Dos salteños forman parte de un grupo de médicos argentinos recibidos en Cuba que se ven perjudicados por las demoras de la Secretaría de Políticas Universitarias de la Nación. Desde mediados del año pasado que no pueden ejercer en el país. (Federico Anzardi)
Fernando Martínez y Nelson Ibarra son médicos salteños recién recibidos. Tienen 28 y 30 años respectivamente y entre 2009 y mediados de 2015 se formaron en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de Cuba, uno de los países más respetados en materia de salud pública. Sin embargo, ni ellos ni otros 18 compatriotas egresados en la misma camada pueden ejercer en nuestro país, ya que esperan desde hace nueve meses que sus títulos sean convalidados por el Ministerio de Educación de la Nación.
“Fuimos becados. Se nos dio todo: estudio, vivienda. Estuvimos seis años y medio. Hicimos la carrera completa. Nelson regresó en agosto y yo en septiembre del año pasado. Los dos con el título”, cuenta Fernando a modo de introducción. Y continúa: “Cuba tiene un convenio de convalidación automática con Argentina que se firmó en 2007. Nosotros presentamos nuestros papeles (el título y el programa bajo el cual estudiamos) el 15 y 16 de septiembre del año pasado en el sistema informativo de convalidaciones. Desde esa fecha estamos tratando de que nos convaliden el título y podamos ejercer. Sin esa convalidación nuestro título no sirve. De esa fecha hasta diciembre salieron 18 títulos convalidados en total. Hay gente que los presentó en octubre y le salió, gente que los presentó en agosto y le salió. Pero hay gente que los presentó en octubre y no salió. Lo que nos fueron explicando es que con el cambio de gobierno las cosas se frenaron y se retrocedieron pasos, además de que se agregó un paso más dentro de las comisiones que evalúan los papeles. Nos dijeron que era algo de tema jurídico”.
Desde diciembre no fue convalidado ningún título de la camada de graduados de Fernando y Nelson. El 11 de mayo, representantes de los profesionales nucleados en la Agrupación de Graduados en Cuba se reunieron con Sergio Tríppano, Director Nacional de Gestión Universitaria, quien les informó que los papeles saldrían en quince días. “Desde entonces no recibimos ningún comunicado. No nos dan respuestas. Nos dicen que tenemos que esperar”, dice Fernando.
El 5 de junio pasado, un comunicado de los Médicos Argentinos Graduados en Cuba abordó la situación: “Hoy volvemos a Argentina, con todas las ansias de poder devolver todo lo aprendido, de poder ser los médicos de ciencia y conciencia para quien más lo necesite en nuestro país. Nos genera gran preocupación el hecho de que no sea una prioridad la salud de nuestro pueblo, porque esa es la única interpretación posible al hecho de que lleguen médicos que residen en disímiles provincias (de la Quiaca hasta Ushuaia), y se les impida poder desarrollar su profesión. Hacemos pública esta situación de casi un año, que nos mantiene en la zozobra de saber si podremos ejercer o no nuestra profesión en la Argentina, y también para que nuestros compañeros que se graduarán éste próximo julio no sufran los mismos maltratos burocráticos que nosotros”.
“Estos trámites normalmente tardaban entre tres y seis meses. Había gente que quería intentar que se conozca la situación antes, pero nosotros decidimos esperar los seis meses. Pero hoy sigue todo en la misma situación”, dice Nelson.
Un sueño cumplido
“Cuba es una eminencia a nivel mundial en la medicina. Averigüé para ir a Tucumán y no podía costear los gastos. A mi familia se le hacía medio imposible. Cuando pude contactar con la gente de la embajada tuve suerte, porque hay gente que intenta varias veces para ir”, recuerda Nelson, quien compara las diferencias entre nuestro país y la isla: “Cuba se enfoca mucho en la atención primaria de la salud. Cuando uno quiere hacerse atender acá, si tiene algo grave tiene que ir al hospital, no puede ir a la salita. Acá se prioriza curar antes que prevenir. Allá está estructurado un sistema de hospitales, de policlínicos, que vendrían a ser las salitas de acá, pero mucho más equipadas. Y tienen consultorios en todo el territorio: si tenés algo vas a la vuelta de tu casa. El médico tiene un registro y te va haciendo un seguimiento. Te conoce, va a tu casa. Hay un consultorio cada cinco o seis cuadras en todo el país. Entonces no se concentra tanto la población para hacerse atender en los hospitales. No hay que hacer una cola de cinco horas para pedir turno y ver si te atienden”.
“El médico no está solo en el consultorio -sigue-. Todas las semanas va un equipo multidisciplinario. Ponen mucho énfasis en la atención de los niños. Son muy estrictos. El médico tiene que verlo cierta cantidad de veces al mes, la cita a la madre para que vaya al consultorio o va a su casa. Cada tanto, todos los especialistas tienen que ver al niño. La madre no tiene que pedir el turno, ella ya sabe que un día está programada la atención. Aunque el niño no tenga nada tiene que ir a hacerse ver”.
“Es un sistema de salud muy lindo. Acá estamos muy escasos de sistema primario. Creo que se podría hacer más”, agrega Fernando, quien vivió en Córdoba durante el 2008, después de haber aprobado el ingreso a Medicina en esa provincia y quedarse afuera por falta de cupo. “Me entero en noviembre de 2008 que había una beca. Decido contactarme con la embajada y me contestan los mails. Ellos hacían una selección: entrevistas personales, entrevista psicológica, un test de inteligencia. Evaluaban. Fuimos 60 pero ese año se habían presentado cerca de 300”, agrega.
Qué hacer mientras tanto
Tanto Fernando como Nelson aseguran que el tiempo perdido es un lapso que los perjudica en muchos aspectos. Nelson no tiene trabajo. Lo “aguanta” su familia. Fernando cuenta que se las rebusca como puede. Ambos dieron charlas sobre dengue, zika, chikungunya y sobre enfermedades de transmisión sexual. “Cosas que nos sirven y sirven a la comunidad pero no es lo único que le corresponde a un médico”, dice Fernando.
“Nuestro título es reconocido por varios países. Podemos ir a Uruguay, Chile, pero lo que uno quiere es trabajar acá”, dice Nelson. Fernando se preparó para rendir el ingreso a la residencia en Clínica Médica en nuestra ciudad. “El examen fue el 26 de abril. Me inscribí, estudié y una semana antes me dijeron que no podía rendir porque no tenía la convalidación. Son cosas que te frenan para poder seguir capacitándote”, dice.
“Hubo hechos que retrasaron el sistema de convalidaciones: vacaciones hasta mediados de febrero, refacciones, en abril se mudaron. Todo eso sumó. Después, la burocracia. Pero si salieron títulos de compañeros entre agosto y diciembre, ¿por qué nosotros no? No estoy diciendo que los favorecieron a ellos, sino que el trabajo se puede hacer más rápido”, dice Fernando.
Una secretaría cuestionada
La convalidación de los títulos depende de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación. El secretario es el abogado Albor Cantard, ex rector de la Universidad del Litoral. Llegó a ese puesto después de una de las primeras polémicas de la gestión de Mauricio Macri: la intención de poner al productor de Alejandro Fantino, Juan Cruz Ávila, al frente de las políticas universitarias. Tras las críticas, el gobierno dio marcha atrás y se inclinó por Cantard, hombre de la UCR quien, según La Izquierda Diario, “no tiene nada que envidiarle a varios de los ‘jóvenes CEOS’ funcionarios de Macri.