La constructora predilecta de la gestión Romero no sólo monopoliza la obra pública municipal y acapara millones de pesos en contratos, sino que también precariza a trabajadores, se atrasa en el pago de sueldos y despide a quienes reclaman ante la prensa.

A pesar de haber abrochado millonarios contratos de obra pública durante la gestión bettinista, la empresa Norte Áridos, de Agusto Dal Borgo, no puede pagar en tiempo y forma los salarios de sus trabajadores. Casi la totalidad de los trabajos de bacheo, pavimentación, cañerías y otras obras de los últimos años quedaron a su cargo. Desde la malograda bicisenda de calle J. A. Fernández, hasta las cabeceras del puente Ayacucho, pasando por las polémicas remodelaciones de plaza 9 de julio y los sobreprecios en la refacción de Av. Discépolo. La omnipresencia de Norte Áridos se fue tornando tan evidente como sus vínculos con el poder y como su vocación precarizadora.

El sólo hecho de ser un contratista privilegiado del estado municipal y provincial debería ser motivo suficiente para no incurrir en incumplimientos groseros como el retraso en el pago de sueldos. Pero en Salta, los nexos con el poder -por más contractuales que sean- son también garantía de impunidad.

Alrededor de 18 trabajadores de la empresa Norte Áridos denunciaron esta semana que la firma que cobrará $131 millones por adornar la plaza central les adeuda tres quincenas. A eso debe sumarse que jamás les proveyeron la vestimenta reglamentaria, ni les entregaron recibos por sus haberes. Algunos de ellos tuvieron que endeudarse para sobrevivir y otros enfrentaron represalias cuando llevaron el reclamo a la prensa. Un claro ejemplo de mímesis en el que la empresa favorita de la familia Romero, adopta también sus métodos y formas de actuar.

“Casi todo Salta es de ellos”

Martín Taboada comenzó a trabajar en Norte Áridos hace apenas tres meses, de los cuales cobró el equivalente a 45 días de trabajo. Junto a sus compañeros, llevaron el reclamo a las autoridades de la empresa, pero sólo lograron que se les pague una de las tres quincenas adeudadas con la condición de volver a trabajar. Algunos decidieron continuar con las tareas, otros dejaron los trabajos para migrar a otras empresas y otros, como su hijo, tuvieron que enfrentar represalias por continuar con el reclamo.

“Nosotros estamos contratados por ellos. Ellos agarran todos los trabajos de la Municipalidad. Todo lo que es bacheo en el centro y los trabajos de la Plaza 9 de julio los están haciendo ellos. El trabajo que no nos están pagando es por obras frente al shopping. Estamos poniendo caños de agua porque los vecinos no tienen presión”, explicó Martín a Cuarto Poder.

“Tienen obras de bacheo en la zona del matadero, en barrio Democracia, San Benito y otros. Casi todo Salta es de ellos, en todos los lugares donde haya una calle rota, son ellos”, agregó luego.

Los haberes impagos corresponden al mes de abril

“Desde abril nos están debiendo los salarios, siempre fue así con esta empresa. No nos han dado ropa, no nos dieron las altas, no nos entregan recibos, nada. Tampoco nos dan elementos de seguridad. Hay un segurito, que no sabemos si es por derecha o por izquierda, pero nunca nos han dado la ropa. La promesa de ellos era que mañana nos dan las altas, los recibos y todo. Siempre es mañana, pero ‘mañana’ nunca llega”, remarcó.

Al igual que muchos de los trabajadores afectados, Martín optó por ofrecer su fuerza de trabajo a otra empresa que, finalmente, lo contrató. Allí pudo dimensionar el nivel de precarización al que había sido sometido en Norte Áridos. “En esta obra somos 18, pero la mayoría se está yendo porque no les pagan. Yo he trabajado en muchísimas empresas, pero ninguna fue tan fulera como esta. Hablan de millones. Yo hace dos días que entré a trabajar en otra empresa y me dieron dos pantalones, dos camisas, unos botines y un camperón. Norte Áridos no nos dio nada”.

Represalias

Para colmo de males, al que asoma un poco el copete lo ponen de patitas a la calle. Ocurrió con su hijo, quien también realizó trabajos para Norte Áridos. Cuando quiso dar a conocer su realidad ante las cámaras de Televisión, fue dado de baja por sus empleadores.

“Ellos se enojaron porque hablamos con la prensa”, recuerda Martín. “A mi hijo le dieron la baja. Lo llamaron para decirle que tenía que ir a la oficina a retirar la baja. El contador salió tirándole la bronca y le dijo a mi hijo: ‘vos y tu papá llamaron a un canal de televisión y nos quemaron’”, relató.

Pero la prensa fue el último recurso al que apelaron los trabajadores luego de haber agotado otras instancias y de haber reclamado por las vías correspondientes. “Cuando vamos a la oficina nos cierran la puerta en la cara y nos mandan por mensaje que la culpa la tiene la municipalidad y el banco, que nos retienen el pago. En la secretaría de Trabajo le dijeron que la empresa ya está quemada. No les dan bolilla, porque son muchos los que se han ido a quejar, pero siguen sin cumplir”.

Para Martín, que vive de lo que gana cada quincena, el retraso arbitrario de la empresa lo obligó a endeudarse para subsistir. “Yo anduve meta pedir plata prestada para poder comer y mandar a la escuela a mi hija, ahora tengo la boleta de la luz y no la puedo pagar”, lamentó.

Una historia de negocios

Norte Áridos nació en 2014, un año antes del fallecimiento del ingeniero Rino Dal Borgo, dueño de la empresa que lleva su apellido y que supo abrochar voluminosos contratos con los estados provincial y municipal. Peatonales, puentes, bacheos, plazas y pavimentación quedaron bajo su dominio y le permitieron crecer exponencialmente durante años.

Bajo el nombre de Norte Áridos, uno de sus hijos –Augusto Dal Borgo– tomó la posta, heredó los formidables contactos y se dispuso a seguir los pasos de su padre. Con la fachada de la nueva constructora entró en sintonía con la gestión bettinista y rápidamente se convirtió en la contratista más beneficiada en materia de obra pública. Entre 2020 y 2021 facturó a la municipalidad de Salta $180 millones.

Desde su concepción, Norte Áridos fue vista siempre como un desprendimiento de Dal Borgo Construcciones. Algunas obras, como el puente Ayacucho, tienen a ambas empresas como contratistas, dejando en claro que en materia de obra pública

todo queda en familia.