Un anartista, el neologismo le queda bien a Diego Daniel de los Ramos Cayón – Chuki – mezcla de anarquista y artista, dice él. Sus relatos fueron publicados por El Pájaro Editorial y conversamos sobre “El Colectivo del Infierno” y los textos que lo integran. (Rodrigo España)

Vamos a prescindir de todo lo cuasi mítico que puede rodear a Diego Ramos, porque eso vendrá con el tiempo y no nos vamos a detener tanto en su figura sino más bien en su escritura; o, mejor dicho, en una parte de su escritura.

Ante la consulta de qué es lo que él es, la respuesta es la siguiente: “anartista, una mitad de anarquista y una de artista y ante todo un ser humano, porque en la sociedad actual el ser humano parecería ser una máquina, un robot o un número; y yo no soy eso, soy un ser humano que piensa, que dice lo que piensa, hace lo que dice y eso, un anartista”.

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Chuki, como también se lo conoce en la calle y  dentro del ambiente culturoso salteño, más adelante en la charla, después de la primera cerveza, va a comentar: “Yo soy malabardista, mochilebrio, caminante, artesano, viajero, pero nunca ortiba ni botón, porque veo cómo en la ciudad hay vehículos sin matrícula, veo cómo detienen a las personas, sufro esas detenciones y quizás la gente no llegue a verlo porque lo que se pierde no es tangible, porque las personas no entienden el precio de la libertad, lo que entregan a cambio de estar sentados en el sillón mirando Tinelli; o en nombre de la seguridad cómo entregan su privacidad. Hoy en Salta la privacidad es cara, yo pregunto por qué hay cámaras en una plaza pública y no en la oficina del gobernador, por qué hay cámaras en los colectivos y no en los baños de la legislatura. Son preguntas que nos hacemos todos pero que nadie sabe contestar”.

Ese tal vez es el tipo de preguntas que surgen de la lectura de “El Colectivo del Infierno”, libro recientemente publicado por la editorial que lleva adelante otro escritor, Juan Ahuerma Salazar. Libro que llega casi como una recopilación de textos que venían girando por la calle en forma de fanzines, en forma de palabra viva y de narraciones que Diego va realizando en los distintos eventos en los que participa, porque como nos dice: “Yo no creo en la propiedad de la palabra, porque la propiedad de la palabra es fascista, de hecho el mismo Pablo Neruda dice que un poema es de quien lo necesita, no de quien lo escribe, y ese principio a mí me ha movido a lo largo de mi capacidad creativa, incluso las revistas nunca fueron firmadas, eran anónimas porque yo sentía que eran historias que no me pertenecían a mí, sino que salían de la recopilación del mundo, el mundo me contaba su vida, sus historias, sus pasiones, y yo lo único que hacía era ordenar cierta parcela del lenguaje, una cierta parte de la realidad. Entonces me parecía injusto el hecho de armar dos versos y decir que ya eran míos. En ese criterio creo que es una posición política, pero hay otra que me la hicieron notar muchos congéneres en discusiones literarias en las que me decían que si uno no firma los textos no expone el cuerpo, que los textos son el cuerpo y que ahí está la sustancia, cuando dicen que este texto es de fulano de tal y que ahí uno puede recibir los ataques o elogios, aunque generalmente más son ataques que elogios”.

Hay un cambio en la forma de publicación, una especie de mutación del formato, pero no tanto del contenido de los textos, el paso de las revistas fotocopiadas y entregadas en mano, en los bondis, en la calle, en los bares. Ahora el contacto es otro, el acercamiento a través de la publicación “más seria”, si es que el formato es el encargado de la seriedad, cosa que puede ser fácilmente cuestionable.

“Y en este caso me pareció que era entrar a otro nivel, a otro level, le llamemos, y poner una serie de textos a disposición del viejo Ahuerma Salazar, una persona que quiero y admiro mucho. Tampoco es que publicaba con cualquiera, porque hasta ahora sólo he publicado de manera independiente y con El Pájaro Editorial, no he publicado en revistas, ni he salido en textos críticos de la universidad; mis textos han circulado de forma clandestina -le llamemos de alguna manera- porque no tiene copyright, ni ISBN, no cumplen con los paradigmas de la formalidad, y en este caso quería llegar a cierto nivel, porque cuando uno publica de manera formal, los textos descansan, y lamentablemente yo tengo el vicio que tiene todo escritor que es la corrección y permanentemente mis textos van mutando, de hecho hay una diferencia entre los escritos y narrados, aunque son los mismos textos, porque lo narrado tiene un aderezo distinto al leído, por eso mi literatura oral es más contundente que la escrita; pero en este caso ha sido una selección de Ahuerma y fue también de alguna manera como entregar el cuerpo hacia ver qué quiere, porque hay un par de textos de ese libro que yo los hubiera revisado de nuevo, pero él ha considerado que tienen que estar y eso es también una forma de predisponerse a algo nuevo”, comenta Chuki y luego agrega: “Este libro hace referencia al infierno colectivo que vivimos todos, Gandhi dice que existe gente mala porque existe gente buena que se calla, y de alguna manera es cómplice, que guarda silencio, es cómplice del mal. Cada uno de nosotros si escribiera un poema aún sin saber cómo hacerlo, sería verdaderamente revolucionario”.

El libro lo podemos dividir en dos partes, quizás, una dedicada a los relatos y otra a los ensayos. Nueve y ocho respectivamente. Si algo tienen en común casi todos los relatos es que surgen a partir de un personaje que va determinando su propio ambiente, lo va encontrando en la hostilidad que genera su cuerpo en el afuera de la piel. “Miseria, la leyenda”, “Juanita la pipera”, “Pancho y el espanto”, “Héctor”, son algunos de los títulos por donde se bifurca la lectura entre lo fantasmagórico y sobrenatural pasando por el asco y la angustia.

“En este caso esta selección ha sido acerca de mi barrio, de la provincia, de la ciudad y de alguna manera también sobre la literatura misma. Porque escribir es un desafío, y yo, a diferencia de otros escritores, creo que cualquiera puede escribir. Lo necesario es simplemente aprender a leer y luego siempre vas a encontrar a alguien que te oriente en qué leer y a partir de la lectura ya te vas guiando, pero siempre y cuando no pierdas tu voz, porque los textos te influencian y también te determinan. He visto escritores, por ejemplo, que prefieren hablar del metapoema, antes que de la situación crítica y social que se atraviesa en los barrios o por qué en Salta crecen edificios de veinte pisos y uno le va y le canta a la zamba y no le canta a las cloacas”.

En cuanto a los personajes y las voces que recorren el libro, Diego nos comenta: “Salta se ha caracterizado por una literatura muy poco combativa, donde sí se hace referencia al pobre o a las situaciones periféricas de la villa, pero a modo de anécdota, o a modo pintoresco, pero he podido ver que hay gente que sí habla de este hecho y lo hace en carne propia, pero yo quería plasmar que me pasaban a mí, al vecino. Era como una voz cotidiana y creo que también tiene que ver mucho el destinatario de mis textos, porque son muy fáciles de leer, describen una realidad social cotidiana, y sí, es cierto, tienen algo de trágico porque a la mayoría de los personajes les suceden muchas peripecias pero es también hablar de eso que no se ve. Por ejemplo el cuento de Juanita la pipera, es una situación en Salta, de la pasta base, que es una droga de exterminación masiva que se ha implementado en las clases más marginales de nuestra sociedad, a las cuales yo obviamente pertenezco, porque no soy un rico que habla de los pobres ni tampoco un pobre que habla de los ricos. Lo que sí es cierto es que mis prácticas sociales de vida hacen que yo pueda encarnar la voz de un diarero, la voz de un profesor de filosofía o la voz de un pipero; creo que hay mucho de mi forma de ver la realidad en los textos”.

La otra parte, la de los ensayos cuenta con fragmentos dedicados a la historia de Salta, a la policía, al anarquismo, al cansancio de servir al Estado, a la justicia y el orden, incluso a lo fantasmal y la magia. “La mayoría están en las revistitas Ya Era y cada uno surge en una necesidad y en un tiempo histórico, los escribí hace muchos años y siguen siendo reales hasta el día de hoy, lo cual me hace pensar que la realidad es casi invariable; ¿por qué no se modifica? ¿Qué es lo que pasa? Lo que pasa es que el poder de la palabra nosotros lo tenemos en la oralidad. El papel, la tinta, la capacidad de distribución, e incluso la publicidad, siguen estando en las manos de los poderosos; y de alguna manera el neoliberalismo y el capitalismo dominan la literatura, pero el arte no se puede dominar y no tiene función. El arte, como la literatura, e incluso la filosofía, fueron puestos al servicio de la revolución, no al servicio de la opresión”.

Una advertencia al lector, antes de finalizar, aunque más que advertencia sea quizás una recomendación antes de que se acabe la otra cerveza: “Mis textos no están dirigidos hacia la elite intelectual, sino hacia el lector común, aquel que no va a comprarse un libro pero sí lo va a escuchar. Yo creo mucho en lo que llamo la literatura viva, la presente, la que está ahí”, dice Chuki, a quien la mayoría de las veces, hay que creerle.