A ciertos oranenses parece no agradarles demasiado la idea de la video vigilanteada. Un nuevo caso de cámaras rotas, esta vez por adolescentes. Desde la policía señalan, como Ñoño, que hay que acusarlos con sus papás.

A fines de marzo, cuando las cámaras estaban siendo recién instaladas, ya se registraban los primeros destrozos. En el barrio estación los changos se deleitaron arrojándole con de todo a las cámaras de video vigilancia. Y ahí empezó un nuevo pasatiempo en algunas barriadas oranenses: tiro al ojo que todo lo ve.

Pasaron los meses y de cuándo en cuando se escuchaba la voz de algún vecino en la radio quejándose por los destrozos de las cámaras a manos de supuestos delincuentes que prefieren hacer de las suyas sin tanta cámara cercana. A pesar que de que son supuestamente  las cámaras que ya deberían estar funcionando en Orán, hasta ahora no se tiene un dato exacto de cuántas están reventadas.

A pesar que tampoco se pudo determinar la eficiencia de la tecnología para detener el delito, desde la policía insisten en que hay que cuidar las camaritas que tantos millones de dólares le constaron a la Provincia.

Ante la noticia de un nuevo ataque contra otra cámara de seguridad, ubicada en calle Arenales y Constituyentes, por el que fueron detenidos dos adolescentes de 12 y 13 años, el comisario Lisandro Cejas Iriarte, mencionó que habría que hacer responsables de los daños a los padres de los menores y apeló «a la conciencia y responsabilidad de los padres».