Otra vez sopa

 

ALEJANDRO SARAVIA

 

No se puede comenzar una columna de opinión esta semana sin rendir respetuoso homenaje a dos grandes viejos que acaban de morir: Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, y José “Pepe” Mujica, expresidente de la República Oriental del Uruguay. Dos personas unidas por un gran valor humano: la humildad y el desapego material, lo que los hacía trascender las trampas alienantes de esta cultura del consumo. A ambos un emocionado recuerdo.

Como bien se sabe no sólo hubo elecciones, este último tiempo, en nuestra provincia, sino también en el Estado Vaticano, en el que, tras la muerte de Francisco, recién recordada, fue elegido un nuevo Papa, León XIV. Tras esa elección tengo la impresión de que quien fue el de transición fue el propio Francisco, que hizo el trabajo sucio, y que éste, León XIV, tiene la misión de concretar, consolidar, lo que Francisco anunció y comenzó. Y, ¿por qué interesa la elección de un Papa, cabeza de una de las religiones monoteístas del mundo? Pues, sencillamente, por la autoridad moral que del mismo emana. Tanta que hasta el propio Trump, en su estilo payasesco, se autoimaginó como tal, como Papa, sin darse cuenta que con ese desliz ubicaba al rol papal, simbólicamente, por sobre el rol presidencial de una de las dos potencias más importantes del mundo actual. Bueno, ese rol superlativo en lo simbólico es el que nosotros, los argentinos, con nuestras pequeñeces, supimos una vez más desaprovechar.

Dicho esto, tampoco podemos pasar por alto que el domingo pasado, 11 de mayo, hubo elecciones legislativas en nuestra provincia, con cuyos resultados se vincula el título de esta columna “Otra vez sopa”. ¿Por qué ese título?, pues, porque nuevamente el triunfante es el oficialismo de turno. Aunque la voz “turno” en este contexto pueda resultar algo engañosa puesto que este turno del que estamos hablando se inició con el primer gobierno provincial de Juan Carlos Romero en el año 1995. En ese año y con esa gestión concluyó la saludable etapa de las alternancias gubernamentales en nuestra provincia tras la recuperación democrática a partir de 1983, dándose comienzo a lo que algunos analistas denominan como etapa feudal, en el sentido de que un feudo implica una concentración de poder en manos de una sola persona o grupo, que ejerce una influencia determinante en las decisiones políticas, sociales y económicas de la zona, similar a un “señor feudal” en la Edad Media, esto es, cuando no había Estados Nación, sino una serie de fragmentaciones territoriales. En concreto, desde hace 30 años gobierna nuestra provincia el mismo grupo politico, tornándolo, por ello mismo, en una casta, categoría no imaginada por él ni mucho menos, pero que tanto sirvió a Milei para llegar a la presidencia de la República y, también, para ocultar sus propias limitaciones.

Es necesario mencionar esto porque una dirigencia política provincial, en usufructo del poder desde hace 30 años, se siente y se cree democrática, republicana e irreprochable cuando todas las evidencias marcan lo contrario. En una república prima la alternancia, el control sobre el poder, el respeto y la prestancia institucional, en los feudos como el que acá rige, a pesar de las distracciones de todos, no cunden esos valores sino otros, desde ya mucho peores.

La única vinculación de la casta local, endógena, con lo exógeno, en el caso con lo nacional, es la dependencia existente a partir de la concentración en manos del ejecutivo nacional de las “efectividades conducentes” que, en definitiva, sirven de elemento de presión, de subordinación política, de lo provincial respecto de lo nacional. Las provincias, en especial aquellas que como la nuestra dependen en un alto porcentaje de las transferencias nacionales, son nada más que trebejos en las partidas de ajedrez que se disputan en el escenario nacional. Por ello es que se habla, acá, tanto y tan sonoramente, de federalismo, precisamente porque no lo hay. Dime de lo que te jactas y te diré de lo que careces…

Volviendo a los resultados electorales en nuestra provincia, la única sorpresa fue el triunfo de La Libertad Avanza, del mileismo, en el Departamento Capital en el que esta fuerza se llevó la candidatura estrella de esta elección, la de Senador. Mas, en definitiva y en concreto, el oficialismo salteño, que se presentaba con diferentes sellos en los distritos, con listas colectoras y demás corruptelas apañadas por un tribunal electoral no del todo ortodoxo en su rol, obtuvo 11 de las 12 bancas de senadores en juego y 20 de las 30 diputaciones en disputa. Otra vez sopa. La legislatura continuará siendo un inútil resorte para refrendar lo que el Ejecutivo mande y discutir banalidades. De control y generación de dirigencia e ideas nuevas, ni hablar.

A pesar del actuado disimulo de sus propios protagonistas, seamos conscientes al menos nosotros, la perrada o bien la gilada, como prefieran, de la existencia de una casta que se beneficia de las mieles del poder y respecto de la cual habría que remarcar otra característica de esta pasada votación: la disminución de votantes y la obscena diferencia de votos en algunos departamentos del interior, mostrando con ello la falta de libertad de pensamiento y acción en muchos de sus habitantes.

Quizás, ese resultado en Capital y ese ausentismo en todos los departamentos sea una señal anticipatoria de que se esté acercando la hora de que les “truene el escarmiento”. ¿Les suena, al menos, eso?…