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Por primera vez en 208 años de existencia, una mujer dirige la Biblioteca Nacional

Es al mismo tiempo la primera mujer en dirigir la Biblioteca Nacional Mariano Moreno y la primera bibliotecóloga en el cargo. Elsa Barber, nacida en Villa Cañás, se recibió en la UBA, donde fue directora de su carrera y sigue siendo profesora.

La noticia comenzó en Alberto Manguel: luego de dos años al mando de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, el escritor, intelectual y traductor declaró que en julio dejaría su cargo “por motivos de salud”, según detalló.
A pesar de la tristeza que generó en el ambiente su desvinculación, el vaso volvió a estar medio lleno cuando se anunció a su sucesor. O mejor dicho, sucesora: Elsa Barber, una bibliotecaria recibida en la Universidad de Buenos Aires, que también fue directora del Departamento de Bibliotecología y Ciencia de la Información de la Facultad de Filosofía y Letras, durante 15 años, y sigue siendo profesora de la carrera.
Con más de 40 años de experiencia, Elsa, oriunda de Villa Cañás, al sur de Santa Fe, es la primera mujer en la historia de la institución en dirigirla. Además, un detalle no menor: también será la primera graduada o graduado en Bibliotecología en ocupar el cargo más alto.

 

La charla se lleva a cabo en su despacho, en el tercer piso. Por los pasillos circulan casi 1800 personas por día: mil suelen visitar la biblioteca, mientras el resto se distribuye en los talleres, muestras, actividades y presentaciones de libros que se llevan a cabo en el edificio diseñado por Clorindo Testa.

-¿Le iba bien en el colegio?

-Si, bien, era bastante estudiosa. Demasiado, diría. Pero me molestaba muchísimo el lunes, y esa sensación me quedó para toda la vida. Ahora no sé qué pasa, pero llego a la Biblioteca el primer día de la semana y tengo como diez temas por resolver. Pero todos los días son movidos acá. El miércoles es el mejor día que me siento, ya voy acomodando los temas. Esta biblioteca tiene mucha vida.

¿Cómo fueron estos primeros días como directora?

-Muy activos. Si bien yo ya estaba en la Biblioteca desde hace 11 años, los últimos dos he trabajado mucho en conjunto, tanto con el ex director, Alberto Manguel, como con el resto del equipo. De modo que ya teníamos una actividad muy grande aquí dentro; ese trabajo en equipo me permitió conocer muchas de las actividades de las direcciones de administración y cultura, algo que en la gestión anterior no tuve la oportunidad. De hecho, fue una de las cosas que yo le pedí a Manguel cuando nos conocimos y decidimos que yo iba a continuar en la subdirección: le dije que necesitaba trabajar en equipo. Y así se hizo. Venimos trabajando todas las semanas con todas las direcciones y pusimos sobre la mesa todos los temas a tratar. Yo creo que la única manera en la que se puede trabajar es en equipo. Esta es una institución que no estaba acostumbrada a hacerlo, de modo fueron dos años duros y de mucho trabajo.

-¿Qué cambia cuando pasa de ser subdirectora a directora?

-Fue como una continuidad por un lado, pero claro, con más responsabilidad, porque uno cuando tiene un director, él es el que da la última palabra. Ahora la última palabra la tengo yo. Eso es un peso grande, pero hemos hablado mucho con los directores generales, y en este momento diría que estamos compartiendo la gestión de la biblioteca. Esa es mi idea, que en este periodo estemos todos juntos con el mismo objetivo: la gestión de esta institución.

-¿Qué expectativas tiene?

-Dirigir la Biblioteca Nacional Mariano Moreno es el máximo objetivo que puede tener un bibliotecario graduado en Argentina. Te diría que nunca me lo imaginé. He ido llegando a estos lugares, creo que por un gran trabajo previo en el ámbito académico y de investigación. Eso me permitió ocupar determinados lugares que fueron grandes desafíos. Pero yo nunca en mi vida pensé en ni ser subdirectora. Por lo tanto, es una responsabilidad enorme, porque no solo me pesa ser la primera mujer, sino también la primera bibliotecaria graduada en asumir; y por eso pareciera que tengo que demostrar más todavía.

-¿Considera que es un deber ser bibliotecario o bibliotecaria para dirigir esta Institución?

-No, no soy de las que creen que la Biblioteca Nacional deba ser dirigida por un bibliotecario, quiero dejar eso claro. Siempre pensé que debía ser dirigida por un funcionario político que tenga una llegada a las máximas autoridades, y después sí, en la subdirección, inmediatamente un bibliotecario graduado. Pero eso tampoco sucedió durante muchos años.

-¿Qué diferencias existen entre esos dos perfiles de directores?

-Obviamente yo no sé lo que sabe un escritor, un filósofo o un sociólogo, pero ellos tampoco saben lo que yo sé, desde el punto de vista práctico.

-¿Por qué cree que pasó tanto tiempo para que una mujer asuma la dirección de la Biblioteca?

-Es muy amplia la pregunta. Creo que las mujeres siempre estamos como a prueba y que tenemos que rendir diez veces más que un hombre para poder ser reconocida. Si bien yo creo que a lo largo de la historia muchas mujeres se han destacado, siempre les ha costado y han estados detrás de una gran personalidad, o detrás de un “gran hombre”, bien entre comillas. Las mujeres siempre estamos tratando de demostrar todo lo que podemos hacer. Y eso cuesta. Pero la verdad es que somos mucho más organizadas y obsesivas que los hombres. Nuestra profesión requiere de mucha metodología y sistematización, y esto hace que nuestra mente esté formada con esas características. Pero volviendo a la pregunta, creo que estamos en una sociedad machista en definitiva. Entonces, a lo largo de los años ha sido dificilísimo que una mujer accediera es este lugar como tantos otros. No es el único, pero es un ejemplo que se ve claro: nunca en 208 años de existencia de la Biblioteca Nacional hubo una mujer como directora. Bienvenido sea.

-¿No es curioso que nunca antes haya habido en la dirección un bibliotecario/bibliotecaria de carrera?

-Es curioso, pero en nuestro país suelen suceder esas curiosidades. De modo que no es extraño. Recuerdo que cuando vine a estudiar bibliotecología a Buenos Aires, soy nacida en Villa Cañás, al sur de la Provincia de Santa Fe, a mi mamá le preguntaban qué era esa carrera y si se estudiaba para ubicar libros en los estantes. Hoy en día se sigue diciendo eso. Hay un gran desconocimiento acerca de la formación de un bibliotecario en nuestro país, se desconoce que existe la Universidad donde se estudia. La propia Biblioteca tiene una escuela nacional de bibliotecarios, que nació hace muchos años y que fue creada por los profesores más importantes de la UBA. De modo que es una carrera que se puede estudiar en muchos lados, a pesar de que la gente lo desconozca.

-¿Cómo es la relación entre la bibliotecología y la tecnología?

-Nosotros tenemos un equipo multidisciplinario, ya que hoy en día no podemos trabajar solos. Para eso estamos trabajamos permanentemente con gente del ámbito cultural y del área de sistemas. La tecnología está en cada uno de los rincones de nuestra vida, y curiosamente, en las bibliotecas fue donde primero se insertó. En la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires, donde yo me gradué, existen carreras con mucho renombre que no tienen inserta la tecnología como la tiene Bibliotecología. De hecho, como hoy no se puede hablar de esta carrera sin tecnología,este cambio ha hecho que los varones se sientan más atraídos por estudiarla, ya que tradicionalmente las mujeres hemos sido siempre mayoría.

-¿Qué oportunidades le dio la Universidad de Buenos Aires?

-¡Todas! Esta educación me dio todo. Siempre le cuento a la gente que no tienen la menor idea de lo que significa estudiar en la universidad pública, donde recibimos absolutamente todo. Después, de alguna manera, uno intenta devolver lo que recibió. En mi caso, a través de la investigación, cuando pudo llegar ese momento, porque les cuento, comencé desde el primer eslabón, como ayudante de segunda, y luego pasando por cada uno de los puestos. Ese camino me permitió vivir mucho la Facultad. Después llegué a dirigir el departamento de Bibliotecología durante casi 15 años. Todo lo que pude aportarle al país para la formación, fue mi manera de agradecerle todo lo que me dio.

-¿Ni siquiera en sus primeros años universitarios se imaginó ocupar el puesto que ocupa?

-No, no, para nada. Lo mío fue muy variado. El primer lugar en donde trabajé fue el Mercado Central de Buenos Aires, no tenía ni 18 años, recién había empezado. Normalmente, lo que la gente no sabe, es que uno muy rápidamente encuentra un ámbito laboral. Mejor o peor pago, eso es relativo, pero uno se ubica laboralmente. De hecho, la temática de mi primer trabajo tenía que ver con la Comercialización de frutas y hortalizas. Esto marca la variedad de cosas que podemos hacer. De ahí salté al ámbito de la medicina, en épocas donde no existía Internet y las bibliotecas no estaban actualizadas. Así que me dediqué a hacer índices de actualización para médicos. Durante todo ese tiempo también me dediqué a la docencia, hasta que en un determinado momento me ofrecieron concursar un cargo con dedicación exclusiva. Yo era medio la mano derecha del dueño de la empresa de índices de medicina, pero no podía crecer más, porque la dueña no podía ser. Y elegí el mundo académico, a pesar de cobrar en mi otro trabajo cuatro veces más.

-¿Cuándo comenzó su vínculo con la Biblioteca Nacional?

-Antes de estar involucrada era muy crítica de esta institución. Ese motivo me llevó a que en determinado momento, cuando Vitali era director, y Horacio González subdirector, decidieron crear un consejo consultivo honorario de bibliotecarios del cual no participé. Sin embargo, cuando Horacio González asumió como director, en el año 2006, me convocaron para formar parte. A partir de ese momento es que empecé a formar parte de la biblioteca, aunque desde afuera. Me acuerdo que planteamos que era muy difícil no estar en el día a día. Después me di cuenta que era imposible, porque todo era teorizar. Otra cosa muy distinta fue estar acá, a partir del 2007.

-¿Le costó?

-Yo creo que siempre fui una persona de muchos desafíos. Eso me llevó a ocupar este lugar. No es que me iba a mi casa y se terminaba el trabajo, mi vida es esta profesión. Siempre estuve muy expuesta, fui criticada y querida, pero siempre fui para adelante pensando qué podía aportar.

-¿Cómo se sortean los altibajos?

-En un determinado momento me sentí muy desaprovechada. Me conocían más en el exterior que acá. Pero pasó y volví a sentir que estaba devolviéndole a mi país todo lo que me dio. Tuve varias oportunidades para irme, pero ahí ya jugaba una cuestión familiar. Es decir, yo soy hija única y mi papá falleció cuando yo era muy chica, y me criaron dos mujeres: mi mamá y una tía. Nunca hubiese dejado a esas dos viejitas. Eso fue lo que hizo que me fuera, volviera, me volviera a ir, y siempre volvía. Pero por otro lado, siempre quise aplicar mis conocimientos en Argentina.

-¿Qué lugar ocupan los libros en su vida?

-Me he abocado tanto a mi profesión, que fundamentalmente tengo una biblioteca (que ya estoy pensando qué voy a hacer con ella) dedicada a la bibliotecología. Además, como la mayoría de cosas que se escriben están en inglés, tengo una mayoría de libros en ese idioma. También tengo obras de literatura, que suelo leer, pero a raíz de lo que siempre estoy haciendo, he leído mucho sobre mi propia disciplina y sus muchas ramas.

-¿Es de las personas que presta libros?

-Si, y me olvido y los pierdo, porque dentro de la organización, que puede parecer muy sofisticada, dicen que “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Pero no me importa perderlos, porque si otro lo puede usar estoy tranquila. De hecho, me sucede que cuando doy clase y pongo en la mesa todos los libros a la vista de los alumnos, se sorprenden. Yo creo que hay que trabajar así, no con la fotocopia en lo posible.

-¿Qué le deja Alberto Manguel a la Biblioteca?

-Muchísimas cosas. Con él, y voy a hablarte de un trabajo en conjunto, hemos podido ordenar muchas cuestiones desordenadas de la estructura y del trabajo interno. Lo que deja es una mirada universal, como él y Borges decían, mucho más allá de los límites y los objetivos de la Biblioteca, que es la guarda de lo nacional, sino abarcar lo universal, por lo tanto todo. Esa mirada internacional hizo que reinstalara a la Biblioteca en el mundo, con la firma de acuerdos con grandes bibliotecas, como la Brithish library, la Biblioteca Nacional de Francia, el Archivo y Biblioteca Nacional de Canadá, de Alemania, y un sin fin de vínculos y relaciones que le estamos dando continuidad. Además, aportó una mirada fundamental hacia el fomento de la lectura, tanto para niños, adolescentes y adultos, la creación de centros, como el Centro de historia del psicoanálisis, el Centro de literatura infantil y juvenil, que veremos de reactivar en septiembre. Por otro lado, Manguel siempre buscó desarrollar las colecciones de la Biblioteca. Para él era sumamente importante que las pocas colecciones de autores nacionales que siguen quedando en el país no se pierdan, y se queden Argentina, y que sus herederos vean en la institución un lugar seguro para dejar ese legado.