Alejandro Saravia

 

Como en un juego de espejos en la política argentina nada es lo que parece. Vamos a lo grueso: Ya lo dijo alguien, en estas circunstancias no se trata de optar entre lo malo conocido y lo bueno por conocer, se trata en verdad de hacerlo entre lo malo conocido y lo malo por conocer. Esa es la dramática alternativa que se nos presenta a los argentinos con vistas al próximo 19 de noviembre. Ya antes de la primera vuelta lo decía una señora copetuda de barrio Norte de la CABA según narra el episodio un periodista radiofónico: “…nos hacen elegir entre una tonta, un loco peligroso y un mentiroso irredento. No sé qué hacer…” Obviamente, el periodista le contestó que estaba en las mismas de ella.

Sobre eso discurriremos en la instancia definitoria que se nos presenta, superada ya la previa de la primera vuelta, tratando de aportar en lo posible una perspectiva quizás distinta en esta dramática circunstancia.

Hay que develar una paradoja: por fuera de lo que aparenta, el triunfo de Milei significaría la ultraexistencia, la sobrevivencia tanto de Cristina Fernández como de Mauricio Macri. No sería, entonces, un cambio sino la supervivencia de ese péndulo que nos mantiene en esta nebulosa. En el caso de la primera, Cristina Fernández, pasaría con un pie de playa en la provincia de Buenos Aires a encabezar la oposición, a lo que sumaría diputados y senadores nacionales propios; sería la otra cara necesaria de Mauricio Macri que con ese resultado entraría nuevamente al escenario principal de la vida política nacional encabezando una derecha dura. El problema no es ese mejor perfilamiento, la cuestión es la supervivencia de la grieta que nos sumerge en aquel empate hegemónico que señalaba Portantiero, que nos empantana en la impotencia. No sería entonces un cambio hacia el futuro, sería un desastroso retroceso hacia el pantano de la grieta.

A su vez, el triunfo de Massa, por el contrario, significaría el certificado de defunción de ambas caras de esa moneda. Es decir, Macri y Fernández de Kirchner, y ambos saben eso. Cristina Fernández sabe que el deseo último de Massa es sepultarla políticamente y asumir el liderazgo del peronismo, que en su maleabilidad pasaría de una supuesta izquierda trucha a vestirse de lo que en verdad representa Massa: una derecha vergonzante. Hasta lo de las naftas despierta sospechas: ¿quién maneja YPF, abastecedora de más de la mitad del combustible de nuestro país? ¿No es acaso territorio de Fernández de Kirchner y de la Cámpora? Lo de los Kirchner siempre fue demasiado parecido a aquel “Après moi le déluge”de Luis XV: después de mí el diluvio…Pues bien, en ese diluvio estamos. Tailhade, y los sótanos de la democracia que él representa, son eso.

La salida de Macri-Bullrich de Cambiemos y su nueva sociedad con Milei es buena noticia en la medida que aclara el campo desde el punto de vista ideológico. Con su salida de Juntos por el Cambio, éste queda con un matiz socialdemócrata más perfilado. Terreno en el que el radicalismo debería jugar un papel más definido y sin tantos complejos de inferioridad. Con cinco gobernadores de provincia, con innumerables intendentes, es hora de abandonar ya su actitud mediocre y subalterna.

Si Milei triunfa el 19 con la ayuda del macrismo y el diluvio que padecemos, ese divorcio en Juntos por el Cambio se consolida y muchos del Pro macrista quedarían definitivamente en ese campo. Si gana Massa, algunos quedarían en ese nuevo polo de derecha; otros volverían vencidos a la casita de los viejos a ejercer el mandato popular: ser la oposición institucional que en su ejercicio de control florecería principalmente en el Congreso.

Nos enfrentamos, entonces, a dos paradojas: el que se presenta como el cambio es, en realidad, una continuidad; el que aparece como eso, como continuidad, puede ser en verdad el cambio. La otra paradoja estaría dada por el eventual éxito de Milei: escuchaba los otros días decir en un reportaje a Juan Carlos Torre, respetado sociólogo, que alguien como Milei no calificaría por su falta de antecedentes, de experiencia, en caso de venir un “head hunter”, un cazador de talentos de alguna multinacional, porque no hizo nada antes, sin embargo estaría a punto de serle entregada las llaves de la Casa Rosada precisamente por eso, porque no hizo nada antes. Por haber sido un desconocido hasta que un golpe de suerte lo llevó desde un panel televisivo a la conducción de un país. Con el antecedente biográfico de un libro sobre su vida titulado “El loco”. Para él, obviamente, para Milei es el golpe de suerte; no se sabe si lo sería para el país. Para el que sería, claro está, un salto al vacío.