Cuatro niños wichís murieron en un lapso de cuatro días en Santa Victoria Este, mientras la provincia y el mundo se anticipan a la propagación del coronavirus. Desde el área de salud reconocieron que los seguimientos en los parajes disminuyeron desde que los ojos se posaron sobre el virus.
Por Nicolás Bignante
En el mes de enero la provincia declaró la emergencia sociosanitaria para tres departamentos del norte (Orán, San Martín y Rivadavia) luego de que seis niños wichís murieran por desnutrición en el chaco salteño. Pese a la evidente hegemonía que la crisis mundial por el COVID-19 ejerce en el plano mediático, la problemática que azota a las comunidades del norte provincial está lejos de haberse resuelto. Por el contrario, recrudeció en las últimas semanas.
Según remarcaron a este medio fuentes del área de salud pública, el desplazamiento de la atención de una emergencia a otra, se tradujo -como era de esperarse- en desplazamiento de recursos materiales y humanos de un lado a otro. Los resultados nunca estuvieron tan a la vista. En cuatro días, el área operativa VIII (Santa Victoria Este) sumó cuatro fallecimientos de niños wichís por causas evitables. Con los casos mencionados, las muertes llegan a 13 o 14; dependiendo de si se considera (o no) el caso de un niño de Tartagal, cuya causa de defunción fue asentada en los registros como «broncoaspiración».
Al respecto, los miembros de la comunidad aseguraron que el niño presentaba bajo peso, pero que la condición no fue considerada por los profesionales.
Los refuerzos estivales que normalmente se extienden desde octubre hasta principios de abril, se vieron resentidos antes de tiempo como producto de la atención concitada por la pandemia global. En concreto, donde más evidente se hace la ausencia del estado es en las -cada vez más reducidas- visitas de agentes sanitarios y profesionales. «Hace dos meses que no tengo visitas de agentes sanitarios y estoy a menos de 3 kilómetros de la base ¿Qué esperanzas tenemos para las comunidades que están a 50 kilómetros?» se cuestiona Pedro Lozano de la comunidad «El quebrachal» y funcionario del municipio de Santa Victoria Este.
A lo largo de la extensa banda norte del departamento Rivadavia, que engloba a los municipios de Morillo y Santa Victoria, conviven una 267 comunidades originarias, en su mayoría wichís. Las distancias entre cada uno de los parajes, misiones, comunidades y los pueblos promedian los 50 km; y los traslados a los puestos sanitarios son, en muchos casos, cuestión de vida o muerte.
Al menos cuatro unidades equipadas fueron puestas a disposición del municipio de Santa Victoria Este desde la declaración de la emergencia sociosanitaria. Dos de ellas fueron trasladadas desde Capital, una fue donada por la empresa Toyota y otra fue entregada por el gobernador Gustavo Sáenz para el área operativa de Alto la Sierra. También se asignaron más profesionales para ampliar la cobertura en la zona, pero el seguimiento a pacientes y las visitas en los parajes, según cuentan desde el área de salud, se vieron notoriamente disminuidos. «Cuando afloja la ministra, aflojan todos», sintetizó una fuente del ministerio a este semanario.
En paralelo, la falta de acceso a agua potable y segura sigue siendo uno de los disparadores y causales de las muertes en el norte provincial. Las acciones de la empresa prestadora del servicio también disminuyeron en los últimos días, producto de la reasignación de recursos para enfrentar la contingencia de COVID-19. Las consecuencias no son difíciles de imaginar. Además de la distribución y el abastecimiento por zonas, trabajo que en el último tiempo se coordinó con el Ejército Argentino, Aguas del Norte se encargaba del reparto a granel de combustible para hacer funcionar bombas de extracción. Durante la noche, los parajes ponen a funcionar los aparatos para contar con el líquido esencial por las mañanas, pero hace días que el combustible no llega. Tal como retratara CUARTO PODER meses atrás en una visita al municipio fronterizo, la falta de recursos para poner en funcionamiento las bombas, empuja a miles de originarios a beber agua de los madrejones. Humanos y animales buscan alivio para su sed en estanques y receptáculos exponiéndose a todo tipo de enfermedades. Las diarreas y los vómitos suelen aparecer en primera instancia, la deshidratación y la fiebre vienen después y culminan por lo general en una infección generalizada o «sepsis», que causa la muerte del niño.
Cuatro muertes en cuatro días
En misión Santa María, un niño de un año y seis meses falleció como producto de un cuadro de deshidratación grave que derivó en una sepsis. El niño había sido llevado el martes pasado por sus padres al puesto sanitario del paraje La Curvita. Desde allí fue trasladado al hospital de Santa Victoria Este en la camioneta particular de un enfermero que no se encontraba de turno. La ausencia de ambulancias en la zona es una realidad que comparten otros parajes como La Puntana y Santa María, donde los profesionales deben trasladar a los pacientes en vehículos propios. En el hospital local le colocaron suero, pero no fue suficiente para reanimar al niño. Falleció esa misma tarde.
Según afirmaron desde el ministerio, el niño había sido asistido e internado en otra ocasión por su bajo peso en el hospital de Tartagal. Tras haber recibido el alta médica retornó a su comunidad donde perdió la vida por circunstancias similares.
Un día después en La Vertiente Chica, un niño wichí de un año y tres meses falleció en condiciones casi idénticas. Desde el hospital aseguraron que el hogar había sido visitado por profesionales y agentes sanitarios, pero la familia lo desmiente y sólo reconoce haber recibido a una funcionaria de Primera Infancia. El niño había sido internado dos veces antes de cumplir el año de vida, pero una vez recuperado no volvió a recibir asistencia. Tras un cuadro de deshidratación grave como producto de vómitos y diarreas, el niño pierde la vida en su precaria vivienda.
De la visita que Pedro Lozano hizo a la familia, se obtuvo una filmación en la que se ve a la hermanita del niño fallecido postrada en un colchón. Presentaba un cuadro de desnutrición y deshidratación grave, por lo que se dio aviso a las autoridades del hospital. Al día siguiente, la niña fue trasladada al nosocomio local donde ordenaron su derivación al hospital de Tartagal, pero fue demasiado tarde. Los dos hermano fallecieron en un lapso menor a las 48 hs.
En Misión La Paz -en la frontera con Paraguay- una niña wichí de 11 años que padecía ataques epilépticos y que había perdido la visión recientemente, falleció luego de sufrir múltiples crisis. En octubre del año pasado, su hermana de 12 años había muerto en idénticas condiciones tras padecer las mismas patologías.