En las cárceles todavía existen niños de entre 0 y 5 años viviendo dentro de estos contextos. A pesar de que existan leyes que los protegen, muchos de ellos desarrollan sus primeros años de vida encerrados causando problemas en su sociabilización y en la construcción integral de su personalidad e identidad. (Por Guadalupe Macedo)

Si bien la ley 26472 privilegia la prisión domiciliaria para las madres detenidas con hijos hasta los cinco años, como forma de resguardar el vínculo madre-hijo, en las cárceles de Salta existen niños encerrados. En la cárcel provincial N° 4 viven actualmente  3 niños de entre 5 meses y dos años. El servicio penitenciario no está capacitado para asistir a madres con hijos, embarazadas, personas con discapacidad, adultos mayores, con enfermedad o patologías de alto riesgo. Ya que no tiene formación especifica para el cuidado de las niñeces.

La situación de los niños encerrados junto a sus madres presas no puede sostenerse en un estado democrático. Esta situación no es viable porque se viola una ley nacional N° 26472 y la constitución nacional donde adhiere en el artículo N° 75 donde se da carácter constitucional a la Convención del Niño, un tratado internacional adoptado por la Asamblea General de Naciones Unidas sancionada en el año 1989,  “que reconoce a todas las personas menores de 18 años como sujetos de pleno derecho”, donde se establece que los niños deben vivir en ambientes libres de violencia cosa que no sucede en las cárceles.

Los niños que deben transitar en las primeras etapas de su vida la cárcel, viven en un ambiente de sufrimiento, violencia y ansiedad extrema, que caracteriza el encierro. “Las consecuencias psicosociales que viven los niños, cuyas madres cumplen pena privativa de libertad en la cárcel; estas conductas psicológicas y sociales se encuentran estrechamente relacionadas, así, la ansiedad, la depresión y el estrés inciden en la presencia de dificultades sociales vinculadas con la autorregulación y el autoconcepto o autoestima, y al mismo tiempo, la presencia de estas dificultades sociales contribuye en el desarrollo de los problemas psicológicos señalados” analiza la psicóloga  Inciarte González, Alicia.

La cárcel no es un lugar para ser madre y mucho menos para criar hijos”, explicó Alejandra López, Directora General de Políticas de Igualdad de la Defensoría bonaerense. Porque dentro de este contexto circula constantemente la violencia y donde el acceso de los derechos humanos se encuentra restringido. Hay una crisis humanitaria donde las mujeres que se encuentran presas sufren la pobreza extrema y vivieron violencia de género, y los niños que están dentro de las cárceles viven complicaciones en la socialización porque viven constantemente entre cuatro paredes y así desarrollan patologías como la imposibilidad de cerrar las puertas.

En el transcurso del tiempo será difícil pero no imposible recuperarse de la experiencia vivida en uno de los peores lugares que el ser humano puede atravesar ya sea inocente o culpable. Con el paso del tiempo el niño que ha vivido en un contexto de encierro, si no es tratado inmediatamente recibiendo contención de sus seres queridos y en lo posible terapias, el niño va a tener dificultades para adaptarse a la vida en la sociedad, porque en una cárcel hay mucha perversidad.

Según el análisis de una de las internas de una cárcel de Salta, “por culpa de los errores de los padres, los más afectados son los niños, y la justicia por castigar nuestras faltas o delitos, agrava la existencia de los niños”. En las cárceles según su tránsito no se hace prevalecer el interés superior del niño, olvidando, avasallando los derechos del niño como ser a la vida, el cuidado de su salud o se le niega practicar su religión y sus creencias. Es un espacio donde no pueden jugar y crear libremente. También es difícil para las infancias poder interrelacionarse con otros niños, ya que solo conviven con los niños que comparten su pabellón. No tienen contacto con la naturaleza, los animales y con otras instituciones como la escuela.

Una de las situaciones más complicadas que analiza es que los niños presos están acostumbrados a ver violencia y la naturalizan. Las practicas carcelarias son comunes para los niños, por lo que a pesar de que ellos no tengan que pasar por requisas las ven cotidianamente en los pabellones. Las infancias que viven en las cárceles no tienen un espacio propio y no pueden construir su propia identidad ya que viven enajenados en espacios violentos que dificultan su crecimiento e integración en la vida social. «Los niños están pagando una pena que no les corresponde».

La cárcel, “no es un lugar para la crianza de niños. Esto es reconocido internacionalmente, está claro que no pueden crecer y pasar los primeros años de sus vidas entre rejas, con el personal de seguridad. Observamos que el servicio penitenciario utiliza a los niños para amenazar a sus madres. Esto es peligroso” analizó Monclús Masó, la directora del Observatorio Federal de Cárceles.

En el relevamiento que hizo en 2019 por parte del Observatorio de Violencia de Género, las madres que se encuentran privadas de su libertad afirmaron que la alimentación dentro del penal es insuficiente porque no recibían frutas y verduras ya que son alimentos que se encuentran restringidos dentro de las unidades penales por cuestiones de “seguridad”. En el informe se da cuenta que en las visitas se encuentra prohibido que le lleven frutas y otros elementos como son juguetes, peluches o plastilinas. Poniendo en riesgo en primer término la salud de las infancias y se restringe el derecho al juego que es primordial en la etapa de crecimiento. «Lxs niñxs necesitan asistencia de su salud, salir, hacer horas recreativas fuera del penal. Que estén ahí no significa que esté cumpliendo la condena de su madre. Necesitan una salita externa, tienen que tener asistencia», sostuvo la Abogada Tania Kiriaco una de las investigadoras del informe anual del Observatorio de Violencia contra las Mujeres.