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Pagando favores

Aliviada, la Casa Rosada piensa en un gesto para los senadores nacionales que frenaron el impuesto a las ganancias. Sin fecha para un anuncio, comenzó ayer a negociar con la CGT y busca opciones por Ganancias.

No había euforia ni alegría desmedida. La sensación era más bien de alivio por haber frenado, al decir de un importante ministro y cuando menos por unos días, «la bola de nieve» que se le venía encima al gobierno de Mauricio Macri.

Horas después de frenar lo que parecía la segura aprobación en el Senado del proyecto opositor que modificaba de manera sustancial el impuesto a las ganancias, y con la posibilidad latente de tener que recurrir a un impopular veto presidencial, en la Casa Rosada había satisfacción, pero también cautela.

«Hay una lógica parlamentaria que desde aquí nos excede. Acá nada terminó, pero estamos contentos porque hay espacio para la negociación», afirmaban a LA NACION cerca del jefe de Gabinete, Marcos Peña, cuando ya el Senado había decidido no dictaminar sobre el proyecto recibido de Diputados, y poco antes de que los ministros de Hacienda de 21 provincias firmaran un pedido a la Cámara alta con el objetivo de posponer el debate.

Ese diálogo del que hablaba el Gobierno comenzó en la misma tarde de ayer, cuando el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y el coordinador del gabinete Mario Quintana se reunieron en la sede de Sanidad con la cúpula de la CGT, un sector que -según la mirada de Balcarce 50- sostuvo una posición «razonable» días después de avalar el proyecto de Sergio Massa y el kirchnerismo.

Con respecto al plazo puesto por los senadores del PJ, que expiraría hoy, en el Gobierno fueron claros. «No habrá convocatoria urgente a todos los sectores, pero mañana (por hoy) vamos a hacer un gesto», afirmaron cerca del Presidente. La reunión de mesa chica, en la quinta de Olivos, sería el escenario para ese gesto de buena voluntad hacia los legisladores peronistas.

¿Qué propondrá el oficialismo? Habrá, prometen cerca de Macri, una mejora con respecto al proyecto oficialista, que quedó muy lejos del propuesto por la oposición. El que parece razonable a los ojos de la Casa Rosada era el impulsado por el senador salteño Rodolfo Urtubey, que sube el mínimo no imponible y deja definitivamente archivada la posibilidad de nuevos impuestos al juego, la minería y los plazos fijos, como proponían Massa y el kirchnerismo.

Nadie podía asegurar que esa fórmula tuviera éxito y que el PJ no volviera a embestir en unos días, pero la sensación predominante era que una buena propuesta calmaría las aguas de los opositores

«El proyecto era un mamarracho, Massa y Kicillof querían algo imposible», afirmaban cerca de Macri. Recordaban con especial énfasis al kirchnerista Juan Manuel Abal Medina, que convocó a tributaristas como César Litvin que fueron muy duros con el proyecto, y al jefe del bloque, Miguel Ángel Pichetto, un moderado en las lides legislativas. En otros despachos valoraban la actitud de la neuquina Lucila Crexell (MPN), la primera senadora fuera de Cambiemos que se opuso públicamente al proyecto antes de que comenzara a ser tratado por sus pares en comisión.

En tren de autoevaluación, todos ponían en primer lugar el rol «decisivo» del Presidente y del jefe de Gabinete, Marcos Peña, que se negaron a negociar con Massa cuando éste juntó a la oposición en torno de un proyecto que, según la Casa Rosada, «desfinanciaba al Estado».

Macri y Peña salieron con todo a tratar de «impostor» al tigrense, y amenazaron con no vetar el proyecto, de modo de terminar perjudicando los envíos de fondos para obra pública y los envíos de dinero fresco a las provincias. «Les torcieron el brazo y dimos vuelta la tortilla», resumió un funcionario.

También fue clave el rol del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, que ni bien volvió de China, en la tarde del lunes, aceleró la negociación con los mandatarios provinciales, una negociación que en Balcarce 50 se esperaba con ansias. El gobernador de Chubut, Mario Das Neves, fue uno de los gobernadores díscolos que cambió de opinión luego de ver ayer al titular de Interior.

En la otra vereda, en la Casa Rosada apuntan al pampeano Carlos Verna, «que rompe todos los códigos», y al formoseño Gildo Insfrán. Y suman al tucumano Juan Manzur, que del idilio con Macri pasó a la oposición en casi todos los frentes. Pero más allá de los frentes, que siguen abiertos, en el Gobierno se permitían cierto optimismo.

«La cebra ya parece una pantera, se le están borrando las rayas», afirmó anoche a LA NACION el secretario Legal y Técnico, Pablo Clusellas. El clima interno había cambiado.

Fuente: La Nación