A pesar del empeño de la dirigencia salteña por mostrarse al margen de las decisiones nacionales, los hechos posteriores al cierre de listas evidencian el grado de permeabilidad de la política local. (Nicolás Bignante)

A dos semanas del caótico cierre de listas que dejó un tendal de heridos en más de un frente, el reacomodo de las piezas llegó como era de esperarse desde Buenos Aires. Las críticas que de manera unánime esboza el arco político en su conjunto sobre el centralismo en las decisiones políticas, se desdibuja cada vez que las contradicciones locales habilitan el envío de directrices desde el orden nacional. Los motivos para la irrupción de la matriz general en los armados provinciales varía según la realidad de cada frente: Internas inesperadas, disposiciones rupturistas y mandatos forzosos de unidad son algunos de los factores que explican cuan permeable es la política salteña a los fenónemos nacionales. En la regla general, la fantasía de una elección a la cordobesa se difumina incluso en los espacios que apostaban al localismo exacerbado. 

El hecho es que, al margen de la discusión respecto del efectivo papel de las PASO en esta provincia, las asperezas internas en los sucesivos frentes condicionan no sólo la competitividad de cada una de las listas, sino también el desarollo y el armado de cara a las provinciales de octubre.    

La previsible adhesión de la fórmula Fernández-Fernández a las listas «Celeste y Blanca» y «Con Todos Sinceramente», dejó algo más que despechados y listas cortas en el Frente Todos. En el más rabioso kirchnerismo hay quienes juran que harán cualquier cosa antes que acompañar al «Oso» en sus aspiraciones provinciales. Idéntica advertencia le hicieron el 22 de junio pasado al «abandónico» Javier David. No obstante, aunque los cañones apunten a la dirigencia local, el precepto unificador emanó de los altos mandos en la Capital Federal. De hecho, sólo en Salta, Santa Cruz, Santiago del Estero y Chubut se habilitó la participación de más de una lista en la candidatura a diputado nacional. El oficio judicial firmado por la jueza Servini da cuenta que en el resto de las provincias, no hubo margen para la dispersión. 

Los analistas que siguieron con rigor las negociaciones en el seno del Fernandismo local convienen en que el desplante era previsible. A horas de que venza el plazo para la presentación de listas, los contendientes intentaron remediar el chanchullo en el que se vieron envueltos tras el faltazo de Javier David, telefoneando a sus superiores en Buenos Aires. Desde arriba sólo atinaron a ordenarles que lo resuelvan por su cuenta, lo que a todas luces no fue posible.

En el oficialismo provincial tampoco son ajenos a los problemas extramuros. Con la llamativa ausencia de dirigentes del saenzismo, el pasado jueves quedaron oficialmente presentados los candidatos de Unión por Salta. En una ceremonia deslucida en comparación a los pomposos actos que supo comandar, el gobernador Juan Urtubey volvió a remarcar que a pesar de los ofrecimientos del macrismo, mantuvo una postura «independiente» de la grieta. 

La ausencia del intendente capitalino, sin embargo, armoniza perfectamente con las fotos que se sacara una semana atrás con la primera línea macrista durante la presentación de las obras en el centro. En sus explicaciones al respecto, el gobernador esgrimió que «hay dirigentes que tienen sus responsabilidades», aunque la excusa supo a poco. Pero más allá de las presiones que desde la Rosada se hagan para encolumnar a Gustavo Sáenz, el tire y afloje del intendente aspirante a gobernador también halla su argumento en la partida del ex jefe de gabinete. Con un Yarade desamparado, el intendente capitalino encuentra una posibilidad significativa de polarizar provechosamente con Miguel Isa, al tiempo que fija límites con el kirchnerismo de Leavy mostrándose con Pichetto y compañía. La ausencia de un heredero natural en el Grand Bourg -cuyas chances de crecer en intención de voto no tengan un techo- habilita y perpetúa el doble juego de Sáenz.  

Desde el entorno de Yarade sacan a relucir, casi como un acto de rebelión, el apoyo de la liga de intendentes oficialistas a su candidatura. En paralelo, vaticinan un futuro con escasa participación del binomio Romero-Urtubey e invitan a la dirigencia a desobedecer viejos mandatos. Los intendentes, reacios a las lecturas optimistas, no descartan la posibilidad de que su jefe político en retirada levante la mano de otro candidato.

En Unión Por Salta también siguen de cerca los cortocircuitos en Consenso Federal tras el veto de Roberto Lavagna a las listas de Margarita Stolbizer y Luis Barrionuevo en Buenos Aires. El monitoreo del proceso de confección de listas por parte del precandidato a presidente lo mantuvo alejado de su compañero de fórmula en las sucesivas recorridas de campaña. A excepción del viaje a Santa Fe y la visita del economista a Salta en ocasión de los actos en homenaje a Güemes, no hubo mayor acompañamiento por parte del líder de Consenso Federal.   

El macrismo salteño también terminó de organizarse por mandato externo. Pero a la luz de las encuestas, resulta difícil dilucidar si hay beneficiados o bendecidos en la repartija de candidaturas. La lista del taxista guachipeño José Ibarra irá finalmente despegada de la fórmula Macri-Pichetto, lo que a esta altura pareciera más un alivo que una preocupación. El «privilegio» fue para Juan Carlos Romero y el radical Miguel Nanni, quien había publicado hace apenas 20 días: «Con Juan Carlos Romero representamos cosas distintas. Veo casi imposible compartir una lista con él». Pero como la política es el arte de lo posible, las palabras (o los escritos en este caso) tienen peso muerto.

La izquierda, por su parte, está lejos de tener un mejor panorama. El P.O. que venía de celebrar «la unidad del 90% de la izquierda argentina» tras haber sumado al MST a las filas del FIT, enfrenta una de las peores crisis partidarias desde su creación y sus efectos ya se evidencian en Salta. Junto al histórico dirigente Jorge Altamira, un importante grupo de militantes entre los que se encuentra nada menos que la precandidata a diputada nacional Violeta Gil, optaron por constituir una fracción pública al interior del partido. Para la conducción nacional, el hecho significó un posicionamiento claro de ese sector fuera del P.O., aunque desde el bando de Altamira aseguran que apoyarán a los candidatos del frente. 

El cruce llegó a tal extremo que el propio dirigente nacional denunció censura y sabotaje a la candidatura de Gil, al tiempo que responsabilizó a Del Pla por el quiebre del partido. Ante una elección que de antemano se presentaba difícil para la izquierda, los divisionismos achatan la ilusión de repetir al menos parcialmente los resultados de 2013. 

Aunque el federalismo haya inundado los discursos pre-campaña y seguramente lo siga haciendo en los días subsiguientes, en Salta la dinámica nacional ha irrumpido de manera determinante en la realidad de los frentes. Si bien tal afirmación puede resultar una perogrullada tratándose de una compulsa nacional, entre los voceros del provincialismo hay quienes se rehúsan a admitirlo.