Volvió a robarse el show en el Concejo Deliberante. Esta vez, no por un proyecto brillante o una defensa apasionada del bien común, sino por su talento para la metáfora vulgar. En plena sesión, y con micrófono abierto, lanzó una joya para la posteridad parlamentaria:
“Amigos son los huevos y se golpean entre ellos”, dijo, con la seriedad de quien cree estar citando a Aristóteles, y cerró con un tibio “perdón la expresión”, como si eso resolviera el bochorno.
García, que parece confundirse entre banca y stand-up, ya tiene un historial de intervenciones más propias de un bar a las 2 AM que de un recinto legislativo. No olvidemos su autorreferencial “autohomenaje” en 2024 por su paso por Operación Triunfo —ese hito legislativo de la década— ni su memorable frase al edil López: “Si seguís hablando así, te bajo todos los dientes”, digna de un ring de box, no de una sesión deliberativa.
Pero claro, él insiste. Esta vez, indignado por lo que llama “tibieza” en la política local, nos regaló esa profunda reflexión anatómica que, seguramente, será estudiada en las escuelas de oratoria del futuro.
El problema no es solo la grosería. Es la naturalización del espectáculo berreta en lugar del debate serio. Es creer que ser ordinario es ser auténtico, y que el insulto reemplaza al argumento.
Mientras tanto, los vecinos esperan que el Concejo trate ordenanzas, no monólogos machistas de sobremesa. Y que García, algún día, entienda que ser concejal es un cargo público, no un casting para Gran Hermano versión legislativa.