Karen Horney fue una psicoanalista feminista de principios del siglo XX que se rebeló contra las teorías de Freud y acuñó términos como la ‘envidia de útero’.

Sigmund Freud y su método del psicoanálisis han soportado muy mal el paso del tiempo: hoy en día algunas de sus teorías se incluyen en el saco de las pseudociencias. Sin embargo, hace un siglo no era tan fácil criticar sus prestigiosos postulados y, mucho menos, si eras una mujer. Por esta razón, tiene tanto mérito el trabajo de Karen Horney.

Nacida a las afueras de Hamburgo (Alemania) en 1885, estudió medicina animada por su madre. Posteriormente, trató de especializarse en psicoanálisis en Berlín de la mano de Karl Abraham, uno de los discípulos más destacados de Freud. A la vez que se formaba, ella misma recibía terapia por parte de este experto, ya que sufría depresión y problemas sexuales en su matrimonio. La interpretación que obtuvo ante esta situación, al más puro estilo freudiano, fue que ocultaba deseos incestuosos reprimidos hacia su padre. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a aceptar aquella estupidez: ése fue el primer encontronazo con el psicoanálisis y sólo acababa de empezar.

Uno de los conceptos clave para Freud a la hora de explicar la sexualidad era el de envidia de pene. Las niñas, en su desarrollo psicosexual, se dan cuenta de que los niños tienen pene y ellas no. Esto les lleva a querer tener uno y ser hombres, lo que acaba derivando en su deseo de practicar el coito y ser madres.

Karen Horney no se veía identificada en absoluto con esta idea, así que sus críticas se centraron especialmente en este punto, pero también atacó otros aspectos del psicoanálisis. Cuando empezó a tratar a sus propios pacientes y a realizar estudios en el Instituto Psicoanalítico de Berlín se dio cuenta de que la conducta humana no encajaba con lo que le habían enseñado.

Desigualdad de la mujer

¿Envidia de pene? No, desigualdad. Las mujeres no querían ser hombres, pero la sociedad les reservaba un papel secundario, sin poder, a la sombra de sus maridos e hijos. Así que, según explicó pasando de un enfoque biologicista a otro social, lo que en realidad envidiaban era la independencia masculina. Sin saberlo, estaba dando origen a la psicología feminista.

Incluso le dio una vuelta de tuerca más al argumento freudiano y desarrolló la teoría de que, probablemente, eran los hombres quienes sentían envidia por no poder dar a luz. Esto se ha llamado envidia de ser madre, envidia de útero o envidia de vagina.

Horney tuvo tres hijas con su marido. Sin embargo, debido a sus problemas de convivencia, terminaron por separarse. Aquella ruptura le dio alas para cambiar de aires y, en 1932, se trasladó a Estados Unidos donde montó una consulta privada y logró un gran prestigio.

El entorno era la clave

Allí desarrolló nuevas teorías que la alejaron aún más de su formación inicial. Si Freud explicaba los problemas basándose en supuestos traumas de la infancia y en fantasías, procedentes de impulsos biológicos, Horney apostaba por identificar en cada paciente las causas específicas de sus angustias.

Para ella, el entorno en el que crece una persona era la clave para entender la ansiedad y las neurosis. En su opinión, la falta de afecto por parte de los padres era uno de los principales condicionantes para la aparición de problemas posteriores. Así lo plasmó en su libro La personalidad neurótica de nuestro tiempo, todo un best seller publicado en 1937. La obra la convirtió en una de las psicólogas más destacadas de la Historia. Por eso sus terapias también eran diferentes y se basaban en la posibilidad de controlar esas angustias progresivamente hasta llegar al punto en que los pacientes no necesitaran tratamiento de ningún tipo.

Expulsada por los psicoanalistas

Sin embargo, sus nuevas ideas fueron demasiado en un mundo aún dominado por el pensamiento de Freud. Además, se consideraba que era heredera de su pensamiento, por lo que el Instituto de Psicoanálisis de Nueva York la castigó con la expulsión en 1941. Su reacción fue fundar un nuevo grupo denominado Asociación para el Desarrollo del Psicoanálisis, aunque lo suyo ya era neofreudismo.

Karen Horney murió de cáncer en 1952 dejando un montón de obras con sus teorías y sus experiencias. No obstante, a pesar de que llegó a gozar de cierta fama, su figura cayó bastante en el olvido hasta que, en 1967, se publicó una colección de ensayos (Psicología Femenina) que había escrito hace décadas. Su pensamiento fue por delante de su época.

Fuente: El Español