Secuestraron más de 3 kg de cocaína en la casa de la comisario Jefa de la División Bomberos. Voces de la propia fuerza policial señalan como poco creíble la teoría de la “denuncia anónima” como activadora del proceso. (Aníbal Roldan)

El hecho golpeaba a uno de los cargos de mayor jerarquía en la fuerza policial. Por eso se conoció en la prensa el martes, pese a que el viernes a la noche ya se sabía. La noticia fue mantenida oculta todo el fin de semana, con el más riguroso de los silencios, por razones obvias: la caída de una alta jefa de la policía, acusada de estar vinculada al narcotráfico, no era un hecho menor. Inevitablemente, produciría un sacudón en la opinión pública.

El primer comunicado oficial que anuncia la noticia da cuenta de la evidente cautela. Se trata de un parte escueto y poco claro, por lo cual es posible señalar, con cierta seguridad, que deliberadamente se retaceó información desde un principio. En concreto, sólo informan que había sido detenida “una mujer que ocupa un alto rango” en la fuerza y no se atreven a mencionar el nombre, dejando, así muchas dudas. Un día después, recién, no les quedó otra que confirmar que se trataba de la comisario mayor Beatriz Nieva, que había sido suspendida de su cargo y se encontraba detenida.

A la versión policial de lo sucedido la siguió Miguel Velarde, jefe de prensa de la Policía de Salta. Según declaró, la dirección de Drogas Peligrosas, a partir de “denuncias anónimas”, detuvo a Víctor Nieva, hermano de la comisario, cuando andaba por la zona de la cancha de Juventud Antoniana, precisamente en San Luis y Catamarca. “Al hacer la requisa encuentran cocaína fraccionada y ponen en conocimiento al Fiscal. Se libera entonces una orden de allanamiento al domicilio de esta persona”, contó Velarde. Cuando van a la casa de Víctor Nieva encuentra más cocaína, secuestrando una suma total de más tres y medio kilogramos de máxima pureza. Es durante el mencionado procedimiento, que los efectivos se dan con que, en el domicilio allanado, residía Beatriz Celia Nieva, jefa de la División Bomberos.

Con el caso en boca de todos, el mensaje de la policía fue señalar que desde el recambió en la jefatura (salida de Lami e ingreso de Silvestre) en la institución se encuentran “trabajando fuertemente” para “autodepurarse” y a la vez remarcar que  no van a permitir narcopolicías en sus filas. Sin embargo, lo cierto es que de “casualidad” se dieron con Nieva; es decir, que de acuerdo con sus dichos, no fue producto de fatigosos días de investigaciones. Más bien lo que buscó el oficial fue atajarse de cuestionamientos al igual que el subjefe de Policía, Luis Aberaztain, quien en la misma tónica dijo: “Si queremos dar un servicio de excelencia y tenemos que empezar por casa. Todos los que no se ajusten serán separados, esto pasó con la comisario Nieva”.

Voces maliciosas de la propia fuerza policial señalaron que resulta poco creíble que todo se haya activado por una “denuncia anónima” tal como se informó. Siempre, según la misma fuente, este caso es el resultado de una feroz interna. Ocurre que, luego de que se “descentralizó” Drogas Peligrosas y la Brigada de investigaciones, estos poderosos grupos  quedaron debilitados. Principalmente en lo que respecta al control territorial de la venta de drogas en el centro; zona donde las mencionadas secciones se movían como pez en el agua. Ellos históricamente eran quienes imponían las reglas de juego. Sabían quienes podían operar y quiénes no. Tenían armado un esquema de protección a negocios que venden bebidas, dealers, bares y boliches. Conocían todos los movimientos. Sabido es que detrás de cualquier dealer siempre hay un gran policía. Y esa relación si bien continua siendo así, ya no depende exclusivamente de Drogas Peligrosas; razón por la cual algunos sectores de la fuerza comenzaron a desarrollar sus “kioskos” de manera autónoma. Cuestión que está enojando en demasía a viejos regenteadores, que ven como una de las principales cajas que manejaban se les va de la mano como agua y que no les espera un futuro promisorio en la gama de ilícitos que supieron controlar. Así es que, algunos especulan, que hicieron caer a una comisario que conocían bien; que quería hacer la suya. Una mujer que tenía su oficina pegada a la jefatura de la 1ra ubicada en calle Güemes. Lugar donde las paredes escuchan. Y donde los chismes van y vienen.

Cuanto todavía no había pasado al olvido el episodio de narcopolicias, conocido a fines del año pasado, nuevamente un miembro de las fuerzas aparece envuelto en este tipo de trapisondas. Por supuesto que la explicación oficial siguió la clásica línea argumental de que se tratan de casos aislados. Pero, sí en 2005 cuatro policías federales aparecieron con 120 kilos de merca, en 2011 a dos policías de inteligencia se les secuestró 50, hace dos años apareció un patrullero con casi 70 kg, ¿es posible sostener que se tratan de casos aislados? ¿Se trata de “infiltrados” o sus actos son parte de una organizada manera de actuar, de una generalidad? Los casos mencionados -más otro buen número de hechos- empujan las respuestas hacia la segunda opción.