Sí, con el mismo título de una vieja columna. Ni yanquis ni marxistas, peronistas, como vociferaban en sus buenas épocas.
Por Alejandro Saravia (1)
Por eso, a pesar del tiempo transcurrido, un año, vamos a reproducir, como para refrescar la memoria, algunas cosas que entonces decíamos y que se ven hoy confirmadas con el mensaje hecho público de Cecilia Nicolini, asesora estrella de Alberto Fernández, recomendada, a su vez, por Marco Antonio Enríquez-Ominami, también conocido debido a sus iniciales como MEO, un político y cineasta franco-chileno, fundador del Grupo de Puebla , según reza, textualmente, Wikipedia. No hay agregado alguno personal.
Sí lo hay en aquella vieja columna que comentábamos, cuando decía que antes, en sus buenas épocas, los peronistas cantaban, gritaban y se ufanaban de que no eran ni yanquis ni marxistas, que eran sólo eso: peronistas. Si bien hasta ahora ningún congreso de cientistas políticos atinó a precisar qué significa eso de ser peronista, la cuestión es que los muchachos eran eso, simplemente eso. Peronistas, una especie de ornitorrinco en el amplio zoológico político. Aquellos eran los tiempos de la Tercera Posición de Nasser, Nehru, Sukarno, el mariscal Tito. Obviamente, de Perón.
Decíamos allá que en la guerra fría fuimos eso, es decir, ni yanquis ni marxistas, de la mano del pragmático general Perón y su concepción movimientista, instrumento idóneo precisamente para eso, para ser pragmático. Ámbito en el que todo vale y, por ello mismo, especial para la aplicación del principal y nunca superado instrumento de gobierno: el vamos viendo.
La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, ideológico, social y cultural que se desarrolló entre los años 1945 y 1989 entre dos bloques de países liderados, uno, por los Estados Unidos de América (EE.UU) y, el otro, por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Uno de los escenarios en que se desarrolló esta guerra fría fue el de la carrera espacial. Es decir, quién ganaba la competencia dirigida a la conquista del espacio como modo de demostrar la supremacía de un régimen sobre el otro. Más o menos como ahora con China, en la Cuarta Revolución Industrial, con el tema del 5G.
En 1955, con motivo del Año Geofísico Internacional que se celebraría entre 1957 y 1958, y que aunaría los esfuerzos de más de 30.000 científicos de 66 países en la exploración de los alrededores cósmicos de la Tierra, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética declararon sus primeras intenciones de enviar satélites artificiales al espacio. Tan solo dos años más tarde, el 4 de octubre de 1957, los soviéticos lograban la hazaña con el Sputnik 1.
Insisto, eso en el marco de la llamada guerra fría que duraría hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Pues bien, ¿cómo titularon los rusos a su vacuna en contra del Covid 19, respecto de la cual seremos cobayos de lujo, gratuitos y obligatorios? Sí, se llamará Sputnik haciendo obvia referencia al satélite con que los rusos primeriaron a los americanos del norte en la carrera espacial. Y nosotros seremos, no espectadores de lujo, sino forros de lujo en esta nueva carrera tendiente a demostrar, truchamente o no, preeminencia tecnológica.
Los yanquis, me imagino, habrán de estar encantados con nosotros y, cada día más, les resultaremos más confiables. Un ejemplo: a comienzos del Siglo XX el PBI de Argentina superaba con amplitud al de Brasil. A partir de la segunda posguerra Brasil crece el doble o el triple y en este momento el PBI de un solo estado brasileño, San Pablo, supera a todo el PBI nacional argentino. Motivo: Brasil mandó dos escuadrones a pelear en la segunda guerra y nosotros, como dijimos, fuimos uno de los derrotados en ella, pero sin Plan Marshall como Alemania. Mientras, les seguimos mojando la oreja, nos ennoviamos con Putin y les permitimos a los chinos montar una estación militar-tecnológica en Neuquén, extraterritorial. Es decir, en la que no rige la ley argentina.
Ahora todo eso se ve confirmado con la comunicación de la estelar Nicolini, reitero, asesora estrella de Fernández, que reconoce, textualmente que: “…Respondimos siempre haciendo todo lo posible para que Sputnik V sea el mayor éxito, pero ustedes nos están dejando con muy pocas opciones para continuar peleando por ustedes y por este proyecto!…”
Ahora resulta que nos venimos a enterar, o bien a confirmar, que los argentinos, a grupas de este gobierno, supuestamente ni yanqui ni marxista, sólo peronista, estamos embarcados en un proyecto pergeñado y manejado por un muy confiable ex KGB como Vladimir Putin, envenenador serial de disidentes. En otra columna, aún más vieja, titulada “Stalinismo a la criolla”, ya anticipábamos el parentesco programático entre los Kirchner, Néstor aún vivía, y Putin. Todo lo de ahora son puras confirmaciones.
Lo grave de todo esto no son las inconsistencias peronistas, a las que estamos acostumbrados a fuerza del pragmatismo del que siempre hizo gala, inclusive con contradicciones protagonizadas por las mismas personas. Un ejemplo: el trío gobernante, Fernández, Fernández y Massa fueron, sucesivamente, menemistas y privatizadores y populistas estatizadores. Pero eso sí, siempre fueron berretas. Como lo demuestran con la nota ésta en comentario.
Lo grave de esto, decíamos, es la rotunda irresponsabilidad con que jugaron con las vidas de argentinos. Las vacunas Pfizer que teníamos a nuestro alcance a tiempo de salvar vidas se perdieron. También las de Covax que fueron, en su momento, rechazadas. Tras más de cien mil muertos, vergonzantemente, pretenden ahora dar marcha atrás con el criminal desaguisado con los americanos y, aún más, persisten en seguirle rogando al nuevo zar de Rusia que nos tenga contemplación.
Sencillamente se los digo: no sólo no tienen perdón sino que dan vergüenza. Claramente se explica, con ustedes, nuestra decadencia como país.
(1) Ex Juez ante la Corte