POR ALEJANDRO SARAVIA
Los argentinos no nos merecemos jueces de la Suprema Corte como Ariel Lijo a quien pretende designar el presidente Milei con acuerdo del Senado: Lijo, es un emblema de un poder judicial, el de Comodoro Py, prostituido por su vecindad con el poder político y por sus negocios personales usando el poder de la justicia que les fue confiado por la Constitución.
En esto que hoy comentamos se da la confluencia de cuatro grandes camanduleros y timadores: Ricardo Lorenzetti, Daniel Angelici, Mariano Cúneo Libarona y el propio juez federal Ariel Lijo, cuya postulación como juez de la Corte Suprema ya entró al Senado de la Nación. Dado los antecedentes de esos cuatro jinetes del apocalipsis, nada bueno puede salir de ellos.
Se pretende poner un juez del poder para que ese mismo poder pueda hacer o deshacer a su antojo. Paralelamente, cuando haya, cosa que se da seguido en nuestro país que de federal solo tiene el título, cuando haya, digo, un muy previsible avasallamiento del gobierno nacional sobre las provincias, como éstas, como sabemos, a lo primero que atinan es ir a la Corte de Justicia de la Nación como salvaguarda de sus derechos, paradójicamente, poniendo un juez del poder como Lijo, habrán de quedar sin este reaseguro ya que éste siempre va a responder al poder que lo puso y a su propia conveniencia personal. En guarango, eso es como escupir para arriba. Ya veremos qué hacen los senadores por la provincia de Salta. Y también otros senadores, a los que tendremos en la mira.
En efecto, hagamos para precisar lo dicho un poco de historia, pero de una historia relativamente reciente referida a lo que significa simbólicamente la justicia federal conocida como “la de Comodoro Py”, es decir, la situada en esa avenida de la Ciudad Autónoma, cercana a Retiro, donde está el centro de la justicia penal con competencia sobre los funcionarios nacionales que gobiernan a todo el país desde la ciudad de Buenos Aires.
Todo comienza con el prócer de Milei, es decir, Carlos Menem y los posterior y tristemente célebres jueces de la servilleta. En efecto, hasta la asunción del riojano como presidente, en la ciudad de Buenos Aires había sólo seis jueces federales con competencia penal. Eran jueces probos y bien conceptuados por su independencia, salvo alguna que otra excepción. Esa misma independencia hacía que para Menem no fuesen útiles. Para desplazarlos, el ejecutivo nacional, Menem, hace dos cosas: promueve a algunos para integrar los tribunales orales de reciente creación y, por otro lado, crea seis juzgados más. Es decir que los jueces federales de Comodoro Py durante el almuerzo de Domingo Cavallo con Carlos Corach, ministros ambos de Menem, eran doce. De ese almuerzo sale aquello de “jueces de la servilleta”.
Esos doce jueces federales de Comodoro Py fueron los que implementaron el sistema mediante el cual ningún funcionario público resultara condenado por usar el cajón del propio escritorio para resolver el entuerto. Salvo, claro está, dos excepciones que tienen alguna explicación: ambos fueron originariamente de la UCEDE de Álvaro Alsogaray, trasvasados al peronismo. Estoy hablando, claro está, de María Julia Alsogaray y del vice de Cristina, Amado Boudou, excepciones que sólo sirven para confirmar la regla.
Aquellos jueces de Comodoro Py se valían de manejar los tiempos de las causas que caían en sus respectivos juzgados por sorteos reales o por el llamado fórum shopping, forma de selección de juzgados de acuerdo a la fecha de la denuncia. Ese manejo de los tiempos era, y es, siempre redituable. Tanto lo era y es que en los poquísimos casos de defenestración de alguno de estos jueces de sus cargos, ese desplazamiento se debía a la presunción de enriquecimiento ilícito al no poder justificar con sus sueldos, siempre muy buenos, una vida demasiado rumbosa.
Quien capitaneaba y coordinaba a esos jueces era Rodolfo Canicoba Corral, gran sinvergüenza, hoy jubilado, y quien lo acompañaba en esa tarea era, precisamente, Ariel Lijo, ambos ahijados judiciales de quien fuera por 10 años presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, varias veces denunciado por la diputada Carrió. De las varias denuncias que pesaron sobre Lijo, hay una por enriquecimiento ilícito por un haras de caballos de carrera, La Generación, en provincia de Buenos Aires, que posee con su hermano, Fredy Lijo, operador judicial, claro está. En algunas causas en contra de Lijo, quien fue su abogado defensor fue, cuándo no, Mariano Cúneo Libarona, hoy ministro de Justicia.
Lorenzetti, juez de la Corte de Justicia y gran pillo, hizo migas con la hermana de Milei, Karina, que es la única que lo disciplina al “León” y a la cual el propio Milei llama “El Jefe”. Karina Milei es la que maneja el poder político en el gobierno nacional, tal como lo reconoció la propia vicepresidenta Victoria Villarruel, y quienes, ambas, Karina y Villarruel, convirtieron a Milei en “el pobre jamoncito”.
Los antecedentes biográficos de Karina nos muestran que ella, antes de manejar la política de este difícil país, hacía tortas caseras para vender y tiraba las cartas del tarot. Es obvio que, con estos antecedentes, esto no puede terminar bien.
Por ello, queridos amigos, para bien o para mal, esto continuará…