Mañana cumple 13 años la Fundación Salteña de Ciegos, el único centro de rehabilitación en la provincia para adultos que pierden la vista. Sobre su vínculo con el Gobierno, mucho diálogo y poca ayuda. (Bernardita Ponce Mora)
María Elena Pastrana se quedó ciega a los 25 años, a poco de obtener el título de licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Católica de Salta. Tras sufrir esta pérdida se dio con que estaba sola: no había un lugar al que acudir para aprender casi todo de nuevo: moverse, escribir, cocinar, limpiar y hasta abrir la puerta.
Empezó a trabajar por los adultos con discapacidad visual -para niños, niñas y adolescentes existe la escuela de educación especial Corina Lona. Se cansó de estar ante hombres menospreciados por sus familias al transformarse en “inútiles” y quiso darles una oportunidad para que leyeran, estudiaran, se tomaran un colectivo y tuvieran una vida lo más “normal” posible.
El 16 de abril de 2004, María Elena creó formalmente la Fundación Salteña de Ciegos (FUSAC), que tiene el único centro de rehabilitación de la provincia para personas adultas con discapacidad visual recientemente adquirida. Ella exige al Gobierno provincial que se haga cargo de este espacio y deje de incumplir los artículos 1 y 26 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad del año 2006, a la que adhirieron Argentina y Salta.
De prestado
Hasta el año pasado, cada mes, la Provincia, a través de la Secretaría de Discapacidad y Políticas Inclusivas, entregaba a la Fundación 8.294 pesos a raíz de un convenio que debían renovar anualmente. Con esto pagaban el alquiler y los sueldos de los y las profesionales que colaboraban. Como en enero de este año el acuerdo se había vencido y el Estado no envió el dinero, la organización no pudo pagar el alquiler de la casa que rentaba en el centro y fue desalojada.
Ante la falta de un espacio donde trabajar, María Elena junto a su marido trasladó todos los elementos de la fundación a su casa, en barrio Limache. Allí, en un anexo que había construido para su hija puso la nueva sede de FUSAC. El problema es que el lugar es chico y queda a trasmano ya que las personas que asisten para recibir ayuda deben atravesar el barrio de la zona sur.
El 16 de marzo último la organización firmó un nuevo convenio con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos por el mismo monto, que no aumenta desde 2014. Sin embargo, hasta hoy no han recibido un depósito o transferencia en su cuenta bancaria. Hicieron, además, otro pedido de aumento del subsidio pero no han tenido novedades.
Sin el apoyo de la Provincia, todo se mantiene con el sueldo de jubilada de Elena, que hace malabares para atender lo mejor posible a los seis chicos y chicas que van a FUSAC. Una psicóloga brinda contención terapéutica individual y grupal; una profesora de ciegos cubre orientación, movilidad y Braille; María Elena da un taller de lectoescritura Braille; una voluntaria dicta un taller de oratoria y otra, actividades físicas y psicomotricidad. Además hay una ordenanza y una administrativa. “Eso es lo poco que podemos cubrir por ahora porque no tenemos más que mi jubilación. Podemos llegar hasta ahí porque no pagamos alquiler ni servicios, que absorbemos nosotros como familia”, explicó.
A la espera
“Aún esperamos las respuestas concretas. Existen promesas de la Jefatura de Gabinete de la Provincia de otorgarnos un espacio físico, dos profesionales y dos profesores, pero hasta ahora no hay nada en concreto”, contó a Cuarto Poder y dijo que estos compromisos se hicieron “desde el Centro de Atención Ciudadana, a cargo de Horacio Zenarruza; del Ministerio de Salud Pública y del Ministerio de Educación”.
En cuanto al ámbito municipal, reveló que ingresaron un pedido de audiencia el 2 de marzo y que hasta ahora no han logrado que los atendiera el intendente Gustavo Sáenz. “También en marzo iniciamos un expediente por un subsidio mensual, ya que consideramos que la responsabilidad de la rehabilitación de las personas que pierden la visión después de los 16 años es de todos los sectores de nuestra sociedad, por lo tanto, la Municipalidad también tiene que apoyar”, observó.
“De todas estas gestiones, lo positivo es que en 18 años de lucha -de 1999 al 2003 con las famosas muestras de tiflología (estudio de la temática de la discapacidad visual) y desde 2004 con la institución creada legalmente- este es el primer año en que, por lo menos, nos han abierto las puertas al diálogo”, comentó.
Como hablar con las autoridades y pedir soluciones no era suficiente, FUSAC lanzó una campaña de sensibilización que se extenderá hasta el 5 de julio “para llamar a la reflexión sobre lo que es la verdadera inclusión”. Las actividades son libres y gratuitas y se pueden conocer en la página de Facebook “Fundación Salteña de Ciegos”.
Pasión por saber
Elena pasó por la universidad antes de quedar ciega y, con el transcurso del tiempo, se dio cuenta de las dificultades que tenía la mayoría de las personas con discapacidad visual para continuar su escolaridad. Se abocó a la tarea de producir libros y revistas sensoriales -únicos en el país-, que vende para generar ingresos para la organización, y desarrolló la biblioteca parlante en la Universidad Abierta de la Tercera Edad.
“El chico o chica ciega no tiene las posibilidades de un niño o niña común. Hay que presentarle el libro desde los primeros meses de vida para que sea un elemento cotidiano. Si no, recién llega a tener contacto con él cuando va a la escuela, a los 6 años”, explicó y observó que, por la falta de lectura, “llegan a la universidad con tan bajo nivel de contenido teórico que el primer año lo hacen en dos, tres, cuatro o hasta cinco años”.
“Eso lo detecté, lo investigué y lo observé en la biblioteca. Mi lucha allí fue terrible. Muchos me odian porque no permito que hagan resúmenes a los chicos y chicas. Ellos tienen que leer el libro completo y hacer su propios criterios de análisis”, manifestó. Muchos leen con audio y “no tienen ningún impedimento”, aseguró y recordó que desde el 30 de septiembre del año pasado las personas ciegas pueden acceder a cualquier libro a través de internet, sin costos. También pueden imprimir los documentos digitales en Braille, ya sea en FUSAC, en la biblioteca provincial o en Corina Lona.
“Después de la rehabilitación ellos tienen que ver por sus proyectos de vida: hacen una carrera universitaria, se casan, ponen un negocio o hacen artesanías, ellos deciden. Acá se les da las herramientas para que sean autónomos e independientes” señaló.
“Sé lo difícil que es perder la vista. Después de los 25 o 30 años la gente queda ciega y no tiene adónde ir. No puedo dejar de pensar en eso. Sería buenísimo que yo pudiera estar tranquila haciendo proyectos”, comentó y lamentó que las autoridades no respetaran “los derechos de las personas que quedan ciegas”.