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La argentinidad al palo

La personalidad de los argentinos: entre el narcisismo, la obsesión y el histrionismo. El dato surge de un estudio hecho con más de 1000 entrevistas; advierten sobre la incapacidad de ser parte de un proyecto colectivo.

Muy narcisistas. Obsesivos, sí, pero también histriónicos y hasta un tanto paranoicos. Estos estilos de personalidad son los más comunes hoy entre los argentinos, según un informe elaborado por el Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21 que se difundió ayer.

El año pasado, en ocasión de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, la Universidad Siglo 21, a través de su secretaría de investigación, encaró un estudio sobre la argentinidad que resultó el disparador para seguir indagando sobre las características de la sociedad nacional, ahora con un estudio sobre la personalidad. «Nos debemos un debate sobre las características de nuestra sociedad, que es de crucial importancia para el desarrollo del país. El objetivo es aportar información para poder repensarnos como sociedad», dijo Leonardo Medrano, doctor en Psicología y secretario de Investigación de la universidad.

Las personalidades analizadas en el informe, entendidas como un conjunto de creencias que perduran en el tiempo y configuran el comportamiento, afecto y funcionamiento interpersonal, no son excluyentes entre sí y reflejan una tendencia de la sociedad argentina que se relevó a través de 1050 encuestas telefónicas entre mujeres y hombres de 18 a 65 años de la Capital, Comodoro Rivadavia, Córdoba, Corrientes, Mendoza, Rosario y San Miguel de Tucumán.

Los encuestados indicaron en qué nivel estaban de acuerdo con diferentes creencias. Y en ese sentido, el estilo de personalidad más afín con esas creencias fue la narcisista. Es decir, personas que se caracterizan por creerse «especiales y superiores», que tienden a sentirse por encima de las reglas, que demandan un trato especial y son excesivamente sensibles a la falta de respeto o al trato inadecuado. De hecho, un 45% de los entrevistados se consideró una persona «interesante y apasionante», y el 30% afirmó que «es muy importante obtener reconocimiento, veneración y admiración».

En segundo lugar quedó la personalidad obsesiva, que se caracteriza por la preocupación por el perfeccionismo, como lo manifestó el 33%, y la necesidad de tener un pleno control de las emociones, como lo indicó el 55%. «Esta necesidad tiene un efecto adverso que es la frustración -dijo Medrano-. De hecho, gran parte de la sociedad tiene problemas para lidiar con emociones negativas.»

Medrano aclaró que estos aspectos de la personalidad no son en sí mismos ni positivos ni negativos, sino que el quid de la cuestión pasa por cuán rígidos somos respecto de estas características: la falta de flexibilidad, dijo, es la que da lugar a la disfuncionalidad.

En el histrionismo, el tercer rasgo en el que más se reflejaron los encuestados, prima una búsqueda de atención y una necesidad de aprobación por parte del otro. Un 65% estuvo de acuerdo con que los sentimientos y la intuición son más importantes que el pensamiento racional y la planificación.

Lo que más le llamó la atención a los autores del estudio fue una de las respuestas que reveló el rasgo paranoico de la sociedad argentina: un 54% de los encuestados afirmó que no es seguro confiar en otros.

El psiquiatra y profesor del Departamento de Salud Mental de la UBA, Roberto Sivak, dijo que tanto a nivel individual como colectivo es difícil hablar de una personalidad pura, sino que debe entenderse más bien como una combinación de rasgos. Respecto del predominio narcisista que reveló el estudio señaló que lo primero que marca es cierta intolerancia a la frustración y una dificultad para empatizar con el otro, que va de la mano con otro rasgo paranoide que es la desconfianza.

«Esto implicaría cierta dificultad para la construcción de un proyecto colectivo, es decir para que el ciudadano se piense como parte de un proyecto que lo trascienda -dijo Sivak-. Por otra parte, este sentirse especial puede dar lugar a no aceptar reglas comunes, por ejemplo, en vez de hacer una cola para conseguir una buena entrada, creer que se merece un favor especial como un contacto que lo consiga o hacerlo mediante una prebenda.»

Para Claudia Guevara, directora de la carrera de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas de la Universidad Siglo 21, este informe es una foto que nos permite ver cómo somos, y que se condice con el tipo de gobiernos que existen en América latina: liderazgos personalistas, legitimados luego de las crisis económicas y de los partidos políticos de fines de los 90.

Fuente: La Nación