El diario que escribió una argentina en 1829 mientras vivía en las islas y el testimonio de un conscripto salteño que luchó en la guerra en 1982 son realidades ajenas con un factor común: el olvido. (Bernardita Ponce Mora)

Desde nivel inicial, niños y niñas saben que las Malvinas son argentinas y que allí lucharon por la Patria y dejaron sus vidas cientos de hombres. Lo que nunca les han enseñado es que antes de que llegaran los ingleses con una tercera invasión, en 1833, vivían en las islas cientos de argentinos y argentinas, entre criollos, gauchos y negros.

María Sáez Pérez escribió en 1829 un diario personal durante su estadía en Malvinas, donde vivía junto a su marido, Luis Vernet, primer comandante político y militar de las islas. A raíz de una deuda que tenía con él el general Jorge Pacheco, se hizo con la mitad de la concesión de 30 mil leguas en las islas, más permisos de caza, encierro y cría de animales. El archipiélago estaba bajo posesión argentina desde 1820, poco después de la Declaración de la Independencia.

En 1826, Vernet llegó y fundó Puerto Luis, al norte de la isla Soledad. Tres años después, el 15 de julio de 1829, desembarcó junto a su esposa, tres hijos y otras 50 personas, entre inmigrantes, criollos y gauchos. A partir de ese día y durante más de cinco meses, María Sáez escribió un diario donde narró sus vivencias e impresiones de las islas, a las que describió como el “paraíso”. Durante su estadía en Malvinas nació su hija Matilde, hubo un casamiento civil y murieron algunas personas: el ciclo de la vida en las islas del sur.

El clima es el protagonista de las páginas del diario, que marca las posibilidades de hacer actividades -o no- en las islas. Sin embargo, al contrario de lo que se imagina, Puerto Luis parece más generoso y abundante que Buenos Aires: hay aves y huevos enormes, el agua es deliciosa y la gente mejora su estado de salud.

Este diario personal se puede considerar como uno de los primeros textos de la literatura argentina. Sin embargo, quizá por haber sido escrito por una mujer en el ámbito de su hogar, no ha sido tomado en cuenta para la revisión histórica de la identidad nacional. En cambio, se eligió a “El matadero” de Esteban Echeverría, escrito 10 años después y pleno de muerte y sangre, como exponente de la incipiente cultura argentina.

Juan Terranova se preguntó al respecto en el prólogo del libro Diario de María Sáez de Vernet, que editó y publicó Punto de Encuentro en 2016: “¿Y si cambiáramos ese comienzo y dijéramos que la literatura argentina empezó con las anotaciones que una mujer hizo en una casa de piedra en uno de los lugares más australes del mundo?”.

¿Cómo sería entonces la identidad de la nación argentina y la visión sobre Malvinas? Terranova aproximó una respuesta en su prólogo: “Leída desde el diario de María Sáez la literatura argentina cambia. Se civiliza sin perder la emoción ni la sorpresa, se politiza de una manera diferente”. Más tarde sentenció: “María Sáez de Vernet nos deja una certeza: la soberanía también es un acto doméstico”.

Posguerra

“Nosotros fuimos con muy poca información de Malvinas porque nos enteramos 48 horas antes del desembarco”, contó José Párraga, un veterano salteño de la guerra de 1982, que no sabía sobre la existencia el diario de María Sáez. Mañana se cumplen 35 años de esa contienda que marcó su vida a fuego y cuyas heridas aún no cierran. Perdió a sus amigos en seis horas de combate, los cargó en su hombro y limpió su sangre “con balde y trapo de piso”.

José volvió de la guerra sin contención por parte del Estado: “Salimos por una ventana y regresamos por una ventana”. Las personas que lo conocían y lo querían lo ayudaron a recuperarse y seguir. “Es muy fácil enseñar a matar pero es muy difícil enseñar a que vuelvas a vivir una vida normal”, valoró. Cumplió sus deseos y los de muchos de sus compañeros que no sobrevivieron: tener una familia. Hoy, sin embargo, le duele que uno de sus hijos se haya tenido que ir a trabajar al sur y que otro no consiga trabajo.

Aclaró que él, como tantos otros, era conscripto, es decir que fue a pelear porque estaba haciendo el servicio militar obligatorio. “Nuestra obligación en ese momento era defender la Patria, no era una fuente de trabajo”, afirmó, como si todavía no lo escucharan. Es que tanto él como sus compañeros sufren la desmalvinización: el intento organizado por desestimar la acción heroica de estos jóvenes en la guerra de Malvinas.

“Los conscriptos no éramos parte de la dictadura, éramos parte de una situación que nos tocó vivir en el momento. No estábamos a favor ni en contra. Nos decían lo que teníamos que hacer y lo hacíamos. No podíamos preguntar por qué”, argumentó y recordó: “Nosotros no teníamos miedo. No éramos ‘chicos de la guerra’, como dicen. Estábamos ahí por la Patria”.

La última dictadura militar, además de los desaparecidos, se cobró otras vidas, las de los “colimbas”, que tampoco tuvieron derechos humanos. “No pudimos decir sí o no pero fuimos con mucho honor a Malvinas. Nosotros queríamos la democracia pero pensábamos que iba a ser distinta. Cuando veo lo que pasa, pienso ‘¿por esto ha muerto mi amigo?, ¿por esto estoy castigado hace 34 años?’”

Para José es muy triste que después de tanto tiempo, pareciera que los soldados conscriptos no existieran. “No hay respeto por parte de las autoridades, como en otros países. En Malvinas tuvimos que soportar, atacar y defendernos de una potencia. Ellos estaban de más equipados pero nosotros teníamos el alma de lo que queríamos”, sentenció.

Comentó que sería importante que se viera el diario de María Sáez en la escuela y que el 2 de Abril se embanderaran todos los edificios públicos y las casas. “Es muy difícil explicarle a la gente lo que es la guerra y es muy difícil que lo entienda porque no la vivió. Los veteranos de Malvinas no queremos ser invisibles. Queremos dignidad y que se nos reconozca. Es triste y muy duro que nos quieran desmalvinizar pero hay un problema: los soldados estamos vivos”.

Memoria, invaluable

Párraga relató cómo experimenta el olvido del Estado y de la sociedad cada día. El recuerdo de sus amigos y sus vidas apagadas lo llevan a gritar en silencio “¡Peleé en Malvinas y estoy vivo!”. De igual manera, son pocos los que lo escuchan.

Terranova planteó en su prólogo que el diario de Sáez es como si fuera invisible. Cuestionó que después de casi 200 años no hubiera sido analizado por críticos ni historiadores y que muchos investigadores ni siquiera lo conocieran.

Quizás estos días de homenaje por el aniversario de la guerra de Malvinas brinden la oportunidad para repensar la Argentina: cuáles son los hechos y los personajes que se eligieron para contar la historia y construir la identidad nacional.

La memoria, una vez más, invita a recordar para que la verdad y la vida no queden tras un manto de olvido.