El hermano del gobernador salteño, José Urtubey, suscribió una columna de opinión titulada “El desarrollo federal: desafío pendiente”. Apareció hoy en el portal Región Norte Grande.
Transcribimos el escrito a continuación:
“El reciente reconocimiento a Güemes es una reivindicación del aporte político de nuestra región del noroeste a la gesta patriótica. Ahora es tiempo de avanzar en otra reparación igual de importante: la del esfuerzo económico que hizo nuestro interior para que la Argentina exista tal como la conocemos desde hace 200 años. La discusión no es sobre el pasado sino sobre el presente y sobre todo sobre nuestro futuro: ¿cómo se integran nuestras economías en el espacio económico nacional y en nuestra región? ¿Cómo se potencia el desarrollo equitativo e integrado territorialmente en nuestro país? El debate sobre el futuro del Mercosur o la incorporación a la Alianza del Pacífico invitan a revisar las decisiones que fundaron nuestra nación y a revisitar, a partir de allí, el modo en que nos insertamos en el mundo. Seamos claros: la organización nacional hace 200 años cambió el eje de nuestra matriz económica a favor del libre intercambio comandado por el puerto de Buenos Aires y en detrimento de mucha de nuestra producción nacional.
Todo el noroeste argentino es un ejemplo claro. Nuestras economías estaban, previo a la Revolución de Mayo y la Independencia de 1816, fuertemente integradas al centro económico y político del Alto Perú. Eran productoras de bienes con valor agregado y bisagras del comercio regional.
Salta, por caso, era el centro regional para la cría y la venta de mulas para la explotación minera de Potosí y la fabricación de carretas (el sector “automotriz” de la época) para el transporte de personas y mercaderías, así como también de productos textiles para el Perú y el Alto Perú.
El noroeste estaba bien integrado a una cadena de valor “global” y abastecía también al mercado interno. Hay muchos registros históricos de esta matriz económica en la que el interior era “rico” y más desarrollado. La organización institucional y económica, centrada en la aduana de Buenos Aires, se fundó sobre un modelo agroexportador. No era esa la idea de nuestros padres fundadores. No era lo que pensaban San Martín y Belgrano en la posta de Yatasto de 1812 – ni por lo que peleaban. Hoy que discutimos si mirar hacia el Atlántico o el Pacífico, tenemos que aprender de las lecciones del pasado que las opciones no son excluyentes sino complementarias. San Martín no cruzó Los Andes ni liberó Perú para que nuestros países y economías quedaran divididos por fronteras naturales o políticas, ni para que no se desarrollaran en conjunto.
Por eso, con aquel pasado presente, hoy insistimos que el Plan Belgrano tiene que pasar rápido del papel a la realidad para convertir al Norte Grande (NEA-NOA) en un nudo estratégico, en un corredor bioceánico, que una a nuestro país en una región económica con Brasil, Paraguay, Bolivia y Chile. Eso querían nuestros próceres entonces; eso tenemos que perseguir hoy”.