Convocada por Patricia Bullrich, se llevó a cabo ayer una edición más de la marcha de los «anticuarentena», que en realidad deberían llamarse los «anti todo». Con un patrón idéntico al de las marchas del 20 de junio y del 17 de agosto, los manifestantes repiten discursos de odio centrados en la figura de la vicepresidenta.
Hasta pusieron la dirección de su casa como punto de convocatoria, donde al menos 50 personas se reunieron para marchar. “Si Cristina Fernández de Kirchner no va presa, este país no tiene solución”, grita una mujer desde la ventanilla de su auto, mientras agita dos cacerolas en el aire. Su esposo, que está al volante tocando la bocina sin parar, le suma “no existe el virus, eso es una farsa que inventaron ellos para tenernos presos a todos y hacer lo que se les canta el orto”.
“Vengo a favor de la división de poderes y principalmente en contra de la impunidad de Cristina. Para mí el Gobierno está haciendo todo mal”, dice otro manifestante. “Prefiero arriesgarme al contagio a no defender la democracia”, aclara otro, al tiempo que se muestra sin miedo al colapso sanitario porque “el Gobierno de la Ciudad está haciendo todo bien”. Otro manifestante se acerca a robar cámara con su careta de gorila. “Quiero que me digan que soy gorila. Porque estoy orgulloso. Ser gorila es estar a favor de la justicia, de los derechos humanos. No ser ladrón, no ser corrupto, no ser coimero. Vivo en Palermo, pago mis impuestos, no me puedo ir del país porque estamos encerrados, encuarentenados de por vida», grita el hombre.
Si bien las consignas en redes sociales subrayaban la “independencia” de la convocatoria, alrededor del auto de Bullrich se escucha el “volveremos, volveremos, volveremos otra vez” y “Pato presidente”. La «casi» candidata lleva puesto un barbijo metalizado y una bandera de Argentina en sus hombros, saca la mano, tocando a todos los que se abalanzan contra el auto que ella misma conduce y se siente Axel Roses en los 90. Sueño cumplido.
Otras como Elisa Carrió, prefirieron despegarse de la iniciativa. “No convoco a la marcha, cada uno actúa según su conciencia. El que se radicalice está jugando en contra de la Argentina, ya sea por derecha o por izquierda”, se la escuchó decir.
En medio del Obelisco, una mujer de 88 años gritaba sentada en su reposera y rompía de un hondazo el sueño de la «Pato», “adoro a Patricia, pero creo que nos falta un líder. Ellos tuvieron al viejo inmundo ese de Perón y ahora a esta hija de puta”, refiriéndose obviamente a Cristina. “Basta, basta, basta. No somos oligarcas. El problema de todo lo que pasa en este país es que el peronismo no dio educación”, afirma otra.
En el centro de la marcha, hay un mini zeppelin que dice “Argentina y Venezuela libres”. A eso de las 18.30, punto más álgido de la movilización se realiza una suelta de globos celestes y blancos, que desata gran emoción entre los manifestantes que bailan mientras Alfredo Leuco suena a todo volumen en las radios de los autos.
Otra característica de estas marchas es la edad de la mayoria de los manifestantes, adultos mayores nacidos entre 1944 y 1965, conocidos como “baby boomers”. También son parte de esta movilización los «anti vacuna» que dicen que «la vacuna que se producirá en el país, la produce un privado gracias a un convenio que generó Macri», seguramente en un momento premonitorio de su gobierno. Y algunos carteles que acompañan diciendo “no estamos en estado de sitio, hay emergencia sanitaria, no me pueden obligar a vacunar”.