En el Grand Bourg están eufóricos. Aseguran que el nivel de conocimiento nacional del gobernador pasó del 28% a inicios del 2015 al 68% en febrero de este año sin que se haya medido aún el efecto Isabel Macedo. (Daniel Avalos)

En los pasillos de la casa de gobierno aseguran que además del propio Urtubey, el responsable de lo que está ocurriendo es el encargado de consolidar las relaciones políticas del mandatario y diseñar su política comunicacional: Juan Pablo Rodríguez, el ministro que ya ni siquiera repara en la finalidad de que su Jefe llegue a disputar la presidencia en tres años, porque está concentrado en encontrar los medios necesarios para que la finalidad sea posible y que en esta etapa requiere de algo preciso: hacerlo conocido en todo el país.

Sobre la historia del propio Rodríguez se dice poco: que sus primeras armas las hizo en el equipo de prensa de Javier David cuando éste era ministro de Economía de Juan Carlos Romero; que Urtubey lo sacó del ostracismo en el que había caído tras la derrota de la formula Wayar – David en 2007 a manos del propio Urtubey; que fue ganándose un lugar a base de ejecutar con eficacia los planes del primer mandatario y que en ese proceso hubo dos momentos claves: la jefatura de campaña de la primera reelección (2011) y, fundamentalmente, el triunfo electoral de Rodolfo Urtubey sobre Juan Carlos Romero en las legislativas nacionales del 2013. Consolidado en el cargo se embarcó a la campaña re-reeleccionista de mayo pasado y a identificar oportunidades políticas y mediáticas para el mandatario en la escena nacional. Un detalle en principio inocuo, se resaltan entre las anécdotas que pincelan la personalidad del Ministro de Gobierno: carece de cuentas personales en Twitter y Facebook a pesar del prestigio del que gozan las redes sociales entre los políticos desde que Barak Obama ganara la presidencia de EEUU en alianza abierta con Google.

No habría que sorprenderse tanto. Un análisis atento de cómo se desenvolvió el protagonismo mediático de Urtubey en el último año nos permite deslizar una conclusión: las redes sociales están sobrevaluadas en lo que a impacto político se refiere. El teatro de operaciones del mandatario salteño no fue en las redes sociales -que cada vez se asemejan más a un reino de madrigueras que potencian las conductas tribales. Su apuesta fue a los poderosos medios de comunicación que hacen uso de las redes sociales, pero sólo para potenciar a un periodismo que contando con más o menos simpatía, sigue monopolizando el uso de la palabra pública y que posee una impresionante capacidad de formatear las ideas, emociones y memorias de la sociedad a la que se dirige. Y en ese universo, la televisión es la más importante porque su impacto tiene una escala industrial por ser barata para el púbico, antielitista y hasta igualadora.

Con esa concepción de la política y la comunicación, Juan Pablo Rodríguez devino en pieza clave para lograr los resultados que en el Grand Bourg se celebran: un 28% de los argentinos sabía de la existencia del gobernador a principios de 2015; índice que subió al 31% tras la re-reelección de mayo del mismo año. Entre esa fecha y febrero de 2016, el porcentaje se estiró hasta el 68%. El rol de vocero de Scioli durante la campaña presidencial y el antikirchnerismo furioso que destiló tras la derrota del propio Scioli en el balotaje de diciembre, explican ese salto que precisó de alguien que aceitara contactos que abrieran las puertas de los medios nacionales que, según dicen, se hizo aprovechando el atractivo político del gobernador y prescindiendo de cualquier tipo de vínculo comercial.

Aclaremos que lo último suena enteramente inverosímil para estas líneas. La nula fe, sin embargo, no opaca un hecho inobjetable: el nivel de conocimiento del gobernador no sólo se disparó, sino que también generó una condición inédita para un político salteño: periodistas de reconocida trayectoria se han convertido en voceros del gobernador. Desde Morales Solá a Horacio Vertbitsky; del Gato Silvestre a Jorge Lanata. No importa cuán odiados o amados por el público sean estos hombres de prensa. Importa que una larga lista hiciera de Urtubey objeto de editoriales, columnas de opinión y análisis políticos en la televisión, la radio y los medios gráficos.

Habrá que admitir también que todo parece ser producto de un plan bien monitoreado. Hay quienes dicen que la historia comenzó en 2014, cuando la combinación de lucha abierta entre medios hegemónicos y kirchnerismo, proselitismo provincial que presentaba a J.C. Romero como el candidato de la oposición nacional y el ataque de los mismos medios a un Urtubey asociado a Cristina Kirchner; inclinó al Grand Bourg a enviar durante un mes a la capital nacional al entonces Secretario de Comunicación. La misión del emisario era simple: aminorar los ataques a Urtubey sugiriendo a los jefes de redacción nacionales para que El Tribuno no se constituyera en fuente exclusiva de las redacciones, y tejer relaciones cordiales con las cúpulas mediáticas. En el medio, Rodríguez hizo lo que todo operador político que se precie de tal hace: engrosar su agenda de contactos para ponerla al servicio del Jefe, mientras él se convertía en interlocutor obligado de editores, productores, periodistas y divas que hoy desean que el gobernador visite sus programas.

Si admitimos que el Plan existe, conviene identificar entonces algunos rasgos centrales del mismo. Hasta ahora la impronta política fue crucial y tuvo por escenario a la nación y algunas provincias. En estas últimas, se observa un mismo patrón de trabajo e iguales resultados: distritos conducidos por justicialistas que hace años rompieron con el kirchnerismo: Córdoba y Chubut; el sistema de voto electrónico salteño haciendo de Caballo de Troya “U” que permite al mandatario desembarcar en esos terrenos; fotos amenas con los gobernadores Schiaretti y Das Neves que junto a Urtubey celebran la era de unidad y consenso nacional que demanda un PJ renovado al que ellos dicen representar. Los resultados, dijimos, también son los mismos: tapa de los principales diarios de esas provincias (La Voz del Interior o el diario Chubut) que destacan la visita del salteño quien luego es objeto de notas y comentarios radiales y televisivos que replican lo que el papel ya adelanto.

En los medios nacionales, el Caballos de Troya “U” fue el discurso. Urtubey ha desfilado entre octubre de 2015 y febrero de 2016 por cada uno de los programas televisivos que de 21 a 24 horas, se ocupan de la política nacional. Cada uno de esos programas esperaba del gobernador lo que éste prometía darles a cambio de muchos primeros planos y desarrollo de conceptos políticos siempre salpicados, eso sí, de consignas precisas que muchos conductores y televidentes metropolitanos quería escuchar: la promesa de que el kirchnerismo concluía como modelo de gobierno y el deseo de que ese kirchnersimo se convirtiera en un sector residual del justicialismo.

Urtubey no prescindirá de esos programas ni de ese discurso. Sabe que ambas variables lo legitiman ante el establishment y le abren las puertas de muchos hogares interesados en la política nacional, o que al menos demandan información al respecto. Pero sabe también otra cosa: numéricamente más importantes son los televidentes que se sientan frente al televisor entre las 14 y 17. Millones que quieren escuchar programas que relatan lo mal o bien que está Florencia de la V, lo ordinaria que puede resultar Nazarena Vélez, las increíbles semejanzas que existen entre un vestuario de fútbol y un cabaret, el valor de las quintas que alquilan Susana Giménez o Mirtha Legrand para reponerse del estrés que les ocasiona confirmar que sus muslos y senos son cada vez menos firmes y mucho más flácidos; sin olvidar, por supuesto, cómo de cuándo en cuándo aparecen parejas que los conductores aseguran que están hechas el uno para el otro.

El Caballo de Troya “U” en este escenario es la actriz Isabel Macedo quien confirmó el noviazgo con el gobernador salteño. Seamos prudentes. Digamos que nos resulta difícil imaginar a un Urtubey relatándole a Luis Ventura las bondades del amor. Entre otras cosas porque no hace falta. Alcanza con que el propio Ventura o un personaje similar difunda frases e imágenes de alto impacto y “casualmente” capturadas que deben conmover al corazón de doña Rosa y don Pancho quienes podrán no saber qué consecuencias tiene la política “U” en la provincia de Salta, pero que muy probablemente celebraran que ese mandatario buen mozo necesita que su numerosa familia apruebe a la mujer de sus sueños y bendiga la unión. Justo como ocurría en los viejos tiempos en donde la familia lo era todo.

El resto viene sólo. Hablamos de las tapas de revistas como Gente, Caras, Pronto, Hola o Para Ti que millones de argentinos -incluso los que presumen entender “El ser y la nada” de Jean Paul Sartre- hojearan mientras esperan que el médico, el dentista o el peluquero terminen con los clientes que lo preceden en la atención. Que tales revistas hayan prestado sus servicios a la dictadura militar en otros tiempos o aboguen por la tilinguería en el presente, es algo que poco importa a Urtubey o a Juan Pablo Rodríguez. Puede, incluso, que estén seguros de que razonamientos de ese tipo sean propios de memoriosos agrios. Lo seguro, en cambio, es que ambos están abocados a acondicionar el terreno para que el primero llegue con chances a 2019. Y en la tarea se valen de las lógicas políticas y culturales de la sociedad a la que pretenden dirigir.