Enviarse mensajes al volver de noche para decir que estás bien, evitar ciertos caminos o sentir inseguridad al ir sola en la calle por la noche es el pan de cada día para muchas mujeres, una situación invisibilizada y naturalizada.

Las mujeres todavía no pueden caminar seguras por la noche en las calles de cualquier ciudad del mundo. El reclamo por feminizar el espacio público y luchar contra formas de violencia naturalizadas en nuestras calles sigue pendiente.

Compartimos el mensaje de una mujer en donde se refleja esto:

«Recién volvía a mi casa de un encuentro con amigas. Me bajé a tres cuadras de un taxi porque quería caminar un poco y fumar un pucho tranquila. Empiezo a caminar y dos pibes comienzan a gritar desde la vereda de enfrente. Al principio seguí caminando sin darme por aludida hasta que descubro que estaba sola en esa cuadra y me estaban gritando a mí, amenazando con violarme y diciendo que tenían dinero para pagar. Intenté vencer el miedo y seguir caminando hasta que los escuché arengarse, los vi envalentonarse y cruzar en mi dirección. Justo pasó un taxi que paré desesperadamente y me subí para hacer las tres cuadras que quedaban hasta mi casa. En medio del miedo, la impotencia la frustración y la furia contenida vinieron varias reflexiones a mi cabeza.

La primera fue, tristemente, repasar mis acciones para evaluar si efectivamente no había sido responsable por exponerme a una situación así, repasé como estaba vestida, qué hora y qué zona era. Irrumpió la militante feminista reclamando que en teoría tengo derecho a transitar por donde quiera a la hora que quiera sin tener que sentirme amenazada. Luego concluí que eso no es verdad, no soy libre, ni para caminar tres cuadras. Y no soy libre específicamente porque nací mujer. Recordé inmediatamente lo orgullosa que me siento de ser mujer y sentí una profunda rabia por la impotencia de no haberme podido defender, porque me dio miedo gritarles y hacerles frente. Recapitulé un poco, ofrecían dinero con total impunidad, mi cuerpo les pertenecía, al menos en su imaginario, por el sólo hecho de estar caminando a las 12 de la noche por la calle, por haber osado traspasar los límites del patriarcado y utilizar el espacio público y entonces la conclusión de los machos envalentonados fue que era una puta. Recordé también una larga lista de personas con las que me fui cruzando en estos últimos años que me calificaron de exagerada como mínimo por defender los derechos de las mujeres y visibilizar la violencia de género en cada oportunidad aún yendo en contra de toda convención social, aguando fiestas y conversaciones por no ser complaciente con los micromachismos aunque eso fuera lo esperable. Porque es difícil, tan difícil para los hombres entender que por haber nacido con vagina no pudo llegar caminando a mi casa en paz.

En algún punto también deseé no saber tanto, deseé no ser plenamente consciente de que mi condición de mujer, en esta sociedad patriarcal limita mi libertad para ser y desarrollarme plenamente en todos los aspectos de mi vida. Porque entonces este hecho hubiera sido un episodio desafortunado y aislado, no me hubiera generado tanta rabia e impotencia. Y no me estaría yendo a dormir con esta sensación de ser tan víctima.

Mañana será otro día, y sí otro día de lucha feminista»

Fuente por María Jimena Navas Mujeres Punta Indio