En los territorios de la argentina los diversos cultivos utilizan a los agroquímicos como uno de los principales insumos para mejorar la productividad de las tierras y conseguir mejores resultados.
Por Guadalupe Macedo
La utilización de estos elementos causas grandes problemas en la salud de sus poblaciones. Por este motivo se están proponiendo otras alternativas para promover una vida más saludable.
Un informe del Ministerios de Salud informa que en las poblaciones cercanas a campos de cultivos que utilizaban agroquímicos en su producción tenían un 30% más de problemas de salud vinculado con el cáncer y malformaciones. Es decir que la utilización de estos productos afecta la salud de las personas y al medioambiente por lo que es necesario nuevos elementos para los cultivos.
El surgimiento de tecnología alternativas al uso de agroquímicos viene en ascenso y a menudo se definen con el termino de control biológico. “Los bioinsumos agrícolas incluyen diferentes sustancias para controlar las especies invasivas y regular los procesos fisiológicos de los cultivos. Pueden mejorar el rendimiento y la calidad de las cosechas, además de reducir el uso de productos agroquímicos y contribuir a la conservación del suelo” lo define Matthieu Hubert Investigador Adjunto de Conicet sobre la temática de Políticas, anticipación y regulación de tecnologías emergentes quien indago sobre los bioinsumos de la Universidad de San Martin.
Estos nuevos elementos despiertan muchas expectativas en el ámbito agropecuario ya que por un lado pueden ser para la agricultura tradicional como una alternativa al uso de agroquímico en sus producciones y por el otro lado para el campo de la agricultura orgánica y la agroecología aparecen como una solución sobre la contaminación, ya que ofrece una alternativa para ofrecer productos más sanos y respetuosos de la naturaleza. Se establece un debate sobre el uso de la tecnología en la reducción del uso de agroquímicos. “Los bioinsumos abren también una reflexión sobre las soluciones técnicas que permitirán enfrentar cambios globales como el cambio climático, y sus impactos biológicos y ecológicos sobre los ecosistemas y la salud de los suelos” afirma Hubert.
El uso de insumos químicos como los fertilizantes y plaguicidas divide a la sociedad argentina ya que el uso de la ciencia y la tecnología sobre el sector agrícola a través de “dos paradigmas divergentes” por un lado un régimen entre biotecnologías e insumos químicos y por el otro lado, un régimen alternativo de conocimiento y practicas calificado de agroecológico que valora los procesos naturales y biológicos.
En la década del 50 y los 60 después de la Revolución Verde comenzó a despegar la difusión de insumos agroquímicos y luego se potencia entre la década del 90 y los 2000 con el auge de la agroindustria de la soja. Se produce lo que se llama una amplia difusión de cultivos transgénicos resistentes a los herbicidas a base del glifosato por lo que amplio el consumo de insumos químicos. A partir del uso en múltiples campos empezaron a surgir variadas problemáticas sociales vinculadas a la salud y a la contaminación del medio ambiente.
A partir de estos años Argentina se convirtió en la tercera productora de soja, por lo que se producía alrededor de 55 millones de toneladas de soja por lo que se necesitó más de 300 millones de litros de agroquímicos sobre los campos. Por esta razón, según agrupaciones ecologistas, 12 de los 40 millones de argentinos fueron afectados por las fumigaciones de los agroquímicos. Los campos utilizan semillas modificadas genéticamente que resisten a los agroquímicos que permiten así el uso intensivo de la tierra y evitan largos procesos que implican un mayor esfuerzo.
A finales de los 90 empieza a bordarse mediante políticas públicas la utilización de la fumigación de plaguicidas por la movilización de las personas que vivían próximas a las tierras que utilizaban estos químicos por las consecuencias que estaban viviendo en sus comunidades. Muchos municipios comenzaron a prohibir la fumigación en tierras cercanas a zonas residenciales y se comenzó a promover las buenas practicas de usos de insumos en las plantaciones, pero a pesar de la implementación de políticas públicas los usos no mermaron.
Así surgieron alternativa como son los bioinsumos que proporcionan un desarrollo a partir del biocontrol que se juntan para facilitar el desarrollo. “En Argentina, los primeros pasos a favor de los insumos de origen biológico también comenzaron a principios de 2010, liderados por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). El gobierno argentino lanza diversas iniciativas para promover los bioinsumos con un comité asesor dentro del Ministerio de agricultura como base organizativa. Este comité reúne a los principales protagonistas públicos y privados y formula recomendaciones con el fin de fomentar el desarrollo de estos productos” afirma Humbert.
En la actualidad los bioinsumos tiene un papel cada vez más importante en la agricultura convencional como complemento de fertilizantes y productos fitosanitarios. Los beneficios de su uso es que son potenciales en lo político, lo económico, los social e industrial. “El primero de esos actores es el Estado que, a través de varios programas, promueve la I+D, adapta su sistema de regulación e incentiva la adopción de bioinsumos por parte de los productores. Segundo, atrae al sector privado (pymes como empresas multinacionales de insumos) que ven una oportunidad para diversificar sus actividades. Tercero, interesa a la comunidad científica, en particular en el área de microbiología, que le considera como un frente de conocimiento y de colaboración con la industria. Cuarto, moviliza a actores del desarrollo rural, interesados en reforzar la autonomía de los pequeños productores y el apoyo a buenas prácticas agrícolas. Y quinto, interesa a productores preocupados por el impacto del uso de agroquímicos sobre la salud de los trabajadores del campo y de las poblaciones locales” analiza Humbert.