Icono del sitio Cuarto Poder

La desnutrición infantil mística

Gurú de las políticas oficiales salteñas para la niñez, Abel Albino es autor de un libro que revela sus vínculos con el Opus Dei, explica la desnutrición infantil como producto de los vicios sexuales y promueve ejes pedagógicos que deberían estar inhumados pero forman parte del proyecto CONIN. (Daniel Avalos)

Abel Albino se ha convertido en una celebridad a partir de un trabajo loable: lucha incansable contra la desnutrición infantil a través de la Fundación CONIN fundada por él mismo en 1993. La tarea le ha valido el reconocimiento de varios organismos internacionales que celebran los resultados de la fundación y resaltan que su fundador se  adentre en las profundidades del monte y en las periferias de las ciudades personalizando una frase brillante: la náusea al lado de un chico que tiene hambre no vale nada.

Semejante popularidad ha resultado una bendición para el gobierno provincial que, cargando con varias muertes de niños por desnutrición, convirtió al pediatra en una suerte de guía espiritual de las políticas del Ministerio de la Primera Infancia. Los resultados de la designación están a la vista: las políticas del gobierno provincial para la infancia se ven envueltas en una especie de halo redentor que vendría a certificar que la gestión Urtubey se ocupa del problema y se encamina a resolverlo. De allí, tal vez, que cada visita del pediatra se convierta en una megaproducción que resalta la preocupación de Albino por los problemas y las angustias sociales, aunque silenciando la particular relación entre religión, iglesia católica y sectores reaccionarios de la misma que explican la polémica concepción que el propio Albino posee de la desnutrición infantil.

Fe y teoría      

Precisar la concepción CONIN no es demasiado difícil. Alcanza con leer el libro “Gobernar es poblar” escrito por el propio Albino y cuya tercera edición apareció en noviembre del 2010.  Uno de los subtítulos abofetea al sentido común laico pero posee la enorme virtud de blanquear desde el el principio el lugar desde el cual habla la eminencia: “¿Paternidad responsable o fornicación asistida? Un subtitulo que desnuda la concepción abiertamente religiosa que lo ha dictado y que anuncia al lector que va a encontrase con una relato donde dios y la iglesia son omnipresentes, contradiciendo así las leyes de la necesidad humana que indican que para resolver los problemas a los que nos enfrentamos debemos partir de los planteos y las soluciones terrenales.

Detengámonos en la “doctrina Albino”. Precisemos antes que toda doctrina es una exposición sintética de una Fe que, por definición, cree sin reparos en algo y aborta cualquier tipo de discusión que suponga problematizar ese algo. Toda doctrina, además, genera una teoría que pretende explicar el problema que se quiere resolver. Justamente allí, cuando Albino esboza su teoría sobre la desnutrición infantil, la polémica se tensa aun más por subordinar la explicación a la Fe. Albino lo expone así: siendo Argentina un país que produce alimentos para 400 millones de personas, desde el punto de vista de la medicina social no hay hambre sino una enfermedad que no tiene connotaciones físicas sino culturales y éticas y una de las principales es “la desvirtuación de la sexualidad, deformación que incita a desarrollar, de modo animal, una desenfrenada libertad sexual fuera de todo marco”.

Realizado el diagnóstico, Albino sugiere el tratamiento terapéutico – social que consistiría en “erradicar los males culturales latinoamericanos imitando las virtudes europeas pero no sus vicios” (cap. II, pág. 39 a 41). Como se adivinará, las virtudes europeas son el republicanismo e institucionalismo de las supuestas democracias serias del primer mundo que en nada se parecen a los gobiernos latinoamericanos asociados a la corrupción, el populismo, el asistencialismo o el clientelismo; mientras los vicios europeos  que Latinoamérica imita son las políticas de control de la natalidad. Criterio que lo lleva a satanizar al Estado nacional al que acusa de “asistir la fornicación” generando más promiscuidad, más embarazos, multiplicación de niños abandonados y mayor desnutrición infantil que esencialmente es el resultado de una “pléyade de hijos indeseados, lo que, precisamente, por ser indeseados (en grado tolerable o intolerable) luego son abandonados o desatendidos en mayor o menor medida”.

Semejante sentencia desliza al pediatra a condenar esa fornicación estimulada por la distribución masiva y gratuita de profilácticos, la promoción de dispositivos intrauterinos, ligaduras de trompas o vasectomías a las que califica de mutilaciones genitales, reparto de píldoras anticonceptivas a las que define como “anticoncepción tóxica”, o la promoción de abortos no punibles. Todo ello acompañado por el desprecio del Estado nacional por  los “métodos naturales de control de la natalidad”. Ideas que, bien vistas, explican la comunión de Albino con el Estado salteño que ha dado cabales muestras de obstaculizar las políticas que desde el gobierno nacional se impulsan desde hace más de diez años.

Dime con quién andas…

Identificar las fuentes doctrinales de Albino no es tarea difícil. Y es que a lo largo de las 180 páginas de la publicación se suceden citas bíblicas, referencias a pensadores católicos y definiciones de “humanismo” relacionadas con Juan Pablo II que no son desconocidas en instituciones salteñas como, por ejemplo, del Bachillerato Humanista Moderno. Esa institución devenida en comisaria de la educación religiosa implementada en la provincia desde el 2009 y en cuyo ideario reivindica ese “humanismo auténtico” que Juan Pablo II indicó que encuentra su “fundamento en la dignidad del hombre, que Cristo con su muerte elevó al plano de hijo de Dios, [y que] supone la síntesis de los elementos culturales de todos los tiempos y su integración en función de valores supremos e inmutables”. El apego al enfoque que presenta a los hombres y mujeres como puntos miserables sujetos a normativas universales e inamovibles, da un particular formato al libro de Albino: también un relato de charlas con pacientes de las cuales extrae conclusiones que avalan el “mensaje” aunque nunca aporte pruebas empíricas que validen las generalizaciones que, además, nos remiten a sectores de la iglesia asociadas a concepciones arcaicas como las del fundador del Opus Dei: Josemaría Escrivá de Balaguer.

Para establecer la vinculación entre Albino y Escrivá de Balaguer, hay que remitirse al prólogo de obra redactado por el sacerdote José María Chiesa. Es él quien revela la profunda admiración del pediatra por el fundador del Opus Dei. Conviene aquí realizar una digresión. Servirá para bucear en las medievales ideas de Chiesa que en una entrevista de agosto pasado al diario catamarqueño El Esquiú admitía su pertenencia al Opus Dei y celebraba llamarse José María, como el fundador de la prelatura quien luego decidió “juntar los nombres” aunque Chiesa, pobre pecador, no podía hacerlo por no reflejar cabalmente “ese modelo”. La entrevista, sin embargo, tenía por objeto condenar al aborto y la fecundación in vitro que, para él, ejemplifican la soberbia del hombre que pretende manejarlo todo con prácticas que forman parte de “un plan diabólico”: “que una sociedad, sus jueces, sus legisladores, los medios de comunicación, difundan y presionen y hagan lobby para lograr este derecho” no tenía explicación humana sino “preternatural” (El Esquiu, 30/08/15).

Chiesa habló también de su libro “El regreso de la cigüeña” cuyo  subtítulo  espanta: “Fecundación in vitro y encarnizamiento terapéutico”. Allí acusa de nazis a padres, madres y médicos que recurren a ese método y al disparate lo explicaba así: la fecundación produce embriones que al congelarse primero y descongelarse después sufren daños que requieren de una selección a la que Chiesa denomina despectivamente un “casting”, concluyendo entonces que “si uno analiza bien el hecho de la fecundación in vitro y tuviera que escribir un artículo y ponerle un título, éste sería “Mengele estaría feliz” (…). Mengele, sabemos, fue el médico nazi que experimentaba con niños judíos en el tenebroso campo de concentración de Auschwitz. Chiesa caía así en la irresponsabilidad de moda: trasladar conceptos y personajes que traumaron la conciencia de la humanidad a situaciones y personajes que en nada se comparan con el horror. Las consecuencias de la irresponsabilidad son muchas aunque acá queremos resaltar dos: la frivolización de la historia, los conceptos y las palabras que siendo parte de un bagaje cultural que debe transferirse a las nuevas generaciones de forma rigurosa terminan vaciada de sustancia real en nombre de un interés mezquino; y la imperdonable conducta de asemejar a hombres y mujeres que movidos por el amor recurren a la ciencia para poder ser padres, con un personaje como Mengele que actuando en las salas de cirugías o los consultorios de los campos de concentración nazis se manchaba las manos de sangre mientras observaba el sufrimiento del otro tratando de medir los grados del dolor, viviseccionando cuerpos a veces muertos y a veces vivos para probar el efecto de las nuevas toxinas, o experimentando con los cuerpos mientras protagonizaba el exterminio colectivo.

Ese Chiesa de ese Opus Dei, informa en el prólogo del libro “Gobernar es poblar” la admiración de Albino por el fundador de la prelatura. No lo hace como revelando un secreto que el pediatra quiera ocultar. Después de todo, es el mismo médico quien admite esa admiración en entrevistas concedidas a medios del propio Opus y en donde precisa que participó de la ceremonia de beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer por Juan Pablo II en mayo de 2002. Desde entonces, Albino llama a Escrivá de Balaguer “San Josemaría” a quien aprendió a querer cuando estudiaba en la Universidad de Navarra cuyo mentor, justamente, había sido el propio fundador del Opus Dei. (24 de abril del 2008; http://opusdei.org.ar/es-ar/article/dos-mas-dos-mas-dios/).

La Obra de Dios

El Opus Dei, repasemos, se fundó en 1928 para convertirse en Prelatura personal en 1982. En España fue cobrando fuerza como grupo tecnocrático al servicio de la dictadura franquista mientras consolidaba su propio rol como grupo de presión. Desde siempre fue un puntal del conservadurismo teológico devenido luego en correa de transmisión entre el Vaticano y los gobiernos derechistas europeos y latinoamericanos en donde fue colocando miembros laicos en cargos públicos, principalmente en el medio educativo y desde hace unas décadas en lo vinculado a las nuevas tecnologías de la comunicación. Su ascenso meteórico coincidió con el decidido apoyo de los financistas de la “obra de dios” a la Santa Sede cuando al quebrar el Banco Ambrosiano a principios de los años 80, hundió al Vaticano en un escándalo que incluyó desde avales financieros sospechosos hasta la muerte misteriosa del banquero que presidiendo el Ambrosiano estaba también al frente del Banco del Vaticano.

Desde entonces, la estrategia del Opus se consolidó con rasgos que también caracterizan a fundaciones como CONIN: obsesión por las herramientas con las que se elabora y transmite información y un amplio dominio de la informática y las tecnologías de puntas aplicada a las comunicaciones para conseguir lo que ya Josemaría Escrivá de Balaguer esbozaba en sus tiempos: “tenemos que envolver el mundo en papel de periódico” (Emilio Corbiere: “Opus Dei. El totalitarismo católico”). Apego a las modernas tecnologías que conjugan bien dos dimensiones que contradictorias en principio, no lo son para el Opus Dei: restablecer el poder económico de la iglesia a través de complejas redes productivas financieras que le valen el título de “multinacional de la Fe”, poder temporal que debe ponerse al servicio de un integrismo católico que otros católicos condenaban sin reparos. Era el caso del teólogo Urs von Balthasar que en noviembre de 1963 recurrió a numerosos artículos en revistas para combatir al Opus Dei de quien decía, utilizando las ideas de Maurice Blondel, que “el ciego conformismo que el integrismo exige de las personas es la perversión más radical del Evangelio que se haya podido concebir…que sus representantes se identifiquen con la verdad revelada o, más bien, con la verdad que en ellos se revela, a fin de obtener en definitiva una teocracia que, aunque se la niegue de manera persistente, se practica constantemente”

Opus, a las cosas

Aunque resulte imposible afirmar que el libro de Albino deviene directamente de razonamientos como los recién expuestos, no menos imposible resulta negar criterios de ese tipo en la publicación del fundador de CONIN. No sólo porque este explicita que sus reflexiones filosóficas y éticas (humanismo ya definido) “constituyen la espina dorsal que han guiado y fortificado exitosamente todas las terapias y procesos educativos” por él empleado; sino también porque esa doctrina forma parte estructural del método CONIN que además del lado estrictamente médico posee uno educativo cuya columna vertebral es una “correcta educación sexual” para terminar con la desnutrición infantil.

Persiguiendo ese “objetivo estratégico”, el pediatra nos informa que el proyecto pedagógico CONIN aplica “once pautas de educación sexual” que, en lo central, promueven la castidad. Mencionar esos once puntos y explicar lo medular de los mismos resulta imposible en estas líneas. De allí que debamos conformarnos con rescatar la sentencia que atraviesa a todos: “El instinto sexual es un llamado de la naturaleza a la perpetuación de la especie y, al mismo tiempo, un llamado más íntimo a la unión entre el hombre y la mujer (…) Estas dos conclusiones deben ser inculturadas en todas las instancias científicas a la hora de combatir la desnutrición infantil; porque el instinto sexual, para lograr su plenitud, debe aguardar armonía plena con la razón, que constantemente le señala la noble meta a que esta ordenado” (id pág. 709)

Traducido, todo acto sexual que no sirva para procrear o para consumar la unión matrimonial no sólo es pecaminoso, sino también la causa de que la naturaleza castigue a los pecadores que no respetando las normas de la monogamia, la heterosexualidad, los matrimonios estables y preferentemente indisolubles, producen el aberrante fenómeno de la desnutrición infantil. Convengamos… con una sentencia así, Albino deja de parecerse al abuelo tierno capaz de auscultar a un niño debilucho en un hospital moderno o una casucha del monte para asemejarse más a Ubertino da Casale: ese franciscano de la película El nombre de la rosa que siendo calvo, de barba rala y desdentado, camina por el mundo anunciando desgracias que un dios terrible, vengativo y cruel desatará sobre este mundo torcido y habitado por pecadores.

El político

Curiosa interpretación de un hombre cuyo trabajo de campo en la lucha contra la desnutrición es indudable, aunque evidentemente movilizado por un cuerpo de creencias e ideas que no garantizan en absoluto la resolución de fondo del problema. Sospechoso silencio, además, del mundo terrenal en donde los modelo de desarrollo atados al mercado mundial favorecen a grande agentes económicos que adentrándose en territorios como el salteño, chaqueño, santiagueño o formoseño recurre a los caporales nativos para apropiarse de los recursos naturales reprimarizando la economía, potenciando la precariedad laboral y reforzando los sistemas represivos para que los pobres entiendan que en ese sistema son miles los hombres, mujeres y niños que sobran.

Un Albino místico que con sus referencias a lo trascendente nos aleja de las cuestiones terrenales en lo que a causas del flagelo se refiere y que, no obstante, ha logrado oxigenar al gobierno provincial en lo que ha política sobre la niñez se refiere. Oxigenación que debe mucho a su procedencia de un mundo distinto al de la política que la ciudadanía repudia por identificarla con los acomodos, las transacciones, las vergüenzas y las figuras gastadas aunque Albino, hay que decirlo, se encuentre atado más que muchos de esos políticos a concepciones oscuras. Esas que aun siendo capaces de generar monjes abnegados, suponen el resurgimiento de concepciones que atrasan y que debieran estar ideológicamente inhumadas.