El espectro de Cristina y las verdaderas razones para no invertir en Argentina. Un emprendimiento productivo debería rendir más del 25,5% anual para resultar atractivo.
En enero de 2016, con el peronismo todavía en shock por la catástrofe electoral de octubre, Cristina Kirchner recluida en El Calafate y Mauricio Macri presentando en la villa alpina de Davos a Sergio Massa como el líder de una renovada oposición moderna y post-populista, la inversión extranjera directa (IED) en el país totalizó 149 millones de dólares. El ingreso de capitales a la economía real de aquel primer mes de administración Cambiemos fue más exiguo que el de cualquiera de 2012 y equivalente al promedio de 2015, según el Banco Central. La situación parecía empezar a mejorar en junio, a inicios del promocionado segundo semestre, cuando la IED arañó los 400 millones de dólares. Pero la golondrina no hizo verano y los meses subsiguientes volvieron al promedio previo. El mes pasado, con la expresidenta de vuelta al ruedo y el Gobierno a la defensiva por el deterioro de la situación económica y social, los desembolsos extranjeros apenas llegaron a los 143 millones de dólares.
La contrapartida de esas inversiones de empresas extranjeras en el país son las utilidades que esas mismas compañías giran a sus casas matrices. En mayo, según el Central, esos giros alcanzaron los 300 millones de dólares. Es decir, duplicaron con creces el ingreso de fondos. En lo que va del año, el saldo es prácticamente neutro: la IED alcanzó 1.080 millones y el giro de las multinacionales a sus accionistas quedó en 766 millones de dólares.
La evidencia es concluyente: al menos hasta ahora, la correlación entre las chances de que Cristina vuelva al poder y el interés de los inversores reales por Argentina es nula. El subibaja de la expresidenta sí tiñe el ánimo volátil de los apostadores especulativos, que empezaron a repatriar parte de los fondos obtenidos en la bicicleta financiera criolla ante su resurgir en las encuestas. El temor no solo repercutió en el balance cambiario de abril, cuando la salida de capitales invertidos en activos financieros casi igualó a los ingresos para el mismo fin. También impactó en el megavencimiento de Lebacs de la semana pasada, cuando los dueños de uno de cada cinco pesos colocados en esos instrumentos optaron por refugiarse en el dólar antes que seguir cobrando el jugoso 25,5% anual que les ofrecía Federico Sturzenegger.
Conocedor de los bruscos vaivenes anímicos de la City pero tal vez no tan experimentado en la dinámica de las decisiones de inversión real que toman las compañías no financieras, Nicolás Dujovne optó esta semana por equiparar ambas. Así, de paso, aportó su granito de arena a la campaña oficialista y responsabilizó por la sequía de inversiones a la flamante candidata a senadora. Según el ministro de Hacienda, cuando los inversores, los tenedores de pesos, los que están pensando en poner una fábrica y generar empleo, ven la posibilidad de que la Argentina vuelva a esas políticas del pasado que tanto daño han hecho, dudan.
El razonamiento es el mismo que Luis Caputo desgranó en el prospecto de emisión del bono a 100 años por el cual el fiscal Pedro Zoni (quien no está afiliado a «Justicia Legítima», como se publicó erróneamente en varios medios) lo imputó esta semana. Si el oficialismo pierde las elecciones, arguyó allí el ministro de Finanzas, las inversiones no llegarán y la economía se complicará. Es la inversa de la «pesada herencia»: el terror del capital al populismo futuro como reverso de los reparos frente al populismo pretérito.
La incertidumbre respecto de las elecciones de octubre, sin embargo, no apareció entre los argumentos que dio Pepsico para cerrar su planta de Vicente López ni entre los que esgrimió la autopartista Hutchinson para hacer lo propio con la suya en Martínez. Entre ambas, en un par de días, barrieron de un plumazo esta semana con un millar de empleos industriales. Un nuevo aporte de las multinacionales a los 55.000 puestos fabriles destruidos desde diciembre de 2015, según las estadísticas del Ministerio de Trabajo.
¿Qué mueve a un empresario a invertir? La rentabilidad. ¿Qué evalúa antes de realizar un desembolso? Las colocaciones alternativas de esos fondos. ¿Cuál es la alternativa más a mano para cualquiera que tenga pesos? Las Lebacs. ¿Cuánto debe rendir entonces un emprendimiento productivo para resultar atractivo hoy? Más del 25,5% anual. ¿Acaso los hay?
Los 51 despidos que decidió también esta semana WalMart, otra multinacional, son ilustrativos al respecto. La cadena precisó que su sucursal de Sarandí nunca fue rentable desde su apertura, durante el gobierno de Cristina Kirchner. Pero el resto del sector supermercadista no atraviesa un momento más próspero. Federico Braun, tío del secretario de Comercio y dueño de La Anónima, sorprendió ayer al advertir por radio que el último trimestre «fue el peor desde 2002». La cadena francesa Carrefour acumula una caída del 5% en su volumen de ventas en lo que va de 2017, en comparación con un 2016 que ya había exhibido un desplome de dos dígitos frente al 2015 electoral.
Aguas arriba, en la industria de alimentos y bebidas, la situación no es menos acuciante. Recién en mayo Coca-Cola logró frenar la caída de su volumen de ventas, que acumuló entre enero y abril una baja del 7%. El año pasado, sus despachos se habían contraído un 11% frente a 2015. El brusco ajuste salarial de 2016 y la consecuente migración a marcas más baratas llevó a que en octubre pasado, las ventas de gaseosas Manaos superaran a las de Pepsi. Un brote de nacionalismo forzoso para los segmentos más pobres de la población.
El resultado de las elecciones, en ese contexto, dependerá del éxito del oficialismo a la hora de convertirlas en un plebiscito de la gestión kirchnerista antes que de la suya propia. Por eso se hizo patente en el cierre de listas su obsesión por evitar las internas y condicionar lo más posible a gobernadores e intendentes para mantenerlos a raya la segunda mitad de su mandato.
La sordidez de los servicios de inteligencia puso al descubierto el método al que apeló Cambiemos para unificar criterios en todas las provincias. Fue a través de esos oscuros resortes del espionaje que se filtró a la prensa patagónica un diálogo entre otro Braun (Enrique, el coordinador para la Patagonia del Ministerio de Interior) y el dirigente radical santacruceño Ítalo Bringas. En Río Negro, cinco intendentes querían ir por afuera. Los sentamos y les dijimos: flaco ¿vos vas por afuera? Listo, no conseguís un ATN (adelanto del Tesoro nacional) en la puta vida. O sea, podés ir por afuera pero no sos de Estudiantes, sos de Gimnasia. Y los tipos a los tres días estaban declarando que iban en la lista oficial.
La particular versión del federalismo fiscal que profesa el primo Quique no difiere mucho de la que practicaba Alberto Fernández cuando amenazaba a intendentes y gobernadores con la espada de He-Man (el musculoso héroe de dibujitos de los 80 que vociferaba «yo tengo el poder») desde el despacho contiguo al de Néstor Kirchner. Pero mantener la gobernabilidad, tanto entonces como ahora, depende de saber hasta dónde ejercer esa presión sin convertirla en algo asfixiante. Y si a los propios los amenaza con no recibir más fondos en la puta vida ¿qué quedará para los adversarios?
El intendente de la pauperizada Moreno, el kirchnerista Walter Festa, puede convertirse en el primer ahogado del «método Quique». Ayer fue hasta las puertas del Ministerio de Economía bonaerense a reclamarle ayuda a María Eugenia Vidal. Hasta ahora solo obtuvo como respuesta que debería despedir al 60% de sus empleados, pese a que tiene menos personal por habitante que el promedio de la provincia. Mientras Mar del Plata recibió asistencias por $400 millones de La Plata, su distrito apenas embolsó $35 millones.
Moreno no tiene fondos para pagar el aguinaldo. Quizá la perspectiva de exhibirla como «otra pequeña Venezuela kirchnerista» tiente a Cambiemos como recurso de campaña. Pero deberían moverse con cuidado. Los estallidos sociales sí que ahuyentan a los inversores.
Fuente: BAE