La versión federalizada y telúrica de Aníbal lLotocki se llama Javier Pastrana Alquisalet y tiene su despacho de carnicería en inmediaciones de la Plaza Alvarado. Mientras los salteños asistimos en cadena nacional al minuto a minuto del estado de salud de la modelo Silvina Luna una idéntica historia de impericia tuvo como protagonista una trabajadora del Transporte de Salta quien acudió, sana y confiada, a Pastrana por una rutinaria intervención estética y terminó en coma inducido con perforación del abdomen y el intestino (sic) y con secuelas psicológicas y físicas que no la dejan olvidar el maldito momento en que se decidió por una cirugía estética.
Mariela Barraza
La tendencia a retocar las partes menos queridas y aceptadas de los cuerpos se ha convertido en una tendencia social cuyas intervenciones quirúrgicas de manos de profesionales en pacientes sanos difícilmente devienen en catástrofes de salud. La excepción la sufrió, Carina Zanín , una bioquímica cordobesa que junto a 3 amigas acudieron a la consulta de Pastrana Alquisalet hasta con la promesa jocosa de una bonificación en la cantidad de cirugías estéticas a solicitud de quienes tenían la ordinaria idea de quitarse los flotadores o los rollitos de la panza. Dermolipectomía con liposucción abdominal en términos médicos. Cuando Carina entró a quirófano y no salió las amigas desistieron automáticamente de la idea de la cirugía por temor a que les pasara lo mismo. Tras una supuesta intervención estética rutinaria Carina sintió que el post operatorio era demasiado malo por lo que volvió, detonada, a la Clínica La Merced con un cuadro de deshidratación aguda, hipotensión, taquicardia y síndrome anémico por lo que fue internada en terapia intensiva de esa institución. Para ese entonces el diagnóstico de Shock hipovolémico séptico afligía a Pastrana a tal punto que el médico comenzó a convocar como consultores externos a otros reconocidos médicos esteticistas que coincidieron en el diagnostico de que el bisturí se le había ido al carajo en el particular a punto de perforarle (sic)el abdomen a la paciente.
De ahí comenzó un periplo interminable de internaciones intermitentes a partir de la ecografía abdominal que corroboraba que Pastrana le había boqueteado el bajo vientre en términos de “que no se lograba visualizar el retroperitoneo por distención y falta de motilidad de asa intestinales “y que había “moderada cantidad de líquido libre inhomogeno(…)” por lo que se y procede a operarla por el abdomen perforado. El parte médico refleja “Paciente en grave estado en general con asistencia respiratoria mecánica en estado de coma”. Le dejan el abdomen abierto en un marco de sepsis generalizada e intervenciones sucesivas por complicaciones derivadas de su estado clínico de gravedad.
Llegamos al Centro de Hemoterapia de la Bolívar y la fila para donar sangre estaba inusualmente compuesta de conocidos entre administrativos de Saeta, choferes e inspectores, cabizbajos. Para ese momento el presidente de Saeta, Claudio Morh corregía públicamente por radio la prohibición que habían impuesto temprano en su empresa a quienes querían donar la sangre que Carina precisaba. Nunca falta el alcahuete que piensa que el acto desprendido de donar sangre es solo una excusa para tomarse el día de laburo, como prescribe la ley. Llegando a la ventanilla una enfermera cumplía con informar que estaba cubierta la cantidad de dadores para Carina Zanín pero que había mucha más gente aguardando por sangre en otras terapias, que, por favor, igualmente, se dejasen extraer. Era una constancia de cariño extraído en una bolsa de suero que se enrojecía orgullosa por no rezar. Se ve que la queríamos…todos.
Luego se puso peor. Una suerte de metáfora de que Carina se estaba inundando por dentro de líquido pleural, mortífero por cierto, que no debía circular como consecuencia de los furcios del“ joven manos de tijera”. Su marido informaba a allegados y amigos por wasap en términos domésticos: Hola. Anoche la operaron de urgencia porque vieron mucho liquido internamente en la tomografía y no era sangre, era liquido intestinal. Ese liquido salía porque cuando le hicieron la lipo perforó el intestino delgado. Peritonitis, Ahora a rezar para que salga adelante.
Lo que le siguió es un procedimiento, que, si bien era un intento desesperado para salvarle la vida, es propio de imágenes terroríficas que se creen fantasiosas: la abrieron de vuelta y la dejaron así, abierta, con los órganos a la vista hasta que se secara. Comenzaban a circular cadenas de oración por parte de sus familiares y amigos ante la inminencia de su deceso.
En Noviembre, a un mes de la nefasta práctica quirúrgica, una nueva intervención le volvía a cerrar la panza y colocarle un drenaje toráxico y no volvió hasta mucho tiempo después a ver la luz del día ni registrar un modo de alimentarse que no fuera a través de una sonda nasogástrica.
El lenguaje me había abandonado por completo…muda y espantada la encontré reinando, porque siempre fue una reina, en la sala de terapia intensiva: Sin cabello, sus ojos extraviados, sin paz, entre una instalación esterilizada de cables y cañitos. Tiene el estómago eviscerado debajo la sabana, abierto, como la víctima de Hannibal Lecter, el caníbal artista de la anatomía humana de Hollywood cuando sacrifica un guardia en El silencio de los inocentes. La piel, como papel crepé le envuelve el rostro y se le ha untado sobre las estructuras óseas y es como si estuviese mutando a calavera sin que nadie detenga el proceso. Intento tocarle la mano aunque temo por la textura huesuda, enfriada y me mentalizo de que apenas se trata de un ala de pollo flaco y no de una extremidad humana y así sobrellevar la impresión del contacto. No la puede tocar, señora, me indica la enfermera. Con la presión de retener en esa última imagen lo que más pudiera de lo que quedó de mi propia amiga, ya tengo que irme: Feliz Navidad Cari. Y salgo a llorar a la vereda.
Pasó también el Año Nuevo y para el día de Reyes la mandaron a su casa con internación domiciliaria por un par de meses y con un mapa de cicatrices vistosas donde debería aplicar un vientre cosmético, como si la hubiesen acuchillado. Continuó regresando a internarse una y otra vez hasta un año después en que volvía a operarse por una eventración, derivada de la mala praxis por lo que le fue colocada una malla, gigante, de 20 x 22.
En tanto el médico Pastrana y la Clínica La Merced acudieron a una instancia de mediación judicial donde el cirujano soltó unos lagrimones sentidos y asumió que había sido mala suya al perforar sin querer, el intestino. Carina tiene limitaciones físicas que la invalidan a correr, un umbral de dolor significativo sumado a una tolerancia al mismo que la mantuvo viva en un espacio de tortura física innecesaria sostenida en el tiempo. Se sigue culpando por sus intenciones y la de sus amigas queriendo verse mejor y las cicatrices mentales se actualizan cada vez que se baña. Por ahora el largo brazo de la justicia hace reserva de sus tiempos mientras Javier Pastrana Alquisalet, cual Lotocky andino, oferta promesas de sílfides, chicha y aloja.