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Los aventureros

ALEJANDRO SARAVIA

Allá, en los lejanos años 60, es decir, cuando atravesábamos la inmisericorde adolescencia, en los cines pasaron una película que haría época. Protagonizada por el hoy anciano Alain Delon; por el ya difunto Lino Ventura; y por la hoy también anciana de 80 años, pero que en ese entonces era una absolutamente hermosa veinteañera, Joanna Shimkus, que respondía en ese film al musical nombre de Laetitia. Esa película fue conocida bajo el título de “Los Aventureros” porque se trataba precisamente de un trío que se dedicaba a eso, a las irresponsables aventuras por todo el mundo y lo hacían con el encanto de esos años 60 que sirvieron de pivote en la historia contemporánea.

Por esas caprichosas asociaciones de la mente, cada día cuando leo o veo las noticias sobre el trío que hoy nos gobierna, me remonto a aquella película, a Los Aventureros. Pero para que quede claro, cuando hablo del trío de aventureros que hoy gobierna a la Argentina, me refiero a Javier Milei, a su hermana Karina y al asesor multiuso Santiago Caputo, al que Carlos Pagni subtitula como “El mago del Kremlin” por el personaje de la afamada novela de ese nombre escrita por el escritor italo-suizo Giuliano da Empoli.

Está claro que lo que me hace remontar a aquella película es el nombre de la misma, Los Aventureros, y en cierta forma su desarrollo, sobre todo por la irresponsabilidad con que afrontaban su suerte aquellos protagonistas y, en cierta manera, también éstos. No la pinta, la facha, de los sosías que la fortuna aupó en el gobierno de este sufrido país. Ninguno de los actuales se parece a Alain Delon o Lino Ventura ni obviamente a la exquisita Laetitia.

Estos aventureros, los locales, son delatados como tales por su propio irresponsable quehacer. Javier Milei, el mascarón de proa del equipo, pasó de ser un afortunado panelista y tuitero a presidente de una república, sistema institucional en el que no cree. Con “la nuestra”, se dedica a recorrer el mundo para hacer su propia campaña como profeta de su propia religión, el anarcocapitalismo. En esa tarea se dedicó a pelearse con todo aquel mandatario que no profese su misma creencia, comprometiendo los intereses comerciales y estratégicos de nuestro país en aras de sus caprichos. Acompañado, eso sí, por su hermana Karina, una también afortunada tarotista que maneja la emocionalidad de su hermano a su propio aire, pero también la política del grupo que los acompaña en la aventura, así como muy diversas y jugosas cajas que provee la administración del país. Es tal su desubicación que hasta firmó el acta en la cual supuestamente se dibujaría el destino del país como si estuviera democrática e históricamente legitimada, cuando lo suyo es una simple secretaría administrativa no una representación plebiscitada. El tercer aventurero, el mago del Kremlin, es un discípulo de Durán Barba, demiurgo de Macri, que se apoderó también de diversas cajas, así como de la política de inteligencia, nicho estratégico, y de la política judicial del gobierno, todo ello sin tocar tronera. Si todo esto no es una aventura, no sabría cómo llamarlo con propiedad.

Los otros días, en un reportaje que se le hacía a un ex diputado provincial oficialista, es decir peronista, para que también quede claro, éste no encontraba explicación a cómo se pudo elegir a esta troupe gubernamental. Pues bien, esa pregunta me preocupó aún más que la situación actual de estar gobernado por esta Armada Brancaleone, pues trasunta que nada de lo que estamos viviendo habrá de servirnos para algo. La respuesta a tal situación es que lo que hoy nos gobierna fue elegido por lo malo que fue lo que nos gobernó antes. Y por lo espantoso, también, que eran las alternativas, es decir, Massa y Bullrich. Mientras no se tenga en claro eso, ésto no nos servirá de nada.

Por ahora, mientras no se rompa el hechizo con este gobierno, que solo funciona a golpes de efectos, estamos condenados a soportarlo y marcar, tozudamente, sus tantos errores y aguantar, también, a todos aquellos que, como el ex diputado de mención, se hacen los distraídos. De un lado y del otro…