Nuestros consumos culturales ahora pasan por el tamiz de la violencia de género. Cómo y dónde se presenta la violencia simbólica.

El fetiche de la edad: «Isabel Macedo sexy a los 40», anuncia la tapa que la muestra en ropa interior. «Me siento de 23», es el título principal. ¿Viste alguna vez a Facundo Arana, Joaquín Furriel o Leo Sbaraglia llegar a una tapa solo para hablar de su edad? En cuanto una mujer supera los 30 años, ya se le comienza a preguntar cómo lidia con el paso del tiempo y si la asusta la idea de tener arrugas o no tener hijos. Eso no les pasa a los galanes masculinos.

Victimaria, como sea: cuando un hombre es víctima de una «viuda negra», una mujer que usó sus encantos para seducirlo y estafarlo, esa mujer es lo peor: se la compara con una araña que se devora a su pareja y se la condena socialmente. Sin embargo, cuando una mujer se cruza en su camino con un hombre que la estafa, es solo un «gigoló» y seguramente era «una desesperada», «una vieja que agarra cualquier cosa», «una boluda». Es llamativo que el discurso casi siempre termine reparando en la culpa femenina.

El estigma de la «sola»: mientras que un hombre «millonario y exitoso» que se mantiene soltero es un dandy, las mujeres que comparten las mismas características son «millonarias, exitosas y fracasadas en el amor». Es lo que se suele resaltar cuando se analizan vidas de divas como Susana Giménez o Nacha Guevara. Nunca nadie dice eso de personajes como Cristiano Rattazzi o Roberto Pettinato. La vara de la familia sigue siendo un estándar obligado para el éxito femenino, para el masculino es opcional.

Galanes violentos: Onur le pagó a Sherazade por su primera noche juntos, Christian Grey usaba a Anastasia para satisfacer caprichos sexuales y Mr. Big humilló públicamente cientos de veces a Carrie Bradshaw. Muchas historias de amor «hits» comienzan con tratos condenables y mujeres ultratolerantes. Este modelo de amor beneficia a una sola parte, que es la que recibe la comprensión y paciencia. No es la mujer, está claro, ella solo se dedica a cruzar los dedos y a esperar.

La carrera al altar: Nico Cabré sale con todas las mujeres lindas del ambiente y es un winner, los hombres lo aplauden y se consagra como un modelo a seguir. Zaira Nara sale con una docena de hombres espectaculares y «pobre, nadie se quiere casar con ella». La idea de que una mujer entabla relaciones con el único objetivo de llegar al altar y que el cambio de pareja significa un fracaso es un supuesto tan naturalizado que pocas veces se le pregunta a la misma protagonista si quiere realmente llegar al altar con ese candidato.

El modelo Cenicienta para adultos: la mujer más afortunada sigue siendo la que engancha a un millonario. Onur, Grey y Big lo son. El Príncipe Azul, por regla, también. Pueden aspirar a ellos mujeres jóvenes y bellas. Las revistas cuentan la misma historia a través de la modelo que se casa con el empresario, la actriz que la pegó con el cantante internacional, etc. ¿No existen otros modelos de parejas más igualitarios?

Hits machistas: que muchos músicos se hayan referido a una mujer como «un tajo» (Pescado Rabioso), hayan convertido en clásicos canciones sobre piratas y sobre el ritual de «después del cabaret irse para el sauna» (Los Auténticos Decadentes) y proclamen «quieras o no, yo soy tu dueño» (Armando Manzanero) expresa ciertas concepciones culturales. Hoy, no podemos tararear tan inocentemente hits como «I Used to Love Her (But I Had to Kill Her)» (Guns N’ Roses) como lo hubiésemos hecho tiempo atrás. Por supuesto, no se trata de volverse hipersolemnes, pero ¿por qué nunca lo habíamos pensado?

Mujeres todopoderosas: ella llega del trabajo agotada, pone un pollo en el horno, se tira al piso a jugar con sus nenes. Con la mano libre, limpia la mesa del comedor. Su marido llega agotado y se tira en el sillón. «Nosotras podemos con todo», asegura el comercial de un analgésico mientras nuestra heroína le alcanza uno al hombre cansado. Que todo recaiga sobre la mujer es injusto, pero que la mujer además se alegre por eso es perturbador. Estos modelos no solo te suman exigencias, además te dicen cómo sentirte al respecto.

Chicas adorno: aunque todavía no entendemos por qué tiene que haber una mujer casi desnuda sosteniendo un sifón de soda o recostada contra un auto para promoverlo, reconforta saber que marcas como el desodorante Axe, líder en usar el recurso de la mujer adorno, haya recalculado y comenzado una nueva etapa de comunicación. No son pocas las que habían dejado de comprar el producto a novios o hijos en franca antipatía hacia este tipo de trato harem-imaginario.

Fuente: revista ohlala