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La mesa está servida

Luego de 3 días de celebrados los comicios en Estados Unidos, Joe Biden recién pudo dar el discurso de la victoria. Lo hizo en Delaware, donde recibió el apoyo de los principales medios del país que dijeron «muerto el rey, viva el rey» y se mostraron totalmente cercanos al nuevo mandatario, ni FOX, con su ultraderechismo, se eximió de la chupada de medias.
El sistema electoral estadounidense no tiene un ente oficial que declare al vencedor, por lo tanto, Donald Trump decidió no aceptar la derrota. De hecho, en Twitter sigue diciendo que es él quien ha «ganado por mucho» y por medio de su abogado, Rudy Giuliani, anunció que los
recursos judiciales recién empiezan.
La fecha clave es el 20 de enero próximo. Hasta ese día puede seguir desconociendo el triunfo de Biden. Son 73 días en los que Donald Trump dará batalla y desplegará un «litigio» ya anunciado.
La primera partida de estas elecciones se ha jugado en las urnas. La segunda, al parecer se jugará en la Justicia.
Trump pretende implicar al Tribunal Supremo, que tiene una amplia mayoría conservadora, seis jueces contra tres. Y la brecha por la que quiere entrar es por la frecuente carencia de concreción de las leyes y de la Constitución del país sobre el proceso electoral y sobre el proceso de elección del presidente una vez el recuento de votos ha concluido. Esto será hasta el 8 de diciembre, porque ese día los estados deben seleccionar a los compromisarios que enviarán al Colegio Electoral para que voten al nuevo presidente en una sesión que se celebrará el 14 de ese mes. Eses es el segundo frente en el que Trump podría actuar, tratando de alterar el voto de los compromisarios.
La ratificación de ese resultado la realiza el Congreso de Washington el 6 de enero, lo que abriría otra posible ventana de tres semanas y media a nuevos recursos para seguir empantanando el proceso, en caso de perder la votación del 14 de diciembre. Es decir, con los mismos resultados que existen en este momento, con Biden ganando en Pensilvania, Georgia, Nevada y Arizona. Los estados están a menudo contando durante semanas.
En EEUU y el mundo, existe la tradición de que el candidato que se ve indefectiblemente perdedor, llama al vencedor, aceptando su derrota, en la misma noche electoral. En las elecciones anteriores, Hillary Clinton terminó llamando a Trump a las 2.30 de la madrugada y se la tildó de no asumir la derrota. Lo legal es que el tope para certificar un resultado es de una semana en seis estados; entre el 10 y el 30 de noviembre para 26 estados y Washington DC; en algún momento de diciembre para otros 14 y hasta hay cuatro que no tienen ningún tope (Hawai, Nueva Hampshire, Tennessee y Rhode Island). Sencillamente, las proyecciones de los partidos, de las casas de encuestas, los medios y los primeros escrutinios orientan la cosa y en el transcurso de las siguientes horas uno se declara perdedor. Es entonces cuando el otro gana. Jamás se espera a contar todos los votos.
En este caso, la historia es otra. Trump se está jugando para justificar sus recursos judiciales por fraude electoral con los objetivos de retrasar el proceso, embarrando la cancha para convencer a algún juez de que anule el voto por correo que llegó después del martes.
Nada de esto sucedería si los votos se contaran en la misma noche de la elección y si hubiera un organismo encargado de anunciar los resultados definitivos.
Hasta hoy, todas las demandas interpuestas contra el recuento de votos en Michigan, Wisconsin, Georgia y Nevada han sido desestimadas. En cuanto a la que pusieron en Pensilvania, el fiscal general de ese estado respondió al alto tribunal que no ha existido fraude alguno en la gestión del voto por correo.
Biden lleva una ventaja de 37.298 sufragios, con lo cual, si el Supremo Tribunal se pronunciara en favor de Trump no tendría ninguna relevancia en el resultado final.
Quien obtenga 270 votos el 14 de diciembre será presidente.
Si Trump no logra remontar ningún estado, la diferencia entre ambos candidatos será de 74 votos, imposible de recortar mediante cualquier artimaña. Sin embargo, si Trump, a través de recursos, logra ganar de algún modo Pensilvania y Georgia se quedaría a dos votos de Biden, y aquí se abre otra puerta para posibles jugadas del magnate neoyorkino. Por eso Trump pedirá el recuento de votos en Georgia, al que tiene derecho al haber tan escasa diferencia entre ambos (unas 10.000 papeletas) y por eso plantea una enorme batalla legal en Pensilvania. Su objetivo es hacerse con esos estados y sus compromisarios.
La clave está en que no todos los elegidos por sus estados en el Colegio Electoral están obligados a votar por su candidato.
En la historia de Estados Unidos ha sucedido en ocasiones que un compromisario vote por el candidato opuesto. Esto ha sucedido en 85 ocasiones. Un total de 17 estados no tienen ninguna ley que obligue a su compromisario a votar por el candidato de su partido, así que Trump puede convencer a compromisarios demócratas de Pensilvania y Georgia de que voten por él. Conseguiría un empate a 269 votos, la elección del mismo pasaría a la Cámara de los Representantes, en modalidad de un voto por cada estado y como hay más estados republicanos que demócratas, Trump sería presidente.
Dos estados donde sí existen estas leyes que vinculan al compromisario con resultado electoral, tienen, gobernadores demócratas, pero parlamentos republicanos, uno es Michigan y el otro, Pensilvania. Los ciudadanos de Pensilvania votaron por Biden pero el parlamento podría elegir a dos compromisarios republicanos sin incumplir la Constitución.
Si acaba Biden ganando en los estados que quedan pendientes y ninguna maniobra de Trump prospera, el 14 de diciembre sería preelegido presidente por el Colegio Electoral, resultado que debe validar el 6 de enero para que tome posesión el 20.
Trump finalmente puede utilizar al Senado, con mayoría republicana, para alterar el resultado de la votación del Colegio Electoral, con apoyo de la intervención del Tribunal Supremo, de raíz conservadora.
Mientras tanto, Joe Biden, convencido de su victoria en las urnas, ya se puso en marcha y lanzó la web del equipo de transición. En tanto, en el entorno de Donald Trump, el director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, aseguró que «habrá una transferencia de poderes pacífica, como siempre se hace», haciéndose cargo de la derrota.