El juego de la política es un acertijo para quien supo ejercer la soberbia del poder y hoy intenta parecer un «buen muchacho»
Fue el responsable durante una década de las finanzas de la provincia y ahora juega a hacer política.
Desde sus “superpoderes” como Jefe de Gabinete y ministro de Hacienda, tuvo la oportunidad de modificar políticas públicas a favor de los que menos tienen y no solo no lo hizo, sino que contribuyó a ahondar la brecha.
Su fundación Imagina obtuvo rápidamente la personería jurídica y ahora es el vehículo que lo lleva a hacer campaña electoral, bajo los mismos postulados que hasta no hace mucho negaba a los ciudadanos. Educación sexual en las escuelas, capacitación de desocupados (otrora reprimidos por su propio gobierno), contribuir al progreso social, son algunas de las banderas que ahora considera innovadoras y no duda en enarbolarlas para darse a conocer a la gente.
Intenta salir del ostracismo al que él mismo se condenó con sus pocas luces políticas y embriagado de poder del que supo gozar, para darse a conocer frente al electorado en una impostada pose de candidato a gobernador (que ni él se la cree).
Se lo sindica como el responsable de las cuentas en rojo de la provincia. Fue tras su salida, a fines de 2017, cuando los nuevos funcionarios se dieron con la poca agradable novedad de que la provincia no estaba tan ordenada, ni tan equilibrada como decían, y hubo que apelar a un descubierto de 10.000 millones de pesos para pagar los sueldos.
Lo cierto es que Parodi no aspira a ser gobernador, pero en tiempos de numerosas investigaciones judiciales sobre gestiones cuestionadas, no vendrían mal los fueros de un legislador (por las dudas). Pero para eso hace falta el conocimiento de la gente.
Todavía goza de la amistad y el apoyo del gobernador Urtubey que propicia y avala con su presencia y la de sus funcionarios, cada uno de sus mítines políticos.
Sin embargo Parodi no la entiende. Carece del don natural del carisma que todo político necesita, pero lo que es peor, de la empatía necesaria para ganarse el voto del ciudadano. Su conocida vanidad, pese a querer mostrarse como chico bueno de barba descuidada y vestimenta relajada, lo traiciona permanentemente.
Un ejemplo de ello fue el viaje en avión que realizó desde nuestra ciudad a Buenos Aires el pasado jueves muy cómodo y relajado en primera clase. Quizás sea lo habitual en su conducta, pero esta vez le jugó en contra la presencia de un político de raza, el vicegobernador Miguel Isa, quien no tuvo reparos en acomodarse de manera sonriente al fondo de la aeronave y sin privilegios de clase acomodada. El contraste fue notorio, y Parodi no se llevó precisamente la mejor parte de los comentarios de quienes en 2019 podrían votarlo… o no.