La dinámica de los acontecimientos por lo menos fue torpe: lo que en un principio se presentó como un hallazgo importante de cocaína, término abriendo sospechas sobre el cariz de un operativo caído del cielo. Datos inverosímiles difundidos y sobreactuación para las cámaras. (M.A.)
La policía provincial suma otro episodio insólito a su historial. Ocurrió en la madrugada del miércoles 16 de julio, cuando dos efectivos que patrullaban cerca de la entrada del dique Las Lomitas, en Quijano, se toparon con unos paquetes de cocaína. La versión oficial señala que el sargento Vargas y la cabo Romina Barbosa encontraron 48 kg de cocaína. La merca, según dijeron, fue arrojada desde una camioneta doble cabina donde viajaban un hombre y una mujer. “Cuando quisimos preguntarles si tenían algún problema, sus rostros se desfiguraron al ver el móvil, aceleraron y huyeron a toda velocidad. En ese momento vimos la droga, los paquetes estaban al costado de la ruta”, declararon a la prensa los policías que encontraron el cargamento.
Tras el hallazgo de los paquetes, aparecieron en acción el ministro de seguridad, Alejandro Cornejo D’Andrea, y el jefe de Policía, Marcelo Lami. Los dos estuvieron en el lugar monitoreando las tareas desde temprano: la intervención de Cornejo D’Andrea empezó con declaraciones en los medios en las que se empecinó en destacar que el hallazgo se produjo debido a la política de patrullaje de rutas y caminos dispuesta por el Centro de Coordinación Operativa y adelantó que las sospechas indicaban que eran bolivianos los que viajaban adentro de la camioneta Hilux 4×4. Lami, con autoridad de especialista, valuó la falopa en más de 1 millón y medio de pesos, además comentó que estaba desplegado en el valle de Lerma un operativo “cerrojo” para dar con los responsables.
Duras versiones
Desde un principio fue confusa la información: primero trascendió que encontraron 50 kg; luego la comisaria de Quijano dijo a la agencia DDN que se trataba de 30 kg, el jefe de la cartera de seguridad habló de 45 kg, tras todas estas idas y vueltas en el pesaje, finalmente se informó que fueron 48 kilos. También, en un primer momento se dijo que era cocaína, más tarde se mencionó pasta base y luego se confirmó que hablábamos de cocaína. Esta vacilación es significativa: ya que el valor de 1 kilo de cocaína difiere notablemente al de uno de pasta base; el primero puede llegar a costar 2 mil dólares en Buenos Aires, mientras que la pasta base debido a sus características de producción tiene un costo mucho menor para el tráfico.
También merece una lectura especial la línea argumental de la policía. Según declararon los uniformados, no pudieron observar el destino que tomó la camioneta ni anotaron el número de patente. No se escucharon justificativos.
Evidentemente, los ocupantes de la camioneta lograron consumar más rápido que los policías tres acciones: identificar a los efectivos, tirar la droga al costado de la ruta y emprender una veloz huida por la ruta nacional 51.
A pesar de no contar con pruebas, resulta extraño que la policía informara al pasar que se trataría de narcos bolivianos. También suena un poco raro que se baraje la posibilidad de Chile como destino de la droga. Ambas hipótesis fueron realizadas sin tener siquiera un detenido ni la camioneta secuestrada. Tales circunstancias, llevan a pensar que estamos en presencia de una mediocre dramaturgia policial con un contenido que ni el más charlatán de los salteños podría relatarlo creíblemente. Prueba de ello es la sobreactuación ante los micrófonos de Cornejo D’Andrea y Lami para presentar el resultado como parte de su “cuidadosa acción” y muestra del combate al micro-tráfico. Indudablemente en otra oportunidad hubieran preferido la cautela y el perfil bajo, sin embargo, optaron por colocarse al frente de un operativo vergonzoso, cubierto de aspectos poco claros.
Otra de las hipótesis que suena fuerte es que dejaron la cocaína para que otros la vengan a buscar. Es decir que utilizaron la vieja metodología de abandonar la merca en un punto acordado. Ante la incertidumbre, este cronista recurrió a fuentes policiales informales. La fuente consideró que el enfoque elegido por la institución generó muchas controversias y advirtió que el caso sumió en un inocultable nerviosismo a los funcionarios porque corrían rumores que uno de los ocupantes de la camioneta seria parte de la institución azul. Un clásico ya: detrás de este hecho habría miembros de las fuerzas involucrados; esta, sin duda, es una hipótesis que podría llevar a clarificar la dinámica del vasto universo de acciones que transcurre a “espaldas” de todos y que se alimentan con las comprobadas relaciones de las fuerzas del “orden” con el mundo narco.
Algunas preguntas que se imponen dejan una marca oscura al caso: ¿Es posible burlar un operativo “cerrojo” en todo el valle de Lerma? ¿Quién es la astuta pareja y por qué no se tomó la patente cuando es lo primero que se hace al detectar a personas en “actitud sospechosa”? ¿Se puede conjeturar que la maniobra policial haya sido parte de un plan para distraer la atención? ¿De qué banda hablamos, dónde opera, quiénes están involucrados? ¿Cuál es el balance del accionar policial sí los implicados directamente están libres? ¿Por qué rápidamente funcionarios señalaron que la droga rumbeaba para Chile sin tener pruebas?
Aquí algo huele mal.
Foto: imagen ilustrativa