Tras el pedido de informe del Senado de la provincia, el ministro de Seguridad Juan Manuel Pulleiro respondió a dónde fueron a parar las hojas de coca incautadas en distintos procedimientos federales; aunque las explicaciones del coronel no coinciden demasiado con el relato de los destinatarios. NB

No eran 836, sino 1440 kilogramos de hoja sagrada. Las explicaciones sobre la repartija de Pulleiro no convencieron ni siquiera a los destinatarios señalados como “receptores”. Y es que, según la respuesta formal al pedido de informe que elevara el senador Guillermo Durand Cornejo, los bolsones de hoja de coca fueron distribuidos entre el Hospital Miguel Ragone, la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes y el Instituto Provincial de Pueblos Indígenas (IPPIS).

No se habla de kilos, sino de bultos, algo que de entrada generó desconcierto. Los seis operativos de incautación se realizaron en distintos puntos de la provincia y arrojaron como resultado (según los análisis bromatológicos ordenados por el ministerio) casi una tonelada y media de hojas de coca “aptas para el consumo humano”. La Agencia Antidrogas de la provincia fue la encargada de disponer y distribuir los paquetes. Pero, aunque los análisis resultaron positivos, el propio ministerio y los destinatarios de los bultos manifestaron que buena parte del decomiso estaba en condiciones de putrefacción.

“Es lo que hay”

Desde la comunidad Diaguita Kallchaki, Hector Fabián no sólo asegura no haber recibido la cantidad de hojas de coca manifestada por el ministerio, sino que además detalla que una buena cantidad de mercadería se encontraba en mal estado. “En un principio nos dijeron que nos iban a entregar, pero como instituto provicial nunca nos informaron nada. Entonces iniciamos un expediente pidiendo ser parte de la distribución”, indicó a este medio.

A partir de allí, según detalla, se los convocó a una reunión con representantes de la Agencia Antidroga, donde se les informó que la mercadería secuestrada era apta para consumo humano, pero que no era de la mejor calidad.

Ante esta situación, surgió el interrogante sobre cómo hacer llegar los bultos a las comunidades, considerando la falta de logística y las restricciones a la circulación propias de la pandemia. “Nos dijeron que, desde el ministerio de Seguridad no se garantizaba el traslado de la coca a las comunidades. Nosotros no contamos con movilidad y hoy, dada la situación de la pandemia, además de los recortes del IPPIS, no pudimos garantizar que la coca llegue”, añadió.

Finalmente, los representantes de la comunidad fueron convocados a la Escuela de Suboficiales donde, palabras más, palabras menos, se les dijo “esto es lo que queda, no se pongan en exquisitos”. En palabras de Fabián: “Cuando voy a ver, me encuentro con un par de bolsas irregulares. Y me dicen: ‘mirá, es lo que hay. Ya hemos entregado a un par de intendentes’. Y nos dicen: ‘llevá nomás porque esto es lo último que queda’. Y les digo: ‘no, la pesemos porque yo tengo que dar cuenta de cuánto llevo a la provincia y a las comunidades’. Me dicen: ‘bueno, es lo que hay’. Yo vi que había paquetitos. Eran 17 paquetitos que llegaban apenas a los 47, 48 kilos”.

El volumen de la ofrenda difería mucho de los 300 kilogramos que supuestamente iban a ser entregados a las comunidades, pero atendiendo a la escasez del producto y a los altos costos de mercado, optaron por recibirla. “Vimos con el vocal del pueblo Kolla como podíamos hacer para distribuir en las comunidades más cercanas. La coca no tenía color de coca, estaba feísima. Había coca que vos la veías y no era coca. Entonces, lo que se hizo fue hacer un acta de las comunidades que recibieron y se la distribuyó. Lo que quedó, fue porque no pudimos llegar a entregar. Si mal no recuerdo hablaban de 300 kilos que supuestamente me entregaron a mi… yo la verdad que, si tengo que visibilizar, tenemos las herramientas para verificar lo que realmente hemos recibido”, detalla Fabián.

“Preferimos coca y no alimentos”

Desde la Agrupación tradicionalista Gauchos de Güemes relataron que la mercadería en estado de putrefacción fue incinerada por los propios miembros de los fortines. “Las polillas nos joden todos los cueros”, explicó Francisco Aráoz, presidente de la institución.

Según el reporte de Pulleiro, los bultos entregados a los gauchos de Güemes fueron 28, que deberían contener alrededor de 580 kilogramos de hojas. Pero al igual que en el caso de la comunidad Diaguita Kallchaki, los números no coincidían con la realidad. “Nos dieron 28 bultos que se suponía que eran 580 kilos. Pero no llegaba a esa cantidad porque había paquetes que habían perdido muchísimo peso. Pero ante la contingencia de que no está ingresando coca y al precio que se fue, fue muy bien recibida”, agregó Araoz.

La calidad de la entrega, tampoco fue de las mejores. Muchos de los paquetes habían sido sometidos a condiciones de humedad al punto de que buena parte de la dádiva tuvo que ser desechada. “No es una coca de la mejor calidad. Es una coca estacionada desde hace mucho tiempo. Se nota claramente que está seca. El aroma es muy bueno y se la puede coquear, pero no es la hoja verde… es otra cosa. Muchas de las bolsas, las tuvimos que descartar”, describió el gaucho a Cuarto Poder.

Según explica Araoz, la agrupación que preside tiene llegada a unas 45 mil familias de toda la provincia. Muchas de las cuales, se encuentran en los parajes más alejados, donde la hoja de coca es más ponderada incluso que los alimentos. “En los parajes nos decían que por favor les llevemos coca. La gente te pide cuando llevamos donaciones: ‘preferimos coca y no alimentos’. Entonces enviamos la convocatoria a todos los presidentes de fortines para que manden los listados de los gauchos asociados y allegados con nombre y DNI, para evitar que el mismo gaucho venga dos veces”.

En la repartija de coca entre los fortines, no todos la recibieron de la misma forma. De hecho, una de las agrupaciones directamente decidió devolver el cargamento. “En algunos fortines, nos avisaron que la coca estaba mal, le sacaron fotos y uno la devolvió. En ese caso, la quemamos por las polillas que nos joden todos los cueros. Aparte por el mal olor. No es muy agradable recibir una donacion en mal estado”, concluyó Aráoz.