El autor santiagueño vuelve a publicar poesía con “Las semillas”, uno de sus libros más personales, premiado por la Fundación Argentina para la Poesía.

Por Mario Flores

Las semillas es el título del nuevo poemario de Aníbal Costilla (1980), autor oriundo de El Mojón, en Santiago del Estero. De vasta trayectoria literaria, incursionó por primera vez en la narrativa con su novela “Combi”, que actualmente cuenta con dos ediciones. Esta vez, el volumen de poemas que presenta a través de la editorial Salta el Pez (Buenos Aires) recupera su cadencia espaciada y retoma los elementos que construye su obra poética: lo natural y lo humano, la relación de misterio que subyace en su diálogo con el tiempo y la escritura. “Poesía de orilla y de correntada”, dice Jotaele Andrade en el texto de contratapa, ilustrando el tipo de fuerza implícita que suscita su lectura.

¿En qué lugar del terreno poético que venís trabajando crees que se ubica “Las Semillas”, ya que en poemarios anteriores exploraste lo natural y lo orgánico a través del lenguaje?

Reconozco que no me es fácil (nunca lo es) determinar algunas especificaciones sobre mi trabajo con la poesía, pero para responder a la cuestión debo ser franco y decirte que este libro, que hoy publica Salta el pez Ediciones, es tanto o igual de importante como lo son los otros libros anteriores editados, además de los inéditos que aún sigo trabajando, corrigiendo, modificando de vez en cuando; teniendo en cuenta lo dicho, mi terreno poético se configura con la resolución de esas obras, siendo consciente que pueden quedar sedimentos –en el sentido de depósito– sin escarbar en profundidad, cascarillas de la materia poética que aún hoy sigo mordisqueando como un anciano solo con una brizna de pasto en su boca, que mira sus últimos días con el sol en el horizonte y piensa/cree que eso, esa situación especial y particular, es un obsequio inalterable, una imagen de final apacible, la luz para alumbrar un pasado vivido en toda su plenitud. Me gusta imaginar que alguna vez podré ser ese ser desprendido del dolor de la nostalgia, que sólo mira por mirar pero que tiene el poder de temporizar con un dolor aprendido a soportar. Con esto digo que ahí se ubica “Las Semillas”, este pequeño libro escrito hace aproximadamente cuatro años.

El poeta y ensayista Rafael Felipe Oteriño, en su libro “Continuidad de la poesía” (Ediciones del Dock, 2020), en un artículo sobre Borges refiere que el poeta nacional manifiesta un abierto rechazo por la desmesura verbal luego de sus comienzos literarios más bien vanguardistas y barrocos. Me gustaría pensar que este libro aspira a cumplir ese propósito, salvando las desmedidas distancias, y sin cometer esos “desarrollos patéticos” como señala este último en “El escritor argentino y la tradición” (Discusión, 1932).

A lo largo de tu carrera como autor, has tenido la posibilidad de trabajar con diversas editoriales independientes (como Buenos Aires Poetry, Camelot América o La Papa), ¿cómo surgió en este caso el proyecto de publicar con Salta el pez Ediciones?

Esta vez, tuve la generosa y grata recomendación del escritor y maestro Martín Sancia Kawamichi, quien me puso en contacto con el escritor y editor Alan Talevi primero, que junto a Marina Baudracco y Rosario Salinas conforman el maravilloso equipo editorial de Salta el Pez Ediciones, con las que luego trabajé la edición propiamente dicha, además del trabajo de corrección previo que hicimos con Alan. Fue una hermosa experiencia porque, si bien el libro había sido premiado por la Fundación Argentina para la Poesía en su concurso anual de poesía inédita (en ese momento dedicado a Enrique Banchs) en el año 2021, de todos modos llevamos a cabo nuevas correcciones y cambios de poemas. Es importante mencionar también que anteriormente había trabajado los poemas en una clínica de obra con el maestro Jotaele Andrade. Por lo tanto, el libro pasó por varios ojos críticos antes del trabajo de edición, lo que me llena de satisfacción, porque creo que el resultado es muy satisfactorio en lo que a mi búsqueda personal y poética se refiere; luego se sabrá si el libro llega al lector y de qué manera.

En estos poemas hay, como dice la contratapa del poeta de Azul, Jotaele Andrade, «una tensión poética, filosófica y emotiva», ¿cómo se trabaja esa tensión del lenguaje en el cuerpo/materia del poema?

Jotaele Andrade es un gran poeta, del cual he aprendido mucho en estos últimos años y ha visto en mis textos un valor literario del cual yo siempre desconfío, por eso puede señalar eso (y más) con la finura y elegancia de gran especialista en la materia, mención que valoro como así también toda su obra que es de consulta y aprendizaje permanente. En ese sentido, en mi caso, trabajo los textos pensando en un hilo conductor (a veces imagino que pueda existir algo parecido) que le permita a mi experiencia poética configurar un corpus común, que luego intento convertir en un libro concreto, primero como algo provisorio, pero que con el correr del tiempo y de las lecturas, reescrituras, correcciones, pueden generar un libro, si no cercano a mi idea de obra sí al pensamiento de que el resultado es algo posiblemente completo o que quiere completarse de diversas maneras. Estos poemas siguen esa guía (es decir, la siguieron). Los textos fueron mutando: experimentaron la lectura en diversas ocasiones como en vivos de Instagram, festivales virtuales, festivales presenciales (como el Festival Internacional de Poesía de Rosario), y se convirtieron en los poemas que hoy salen publicados en este libro.

Salvo tu primera novela, “Combi” (que también apunta a cierto intercambio escénico que puede leerse en clave poética), tus libros hilvanan poesía, naturaleza y territorio (aunque también lo familiar, y la poesía y el escribir en sí mismo, a veces), ¿qué crees que tiene la poesía hoy en día para decir en las sociedades fragmentarias en que vivimos?

Es verdad lo que señalas: en mis poemas intento unir literatura, naturaleza y territorio y paisaje, entendiendo que las personas vivimos, convivimos en un tiempo y lugar determinado, una geografía única, que nos tensiona, nos enfrenta a sus elementos, y nosotros, como seres sociales y culturales, ponemos en crisis esa relación todo el tiempo. Es en esa mixtura de elementos donde abreva mi sentido ético y estético de la poesía que intento y me esfuerzo por escribir. Por otro lado, la poesía podría decir mucho, sólo que no tiene el espacio adecuado dentro de las grandes editoriales (salvo algunas que no mencionaré aquí) desde donde poder manifestar ideas, posturas, reflexiones en torno a su poder creativo, la contemplación de formas y maneras de ser de la vida actual, etcétera, pero lamentablemente hoy la literatura no tiene un mayor protagonismo social ni artístico que sí tuvo en otros tiempos. Afortunadamente, hoy en día, el trabajo de las pequeñas editoriales se ha convertido en la esperanza literaria del país, ya que podrían surgir nuevas voces con la suficiente fuerza para demandar los nuevos paradigmas desde los cuales formar trinchera e intentar cambiar el estado de la literatura del país y de la región.

¿De cuándo datan estos textos y qué proceso seguiste para darle forma a un nuevo libro dentro de la secuencia de tus publicaciones?

Estos poemas fueron escritos en el año 2020. Primero, surge la idea de lo que pienso que puede ser un libro: sus temas, sus imágenes, el sentido y los conceptos presentes en una manera particular y personal de concebir la existencia, en mi espacio geográfico, con las personas con las que me relaciono en la pequeña sociedad de la que formo parte, y en este tiempo en el que transcurrimos construyendo un futuro común, a veces en un intento inconsciente, a veces profundamente comprometidos con la época en que nos tocó actuar.


En “Las Semillas”, ¿reconocés una continuidad lírica de acuerdo a las voces del texto o se interpretan cambios con respecto a tus poemarios anteriores?

Me es difícil decir que hay cambios significativos en mi forma de escribir y tratar los temas en este libro; pienso que quizás exista un esfuerzo por profundizar líricamente en lo que ya venía produciendo, de tal modo que, lo que escribí, sea coherente con lo que pienso en estos momentos de mi quehacer creativo. En este momento escribo un libro que conjuga el amor, la pertenencia al terruño del que formo parte, los elementos del paisaje, la fe que nos mantiene en el camino y algún faro no magullado de esperanza. También es un libro de un lirismo nostálgico, al decir de Jotaele; sin embargo, no es igual, hay diferencias en el trabajo con el lenguaje, los interrogantes son mayores y las respuestas no se dejan asir fácilmente. Espero que los lectores puedan notar en este libro, cambios que den la pauta de que podemos conseguir resultados afortunados en esta parte del país, siempre adversa a la creación artística y, sobre todo, literaria. Hoy en día escucho decir, y leo, que la salida es colectiva; sin embargo, si seguimos apostando solo a autores que viven en las grandes ciudades del país (que no son muchas, por cierto), la salida siempre será por una misma puerta, la del centralismo, por más que algunos seudoeditores provincianos nos quieran hacer creer que poseen un espíritu federal y congruente con sus discursitos apelmazados de amiguismos mal disimulados.