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La mejor forma de la resistencia es la realización del acto

 

En el Multiespacio Cultural Arpías hace un tiempo que se realiza el curso/taller de defensa personal dirigido a mujeres y personas del colectivo LGBTQ. Conversamos con su instructora, quien entre otras cosas nos aseguró que “lo más importante es animarse, tener la voluntad de hacerlo y la determinación de ser constante”.

Algo significativo y a tener en cuenta es que para participar del taller de “Defensa Personal Femininja” no hace falta siquiera tener conocimientos previos de artes marciales, o cualquier otra disciplina que implique el contacto extremo, tampoco hay que ser una persona muy adepta al deporte o la actividad física; sólo se necesitan ganas de aprender y perseverar en la práctica. Al menos eso es lo que nos queda claro luego de conversar con Mora, quien coordina el taller pero también reconoce que el ambiente se plantea de manera más horizontal, y en contraste con la postura clásica de educadora/educandas: “Sí, soy una instructora, pero sin las chicas… no hago nada”, comenta a Cuarto Poder.

Mora, además de ser profesora de artes visuales, es primer dan de Aikido (hace unos ocho años que lo entrena), hizo tres años de Kung Fu Shaolin, y practica Muay Thai (boxeo tailandés), además nos cuenta que constantemente está asistiendo a cursos y talleres de donde adapta los ejercicios que luego serán parte de lo que viene llevando adelante en el Multiespacio Cultural Arpías, hablamos del curso  de autodefensa orientado a mujeres e identidades femeninas y disidentes.

Una pregunta que surge para iniciar la conversación es cómo decidió ella convertirse en instructora de defensa personal, a lo que nos relata que todo comenzó por una sugerencia de amigos y luego de que tras entrenar un tiempo artes marciales comprendiera que era necesario impartir clases para mujeres, gays y trans, que sufren distintos tipos de violencia en las calles, y también en ámbitos privados. Hay que tener en cuenta que muchas veces la violencia física en la pareja es una constante, sin importar la identidad sexual de la persona, y que se agrava cuando la víctima no tiene los recursos como para defenderse de los golpes que le podrían costar hasta la vida. En estos casos, es donde se hace necesaria la acción, primero como prevención, luego como reacción.

En el Encuentro Nacional de Mujeres realizado en Salta (en 2014) nuestra entrevistada nos comenta que fue invitada a dar un taller de defensa personal, y tras esa experiencia se le acercaron algunas mujeres para pedirle que continuara con las clases. Ya en el año 2015 realizó algunas de ellas en lugares abiertos, a la gorra, y también en eventos culturales como la Primavera Lésbica, “de ahí comencé a hacer talleres, cada tanto, ya en el 2016 estuvimos en La Arte, una casa de barrio El Huaico, también en La Ventolera, y hablo en plural porque las clases no las hago sola, sino con las chicas”, aclara.

Otro de los motivos que entendemos llevó a Mora a pensar las clases de defensa personal, fue que muchas mujeres no practican artes marciales porque generalmente los ambientes no son muy propicios: “Yo tengo la suerte de estar en un dojo en el que eso no sucede, pero hay otras escuelas en las que es distinto; al ser muchos varones a veces vos vas a un gimnasio y te sentís incómoda, o alguno te dijo algo, te tiró un lance, y comenzás como a no querer ir. Muchas [de las participantes del taller] me contaron que no siguieron o no van por ese tipo de cosas. Ojo que hay profesores muy serios, y no en todos los ambientes es igual, pero también está la otra parte…”, nos dice como haciendo un guiño a lo que ya todos intuimos.

En este sentido y ya conversando de lo que implica el taller que se da dos veces por semana, la instructora nos comenta que trabaja mucho con las dudas que llevan las participantes, situaciones puntuales que surgen de la curiosidad de mujeres que han sido atacadas (o han presenciado ataques a otras personas) y a partir de ahí desarrolla una manera particular de tratar cada duda, trabajando sobre las necesidades que tiene cada participante. Por ello rescata que la adaptación a cada cuerpo es algo primordial, porque hay técnicas que si no se repiten y practican durante muchos años, no se llegan a dominar, entonces “la intención no es llevar el trabajo hacia el arte marcial, en el que vos te pasás puliendo técnicas y hacés un proceso intenso, sino plantear cosas que se pueden hacer de otra manera, porque están más orientadas hacia la supervivencia, por lo que no necesitás una técnica perfecta, sino lo suficiente para salir de ahí. Eso se puede lograr en la medida que se tenga una constancia en el entrenamiento”, asegura Mora.

Los entrenamientos incluyen una parte física y una técnica, pero el condicionamiento físico es necesario, nos recuerda, y además aclara que “se puede asistir una vez a la semana pero hay que tratar de hacer una serie de ejercicios; acá damos una serie de consejos para continuar el entrenamiento en la casa, practicando un poco el resto de los días. Porque no te sirve hacerlo una sola vez a semana; porque cuando vos condicionás un reflejo, lo hacés por repetición, para que cuando sea el momento de llevarlo a la acción, te salga sin pensarlo”.

Antes de despedirnos, nos recuerda: “lo más importante es animarse, tener la voluntad de hacerlo y la determinación de ser constante; todo se puede lograr si se practica y pone ganas en eso”.

Para aquellas personas interesadas en asistir, pueden hacerlo directamente los días martes a las 20.00 y los sábados a las 18.00 en Boedo 196 (atrás de la terminal). El costo de la cuota mensual (asistencia dos veces por semana) es de $500 y también puede abonarse por clase (quienes no puedan asistir dos veces a la semana, o todas las semanas): $100 cada encuentro.