Martín Miguel Güemes Arruabarrena
Osvaldo Guglielmino desde su origen inmigrante, aprendió allá en la pampa aborigen, gaucha y gringa, el valor del espíritu de la tierra. El poeta bonaerense supo expresarse junto al pueblo, siguiendo los rastros de Martín Fierro, arriando los sueños de José Hernández; oteado la Cruz del Sur, le canto al viento, para que llegue a los cuatro puntos cardinales de la Patria:
Voy a cantar las gestas nacionales. Con que el Pueblo y la vida construyeron. La belleza primera de la Patria.
Nació–don Osvaldo César–el 8 de mayo de 1921, en French, pueblito del Oeste bonaerense. Al poco tiempo su familia se trasladó a Pehuajo, centro cardinal de su poesía.
En su libro: “Guglielmino y Pehuajo, su autor Jaime Sureda, nos dice:“(…) Su padre, don Albino, levantó campamento, a los tres meses del primer vagido del nuevo y último vástago–porque Osvaldo es el menor de los tres hijos, precedido por una mujer, Luisa, y por otro varón, Albino–para intentar fortuna en la creciente ciudad de Pehuajo, cabecera del partido cada vez más poblada y con mayores posibilidades…Don Albino ha sido hombre de agenciarse el sustento a solas, sin ayuda de nadie. En sus andanzas llegó alguna vez hasta San Vicente y allí conoció a la que habría de ser su esposa, doña Luisa Russo. (Cuadernos del Instituto de Literatura, La Plata)
Allí en Pehuajo, los Guglielmino Russo viven del pan ganado con el sudor de su frente. Son poseedores de una panadería. Alguna vez me contó Guglielmino, que de chico veía a su padre darles pan a los pobres. Ese pan recién horneado en la masa caliente de la solidaridad. Siempre relacioné a don Juan Riera, panadero de Salta, con esa anécdota del compañero Guglielmino. Continúa Sureda “(…) En los momentos que los juegos y el colegio le dejan libre, Osvaldo ayuda a su padre en la panadería y lo acompaña de vez en cuando hasta el pueblo Nueva Plata, a tres leguas de Pehuajo, donde una colonia incipiente se provee semanalmente de la galleta de campo y la factura dulzona que las manos de don Albino preparan para esos trabajadores rurales… Es en esos viajes, que a Osvaldo le encantan como si se tratara de un paseo fabuloso, que el chiquilín comienza a oír el nombre de “Don Rafael”, el hermano de José Hernández, propietario que fue de la estancia cercana “El Tata”, y a quien los vecinos de Nueva Plata mencionan con emocionado respeto. Ha sido don Rafael el que ha loteado sus campos y los ha cedido a los colonos para fundar una nueva población del Oeste que él mismo ha trazado y concebido como una reproducción de la progresista capital de la provincia.”.
La intuición pampeana, y el conocimiento de las calles de Pehuajo (que llevan nombres de poetas, y escritores notables), ponen al joven Guglielmino en el camino de la poesía Hernandiana. Rafael Hernández como Intendente del pueblo, es quien escribe “La Nomenclatura de las calles de Pehuajo”, primer diccionario literario de nuestro país. Concurre–Guglielmino–al colegio nacional de Pehuajo. Egresa del colegio con su título de bachiller, en 1940. Se inscribe en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en La Plata. La Intendencia Municipal de la Plata organiza un certamen poético en celebración del aniversario de la ciudad, obtiene su primer lauro literario. Su soneto “La ciudad” y “El Tordillo” enmarcan la calidad del poeta. Lo premian Arturo Marasso, José María Rey y Ezequiel Martínez Estrada. El título de profesor en letras, lo lleva nuevamente a Pehuajo para asumir como director de la Escuela Municipal y docente del Colegio Nacional. En su pueblo, edita: “Mensaje” (1946) que incluye los dos sonetos premiados. Su apertura, dedicado a “Pehuajo, la ciudad que nombra sus calles con poetas argentinos” y su cierre, basado en una pregunta: “¿Qué hombre no es paisaje? En los ojos tenemos la canción de la tierra” anticipan al poeta de la pampa adentro. Anteriormente había publicado “Preludio” donde manifiesta su predilección por el soneto. También, por su tema favorito: el Desierto. La frontera tan mentada por Martín Fierro. La etimología, y la toponimia de su pueblo, nos revela su búsqueda nacional: “Pehuajo es nombre araucano, que viene a decir: Estero Profundo, toponimia con que mencionaban los salvajes a la laguna, junto a la cual vendría a fundarse a fines de siglo la actual ciudad.”. La presencia legendaria de Pincén y Calfuncurá, poblará de malones la imaginación del poeta. Guglielmino; fue quien afirmó: que la guerra del desierto, era el gran tema nacional no estudiado, explorado y explotado. Guglielmino encuentra en los viejos anaqueles de la Biblioteca de su pueblo, libros fundamentales para ver al país con otros ojos. Los libros escritos por Rafael Hernández, en su estancia El Tata, cuando se alejaba de la lucha política, son reveladores. “El viaje de un peso”, “Justicia Criminal” y “Pehuajo, nomenclatura de sus calles”, le revelan a un estadista olvidado (Rafael Hernández, el hermano menor de José Hernández) perteneciente a la generación del 70, silenciada por la generación del 80 (tan mentada por el anarquismo libertario). Este ámbito popular, reencontrado por los Hernández, lo lleva a escribir: La ida y vuelta de Juan sin Ropa (1949). En Juan sin ropa–Guglielmino–encarna al inmigrante. Históricamente, para nosotros–explica Guglielmino en el prólogo de esta obra–Juan sin Ropa venció, si, a Santos Vega, pero lo asimiló al devenir de su pueblo, en el pueblo actual del país. Está, pues, en este mundo de las cosas que rodean y, con ellas, en nosotros mismos. Nos confirma, poniendo el acento en lo popular. Es creador del concepto del Adentrismo en la cultura nacional. Si algún nuevo movimiento auténtico acusa la actual poesía argentina es el así históricamente conformado–sostenido ya por numerosa obra–y que, para nombrarlo de algún modo, quisiéramos llamar adentrismo por su noble actitud subjetiva y geográfica. La muerte de su padre (9.09.1952), consterna su espíritu filial. Lo mismo sufriría con la de su madre. No por ello, se descorazona este auténtico docente nacional. Asume como Director del Colegio Nacional de Pehuajo (1952), donde estudió sus primeras letras hasta recibirse de bachiller, luego enseñó literatura y castellano. Alumno y Maestro se enlazan en su hacer cotidiano, en su enseñanza. Ha contraído matrimonio el 23 de Mayo de 1952 con Nelly Eguren, radicada en Pehuajo, la compañera de toda su vida, madre de Osvaldito (n 2.11.1953) y Juancito (1955). Este último fallecido en tristes circunstancias familiares. Escribe novelas sobre la Epopeya del Desierto. La lucha entre el indio (en la defensa de su heredad), del gaucho (afirmando su querencia) y del gringo (buscando donde arraigarse), son parte insustituibles de sus estampas lugareñas. Así nacen: Estero Profundo (1955), La Epopeya del Desierto (1971) y Las Leguas Amargas (1972). Sus obras poéticas abarcan el tema aborigen, en Villatun–poema dramático mapuche–Kuonyipe opera indiana, y su novela: El Cóndor Perdido (1991). Obras de teatro como: Eva de América, Regreso del Desierto y Las Malvinas, enlazan sus poemarios épicos: La Epopeya Nacional y Popular, y los Poemas de la Tierra, son parte de su afectividad más íntima. “Rafael Hernández, el hermano de Martín Fierro” (1954), “Manuel Dorrego. Civilización y Barbarie” (1980), y “Pantaleón Rivarola y las atrocidades inglesas” (1983), son biografías trascendentes. Sobre Perón y el Peronismo ha escrito ensayos tales como: “Perón, Jauretche y revisionismo cultural” (1985), “Juan Domingo Perón. Pedagogía de la Emancipación. Pedagogía para la Liberación” (1985), “Americanismo y Peronismo. Expresión de una cultura libre” (1990) y “Perón y la Revolución Humana (1998). En todos ellos, esencialmente afirma: “Pienso nacional y continentalmente, luego existo… Por eso sostenemos que la sur americanidad es nuestra manera universal de ser y que renunciar a ella es, en íntima instancia, renunciar a nosotros mismos, a nuestra propia hombredad”. Gracias compatriota, compañero, y amigo, por haberme dado tanto.