Todo comenzó con un decreto firmado por Sebastián Piñera y sus ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa, que resolvió de manera unilateral que Chile anexe a su territorio 5.000 kilómetros cuadrados que pertenecen a la plataforma continental de la Argentina.

Lo que siguió fue una respuesta firme de parte de Cancillería.
Piñera hasta entonces chateaba frecuentemente con Alberto Fernández, pero nunca le avisó de una decisión política que viola los acuerdos bilaterales entre ambos países.
La respuesta argentina, enviada por felipe Solá, tiene cinco párrafos y empieza así “La aspiración que ahora Chile manifiesta es contraria al Tratado de Paz y Amistad de 1984 y a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, y expresa una vocación expansiva que la Argentina se ve obligada a rechazar” y añade “El reclamo al que se refiere dicho Decreto resulta manifiestamente extemporáneo y contradictorio con la conducta de Chile, previa a mayo de 2020 y desconoce lo dispuesto por las normas internacionales aplicables cuya interpretación de buena fe es exigida por el derecho internacional”.
Ya cuando Chile estaba en manos de la dictadura militar de Pinochet, se planteó una disputa territorial sobre las tres islas del Canal de Beagle, en la que Juan Pablo II lideró una mediación diplomática que evitó un conflicto armado entre ambos países. Esto pasó antes de la Navidad de 1978. Años después, Raúl Alfonsín cerró un acuerdo bilateral con Chile que Pinochet firmó de muy mala gana. Ese Tratado de Paz y Amistad de 1984 enterraba “la vocación expansiva” chilena que ahora pareció resucitar.
El comunicado argentino no sólo rechaza la ofensiva territorial de Chile sobre la Argentina, también denuncia que Piñera con su decreto intenta la apropiación de espacios que pertenecen a toda la humanidad. “Con relación a la publicación del pasado 27 de agosto en el Diario Oficial de la República de Chile del Decreto N° 95 relativo a espacios marítimos. Dicha medida pretende proyectar la plataforma continental chilena al Este del meridiano 67º 16 0, avanzando sobre la plataforma continental argentina y superponiéndose también con fondos marinos que constituyen Patrimonio Común de la Humanidad”.
Piñera no lo dice abiertamente en su decreto 95, pero basta con observar los mapas del Sur del Continente para darse cuenta que Chile intenta apropiarse de 20.000 kilómetros cuadrados que pertenecen a la Humanidad y que le permitiría incrementar su proyección nacional sobre la Antártida.
Unos años más tarde, en 1998, Argentina y Chile firmaron un tratado que precisa el límite fronterizo entre el monte Fitz Roy y el monte Daudet, dentro de los Hielos Continentales. El acuerdo tiene dos secciones. Una para fijar los límites del cerro Murallón al monte Daudet y la otra para fijar los límites desde el monte Fitz Roy al cerro Murallón. En el primer caso Chile no opuso objeciones. El trazado beneficia sus aspiraciones geopolíticas porque se inclina hacia el este en un área de pertenencia geográfica de la Argentina. En la segunda, Argentina nunca logró que Chile aprobará la demarcación legal. Si así ocurriera, Argentina se acercaría muchísimo al Océano Pacífico, una circunstancia geopolítica que Chile rechaza de plano y eso quedó más que claro con la aparición del decreto 95 del 23 de agosto pasado.
Con esto Chile añade mil kilómetros cuadrados más a su territorio que pertenecen a la Argentina de acuerdo al tratado suscripto en 1998. Ese acuerdo bilateral siempre fue aceptado por ambos países y sólo faltaba delimitar la sección B entre el Monte Fitz Roy y el cerro Murallón.
Argentina por su parte, también rechazó el avance de Chile sobre los Hielos Continentales, pero su posición no aparece escrita en la nota que se remitió hace tres días al gobierno de Piñera.
Alberto Fernández asumió que se trata de un conflicto limítrofe que probablemente termine en la Corte de La Haya, por lo que decidió no salir en los medios de comunicación con declaraciones propias o de los miembros del Gabinete. Lo que sí espera es seguir por la vía diplomática formal, posiblemente con un encuentro con Piñera en la Cumbre de la CELAC o durante la Asamblea General de Naciones Unidas. Por el momento, continúan las instancias de mediación que establece el Tratado de Paz y Amistad de 1984.