Semanas atrás se presentó en Salta la editorial chilena Isidora Cartonera y charlamos con uno de sus directores. El boom latinoamericano del cartón, publicaciones a bajo costo, circuitos alternativos, autogestión, birras y ganas de compartir literatura fueron las guías de la conversación. (R.E.)

Los últimos diez años, al menos, fueron por distintas razones los propicios para que se diera una explosión de editoriales autogestionadas; y dentro de este grupo, las editoriales cartoneras se merecen un detenimiento para pensar su proliferación. Derivadas, en cierto modo, de las experiencias fanzineras de los años 90, el hazlo tú mismo (traducción del do it yourself anarcopunk) que sumados a la facilidad de acceso a computadoras e impresoras, las opciones más allá del siempre dudoso ISBN como método de legitimación y el creciente descreimiento en el negocio editorial dados los altos costos para editar un libro, dan como resultado las condiciones que generaron toda una movida de lo que se ha dado por llamar editoriales de cartón o cartoneras.

A principios de este siglo poronga la debacle económica neoliberal pegaba a todos los países latinoamericanos casi por igual. Entonces Eloísa Cartonera aparecía con la propuesta que involucraba a editores, escritores y una cooperativa de recicladores de cartón. A medida que pasaban los años del 21 la experiencia se iba repitiendo en distintos lugares, pasa la cordillera y ahí nace otra movida, en Santiago de Chile, donde los muchachos de Isidora Cartonera hace ya un tiempo vienen agitando un proyecto que bien puede ser tomado como un resumen de las experiencias en el resto del mapa latinoamericano en cuanto a editoriales de este tipo.

Nos juntamos con Ignacio Cuevas Olivares, uno de los directores y editor de la Isidora, en un bar/comedor de la San Martín donde la música de Los Nocheros casi hace imposible la transcripción del audio al texto. Aprovechando el paso por Salta (también vino Javiera, colaboradora de la editorial) y Jujuy, conversamos del proyecto que desde hace un tiempo viene editando a jóvenes de la capital chilena.

Introducción al cartón

Mientras esperamos la pizza y servimos la birra, Ignacio nos cuenta que Isidora Cartonera “nace en 2011, como una necesidad que teníamos con un amigo, Francisco, de publicar poesía; en Chile hay un problema gigantesco para la publicación de escritores emergentes o de bajos recursos. Entonces comenzamos armando nuestros propios libros y luego empezamos a trabajar con el proyecto que buscaba fomentar la publicación de escritores emergentes de Santiago a bajo costo. Ahora dos personas organizamos y administramos (entre comillas) todo el trabajo, yo y el Zapallo (Sergio Bravo)”. Cuando comenzaron lo hicieron con ocho títulos a pulmón, todos amigos que colaboraban en el proceso de creación, desde la escritura hasta el armado de los libros. Ahora ya cuentan con más de treinta títulos en su catálogo, todos escritores de Santiago cuyas edades oscilan entre los 17 y los 30.

El número de autores publicados obedece a que la editorial funciona de manera tal que quien desea publicar su libro también es parte, además del proceso escritural, del armado total, como explica Ignacio, la idea actual que manejan implica un par de pasos necesarios: “Básicamente en la publicación lo que se trata es hacer una coedición del libro, jamás corregir un libro a una persona, sino con ella. Que es quien tiene la decisión final”. Entonces hacen una convocatoria abierta y con quienes quedan se trabaja por dos meses en un taller literario en el que se realizan diferentes actividades, “cosa de dinamitar el terreno de los escritores y generar la identidad de taller en el sentido colaborativo, entre todos los integrantes para formar un buen grupo y al terminar esos dos meses los escritores tienen un borrador del libro. La segunda parte es un taller de manufactura; en los dos siguientes meses los asistentes aprenden a armar su propio libro. Al final se sacan alrededor de 30 copias por escritor y se hace un lanzamiento”.

La elección de un tiraje reducido para comenzar responde a cuestiones económicas. Por ejemplo “un tiraje de 25 libros -porque la idea es que parta con pocos- sale más barato. Esos 25 libros no los vende la editorial, los vende el escritor, que puede pagar 1.000 pesos chilenos (15 pesos argentinos) por 1 libro y lo puede vender a 2.000, mientras en otras editoriales el precio de un libro de poesía de 50 páginas está de 8 mil para arriba. Y también te exigen un tiraje mínimo de 100 libros para partir”, comenta Ignacio, quien considera la elección del material de las tapas no sólo obedece al bajo costo, sino también porque “el tener un libro de cartón es de por sí un discurso, te entrega algo más que lo que te pueda dar un libro de imprenta; acá hay un discurso que te dice que cada uno puede hacer las cosas, que te invita a hacer tus cosas; nos interesa más eso, que la gente aprenda a autopublicarse, porque hay jóvenes que escriben en Santiago y no los pesca nadie, entonces qué mejor que esa persona aprenda a hacerlo por sí misma y empezar a mostrarlo. Más que el reconocimiento es la satisfacción personal de decir ya lo hice, puedo hacerlo y le puedo enseñar a otra persona a hacerlo”.

Quienes ya publicaron con Isidora también continuaron experiencias editoriales por su cuenta: “Casi todos los que han participado de los talleres siguieron editando y pueden hacerlo con sus propios diseños; el logo de la editorial está disponible para que ellos lo utilicen si es que quieren. Hay otras personas que si no tienen los materiales pueden seguir utilizando los que tiene la cartonera”. Con materiales se refiere al taller que hasta hace poco terminaron de armar juntando con el tiempo todo lo requerido para llevar adelante una editorial alternativa: computadoras, impresoras, guillotinas, cartones, hojas, etc.

Voto latino

Una vez que el libro está listo hace falta difusión y como tantas otras -sino todas las otras- editoriales cartoneras latinoamericanas, las redes sociales y en particular esa que pertenece a Zuckerberg y (la) CIA es la utilizada por Isidora a la hora de agitar lo que producen. Además está “el boca a boca, porque la gente se va pasando los libros. En las ferias en las que participamos. Ferias independientes, ferias anarquistas, en los colegios”, lugares de donde posiblemente salgan los nuevos escritores que integren el catálogo de Isidora, o por qué no, comenzar su propio proyecto: “Luego del último taller dos cabros decidieron abrir su propia cartonera, son de Paine, un pueblo a una hora de Santiago”.

Volviendo a la modalidad ferial, nos comentan de las últimas que organizaron: “En 2013 hicimos un encuentro de editoriales cartoneras en la Biblioteca de Santiago, 7 editoriales, todas chilenas; y el año pasado hicimos el segundo encuentro en el mismo lugar, ya con 14 países invitados: México, Argentina, España, Perú, Brasil, Uruguay, entre otros”. “Tenemos una relación muy buena en Latinoamérica con las cartoneras; hicimos contacto fácilmente con unas 30 editoriales”, esto también se debe a los viajes, “el año pasado fuimos a Lima, este año a Salta y Jujuy, al año que viene a Buenos Aires”.

Literatura corrugada

Si bien el catálogo de Isidora Cartonera tiene más de 30 títulos, sólo dos son estrictamente dedicados a la narrativa. Como sucede por estas tierras, a los compadres santiaguinos también parece pintarles más el verso que la prosa. Las ilustraciones tampoco faltan, algunos de los libros además de ser escritos, también contienen dibujos realizados por los autores.

Una de las ventajas de este catálogo es que está disponible para su descarga en la web (issuu.com/isidoracartoneraeditorial) y eso también forma parte de esta idea isidórica de la publicación: la posibilidad de cada uno para piratear su propio libro y repartirlo por donde cada cual se encuentre. Si uno ingresa al micrositio se ISSU que pertenece a la editorial y hace clic en cualquiera de los textos que ahí se encuentran, en sus primeras páginas se invita a “la reproducción total o parcial de la obra sin fines de lucro y con autorización previa del autor”, eso sí, la desventaja de imprimir un libro en casa o leerlo desde la computadora (para aquellos fetichistas del objeto) es que se perderán de una encuadernación bastante buena, pintuda, barnizada y todo.

En cuanto a la línea estética que siguen al momento de editar, el prejuicio no es uno de los factores, esto puede observarse al leer algunos de los libros. Desde los versos barrocos bastante duros, pasando por el estilo romanticón, la experimentación, hasta la visceralidad de la calle y el embole cotidiano citadino que parece hermanarnos con los cumpas chilenos más que cualquier falso latinoamericanismo; todo puede encontrarse en las páginas que la Isidora Cartonera tiene para compartir.

Los planes a futuro son continuar por el rumbo que vienen, haciendo talleres,  publicando a dos manos y girando por cada feria o evento literario se les cruce. Porque tal vez sea todo como dice Ignacio antes de despedirnos porque la lluvia se avecina y ya no hay más birra: “Lo importante es que la gente tome control sobre el negocio del libro y que puedan producir”.