El 1 de diciembre se cumplieron 21 años del femicidio de Mariela Romero, una joven mujer de la ciudad de Orán. El hecho fue comparado con el caso María Soledad Morales. Los culpables nunca aparecieron. (Federico Anzardi)
El martes 1 de diciembre se cumplieron 21 años de la violación y asesinato de Mariela Beatriz Romero, una joven mujer de la ciudad de Orán que no descansa en paz porque los responsables de su muerte continúan en libertad. Ya pasó tanto tiempo que el crimen tiene la misma edad que la víctima.
“Mi hija se fue a bailar. Tenía 21 años. Salió a divertirse y no volvió”, relató Flavia Romero, madre de Mariela, al programa televisivo Tribu Urbana, en un segmento emitido en 2013. La mujer se mostró descreída y aún dolorida por lo que había pasado esa madrugada de domingo.
Mariela vivía con su mamá, su papá y Juan, su pequeño hijo, de tres años, en una casa de la calle Constituyentes del barrio Aeroparque de Orán. “Ella se recibía de docente, había quedado de acuerdo con los compañeros en ir a bailar a una localidad cerca. Yo me encontraba enferma el sábado. La vi cuando se iba. Me acuerdo cómo iba vestida: con un top, un chalequito, un pareo. Mi hija no iba a provocar, iba tapada entera”, recordó la mujer en la televisión.
Que Flavia Romero haya hecho hincapié en que su hija no iba a provocar, como si la provocación fuera, en algún punto lejano, una justificación para los femicidios, habla de lo instalado que está el machismo en nuestra provincia y el país. Por eso, el feminismo pelea para desterrar ese tipo de pensamientos y establecer de una vez y para siempre que uno es dueño de su cuerpo y nadie es dueño del otro.
Pero Orán, como Salta y otros lugares, está muy aferrado a viejas tradiciones. Así lo demostró la propia Flavia Romero, que construyó una pequeña construcción humilde, de ladrillos, en la que hay distintas imágenes religiosas. En ese lugar, que hace 21 años era monte, apareció el cuerpo de Mariela.
Ese 1 de diciembre, Mariela bajó de un colectivo y caminó hacia su casa, según versiones de testigos que no aportaron mucho, ya que es lo último que se sabe de la joven. “Supuestamente la han visto bajar del colectivo, caminar, y en el camino desapareció. A las dos cuadras y de mi domicilio”, relató su mamá. “Al otro día (del baile) no venía, todos estábamos preocupados. Mis familiares empezaron a buscarla, porque yo no me sentía bien, estaba con fiebre”, recordó Romero en la televisión. La preocupación se acentuaba porque Mariela siempre avisaba cuando se iba, nunca desaparecía de improviso.
El domingo por la noche, mientras todos los familiares continuaban con la búsqueda, la Policía se acercó al domicilio. Le pidieron a Romero que los acompañara, tenía que reconocer un cadáver. Mientras se trasladaban al lugar, el oficial le describía a la mujer los rasgos de la persona que habían encontrado. Eran los mismos de Mariela.
“Apenas me abrieron el cajón de la morgue la reconocí. Es como si fuera hoy. Cada vez que recuerdo lo de mi hija es fatal”, dijo su mamá en Tribu Urbana
Mariela murió por estrangulamiento, tenía quemaduras y había sido violada. El hecho fue comparado con el caso María Soledad, ocurrido en Catamarca, pocos años antes del femicidio de la joven salteña.
“Cuando todavía tenía a mi esposo, él fue a visitar a los papás de María Soledad, que alguna vez vinieron a algunas marchas”, dijo Flavia, antes de agregar que desde entonces la Justicia nunca encontró a los responsables.
“Sospechar podés sospechar, pero no tengo pruebas. En esos tiempos trataban de buscar culpables. Estuvo preso un joven que no tenía nada que ver, que era amigo de ella. Lo soltaron porque no tenían pruebas. Después cayó otro señor pasando unos meses. Ellos lo que querían hacer era hacer aparecer un culpable”, recordó Romero, hablando de la Justicia.
“Me siento impotente porque el que le hizo eso no está detenido. Ya nada creo en la Justicia. La impotencia capaz me hizo un poco más dura”, completó la mujer, que en la canción “Mariela”, del grupo oranense Elipse, tiene un pedido que siempre está presente. Su letra es la siguiente: Una chica como tantas / Que quería ser feliz // Estudiaba duramente / Por un mañana mejor // Era una madre soltera / Que luchaba por los dos / Trabajando sin descanso / Para hacer feliz a Juan // Pensaba todo el tiempo / “Todo lo hago por él” / Hasta que esos grandes sueños / Se frustraron sin razón // Madrugada de domingo / Regresaba de bailar / Y un maldito desgraciado / por la fuerza la tomó. No conforme al ultrajarla / Con su vida terminó / Los borró / No dejó rastros / Que lo puedan delatar // Cobarde, ¿dónde estás? / Da la cara / No sabés que Dios / Es el dueño de nuestras vidas / No merecés perdón / Tú debes ser colgado / No te conformó abusar de ella / Luego la mataste // El niño llama a mamá /¿Cómo decirle “pronto volverá”? / Todos sabemos que es mentira / Pero yo sé que tú / Desde el cielo lo miras / Con la ayuda del Señor / Seguro tú lo estás guiando.