A 136 años de la Revuelta de Haymarket todavía hay que explicar que no todo trabajo es digno y que los mártires de Chicago luchaban para trabajar menos.

 

Un poco de historia ante el eufemismo provocador del municipio capitalino no viene mal.

En 1886, las jornadas laborales duraban 16 horas, de lunes a lunes y los trabajadores querían reducirlas a 8. Una revuelta obrera multitudinaria en Chicago fue reprimida y terminó con la explosión de una bomba, en un confuso episodio. Fueron responsabilizados ocho trabajadores, quienes fueron condenados a prisión y a la horca.

Los condenados a prisión fueron Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetua), Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a quince años de trabajos forzados) y Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua).

“Hablaré poco, y seguramente no despegaría los labios si mi silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que se acaba de desarrollar. Lo que aquí se ha procesado es la anarquía, y la anarquía es una doctrina hostil opuesta a la fuerza bruta, al sistema de producción criminal y a la distribución injusta de la riqueza. Ustedes y sólo ustedes son los agitadores y los conspiradores”, dijo en la audiencia condenatoria Schawab.

Los mártires de Chicago

La pena capital se consumó el 11 de noviembre de 1887 con la ejecución de George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo), Adolph Fischer (alemán, 30 años, periodista), Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente) y August Vincent Theodore Spies (alemán, 31 años, periodista). Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero) se suicidó en su propia celda en su propia celda antes de ser ejecutado.

¿Eufemismo o confesión de parte?

De aquella lección histórica, la Municipalidad de Salta parece no haber aprendido absolutamente nada. El día de ayer la ciudad amaneció empapelada con la leyenda «1° de mayo Feliz día del Trabajo», como si de una celebración en honor a San Cayetano se tratara.

Muchos se aventuraron a opinar que el mensaje era en realidad un reconocimiento de la realidad de muchos trabajadores de la administración municipal, quienes luchan hoy por mejores condiciones laborales.

Los mártires de Chicago jamás celebraron el trabajo, tal como se intenta instalar por estos días. Tampoco lo hacen los millones de trabajadores precarizados y explotados a lo largo y ancho del planeta. Y aún existiendo un importante porcentaje de trabajadores desempleados, trabajar nunca puede considerarse un privilegio, ya que hacerlo no es una opción para quienes no detentan los medios de producción.

Por eso cada 1° de mayo se conmemora en Argentina y buena parte del mundo el Día Internacional de los Trabajadores.