A pesar de a ser uno de los barrios más antiguos, Floresta padece un déficit crónico de servicios públicos. Hace décadas se reclama agua pero esta semana sólo lograron que Aguas del Norte se comprometa a aumentar la frecuencia de camiones “aguateros” que llenan tachos que los vecinos usan para el vivir cotidiano. (D.A.).

Increíblemente esa fue una de las buenas noticias a las que semanalmente nos tiene acostumbrado el portal oficialista “Informate Salta”. Informó que Aguas del Norte realizará un relevamiento en el barrio para conocer la cantidad, ubicación y distribución de las familias que habitan la zona y así elaborar un cronograma actualizado de provisión de agua. Es más, se publicitó que las autoridades de la compañía prometieron a los vecinos aumentar la cantidad de camiones “lo que impactará positivamente en la frecuencia semanal, llegando a todas las familias de la zona”. La auspiciantes noticia culminó así: “Los vecinos de Floresta agradecieron la información brindada y se mostraron muy conformes con las respuestas de la empresa”.

Hay que precisar que la empresa se comprometió a enviar los camiones denominados “aguateros”, esos que en pleno siglo XXI deberían ser un recuerdo nostálgico pero hoy son una flagelante realidad: recorren el barrio para proveer a las familias del elemental líquido. Escena que se produce semanalmente en un escenario que está a sólo quince minutos del centro de la cuidad y que explica porqué hay sectores del barrio sin agua corriente. La situación los obliga a recurrir a grifos comunitarios que cuentan con el servicio durante un par de horas diarias y que por ello mismo se ven obligados a depender de provisión extra por medio de los camiones.

Con respecto a la promesa de realizar un relevamiento en el barrio para conocer la cantidad, ubicación y distribución de las familias que habitan la zona, realizada por la empresa, convendría recalcar que hay trabajos universitarios que hace años que describen con precisión esa situación. Un extracto del mismo fue publicado en este medio en el año 2010. Llevaba por título “Cinco siglos igual” y era de autoría de José González Romano, actualmente antropólogo egresado de la Universidad de Salta. Allí se puede leer que el barrio Floresta no sólo se ubica geográficamente en las márgenes del ejido urbano, sino que también vive al margen en cuanto al acceso a servicios públicos se refiere. Ubicado en el extremo oriental de la Zona Este, limita al oeste con Villa Mitre, al sur con el Parque Industrial, al este con una cadena de cerros, al norte con barrio Constitución, al noreste con Loteo Velata o Divino Niño, y al noroeste con Villa Mónica. Debido a que el poblamiento del sector fue paulatino, hay sectores de la barriada que tienen 40 años de antigüedad. La forma del barrio es particular: tiene unas veinte cuadras de largo, por tres cuadras de ancho, aunque la mayor de las particularidades es que va creciendo “para arriba”, en el sentido de que las casas se van levantando en las laderas de los cerros.

El barrio esta subdivido en tres sectores y muchos pobladores hacen uso de esta categorización para identificar a los mismos: Floresta Sur, Floresta Centro y Floresta Norte. A su vez, también cuenta con una parte “alta”, y una “baja”. La parte más antigua tiene más de cinco décadas y se encuentra en la parte sur, desde donde comenzó el proceso de urbanización que fue extendiéndose hacia el norte y desde “abajo” hacia “arriba”.

En Floresta, además, existen loteos, asentamiento y villa. Esta última se distingue por tener viviendas construidas en su mayoría en terrenos fiscales o privados, ser construcciones muy precarias, con poco o ningún ordenamiento espacial y calles interiores frecuentemente angostas. Los asentamientos son formas nuevas de construcción que viene desde la década del 80.

¿Qué es lo que caracteriza a estas formas de habitabilidad? Que comparten entre sí una situación precaria de tenencia de la tierra. Los loteos económicos son barrios que surgieron a partir de la subdivisión masiva de tierras de uso rural y que se vendieron en cuotas a plazos.

Las diferencias hacia el interior del barrio se expresan también en con otras categorías: Floresta vieja – Floresta nueva. Floresta baja – Floresta alta. En “Floresta baja” muchos de los terrenos están escriturados, lo que supone algunas ventajas evidentes: las casas cuentan con cloacas, luz, agua corriente y desde el año 2.007 con agua durante todo el día. A medida que uno “sube” en dirección al cerro, se adentra en el “asentamiento”. Allí sus moradores están en una situación irregular con respecto al dominio de las tierras. Esta situación explica, al decir de los organismos oficiales, que esa parte de la barriada no cuente con agua corriente y que para proveerse de ella deba recurrir a los grifos comunitarios y también a los camiones. Son esos los lugares en donde cotidianamente se ven a hombres, mujeres, niños y ancianos con baldes y tachos que usan para reunir agua, algo que sólo pueden hacerlo durante dos horas por día porque luego se corta el servicio. Esa situación propia de siglos anteriores, explica otra no menos antigua: que cada tantos días pase el camión “aguatero” que llenan tachos de 200 litros que los vecinos utilizan para lavar ropa, utensilios y regar sus huertas familiares.

También hay historia

El mismo José Gonzalez Romano resumió para Cuarto Poder la historia del barrio. El barrio se originó como un loteo hecho por distintas inmobiliarias. Desde el año 1956 ya se ofrecían los terrenos para su adquisición. Antes de ser barrio, el terreno era una finca, llamada Finca La Floresta, y según algunos testimonios, llegaba hasta donde era el Matadero municipal. “se va a sorprender usted porque, no se si usted vio, en el matadero, al frente, hay un bar que dice “La Floresta”, hasta ahí llegaba Finca La Floresta, después se hicieron los loteos y se fueron achicando, por supuesto, después se hizo el loteo La Fama, después se hizo el loteo de Villa Mitre, Constitución, bah, Mónica, después ya se hizo Floresta. Pero la finca ésta llegaba hasta ahí, grandísimo, tiene su historia, grandes historias”, había testimoniado un vecino.

Los dueños de esta finca era la familia de Alcira  Gottlynh, viuda de Correa, que donó terrenos para la colocación de una cisterna en el año 1983 a fin de que el barrio tenga agua. También se había reservado, cuando se hizo el loteo, un terreno para la construcción de una escuela pero fue ocupado por familias que se asentaron allí. No había calles, los terrenos eran marcados a través de un mojón, “es una base de cemento, con un hierro en la punta, en el medio, de ahí se tira un hilo por acá, un hilo por allá, y de ahí se dice: aquí hay 12 terrenos de 10 (metros) de frente, después tira para allá, por eso uno se guiaba”.

El sector del barrio que se origina por asentamiento se fue poblando en varias oleadas y recibe en su conjunto el nombre “Finca Altos de la Floresta”. Comprende de la calle Hermenegildo Diez hacia “arriba”. Surge a mediados de los años 70. En ese entonces, ya existía el Barrio Floresta (la parte del mismo que cuenta con los terrenos escriturados). Según cuentan los habitantes, este sector del barrio se fue formando a los costados de la torre de alta tensión (conocido como sector de la Torre 40). Poco a poco, se iban midiendo los lotes y poniendo los precarios cimientos de las viviendas.

También al interior del barrio hubo asentamientos. Cuando se hizo el loteo se reservó el espacio para una escuela y espacio verde, el espacio “invadido” queda sobre calle Mariano Saravia, entre las calles Isasmendi y Gambolini. En los años 70 también sucedió esto: “en la época de Ragone se asentaron, siguen ahí pero no tienen escritura porque esos terrenos fueron donados al Ministerio de Educación”. En las partes más altas se observan viviendas muy precarias, con muy poco o ningún ordenamiento espacial, con calles interiores frecuentemente muy angostas, a veces tan angostas que sólo se las puede transitar en bicicleta o moto.

Muchas veces cuando un grupo de gente se asentaba bajo los cables de las torres de alta tensión -que atraviesan el barrio longitudinalmente- no se permitía su radicación y eran reubicados en otros puntos de la ciudad, tal como pasó durante el gobierno de Roberto Romero (1983-1987), que trasladó a muchas familias que estaban bajo los cables de las torres de alta tensión a nuevos barrios construidos bajo el programa provincial ProViPo (Programa Vivienda Popular) como Norte Grande, San Francisco Solano, Finca Independencia. Luego del traslado de esas familias vinieron otras con las mismas necesidades habitacionales que sus predecesoras y ante la masividad e imposibilidad de ofrecer soluciones parecidas a las dadas anteriormente, se hizo virtualmente imposible desalojar los terrenos.

Pasaron muchos años desde los inicios del barrio y hoy el Estado sigue sin proveer agua corriente a esos vecinos.