o menos tenía que demostrar que no era parte del cartel de Medellín”. Bienvenidos al país donde declarar un vehículo es más complejo que lavar millones en paraísos fiscales.

Finalmente, sobre la licitación del bono en pesos con suscripción en dólares, De Pablo confía en que una mejora de la calificación crediticia traerá oxígeno. Claro, siempre y cuando no nos atragantemos antes con un guiso de soja de dudosa procedencia.

En resumen, si el país se cae a pedazos, el consejo es claro: a tragar más barato y agradecer que todavía hay algo para masticar. Porque si algo nos enseñó este modelo, es que siempre se puede ajustar un poco más… incluso el estómago.