En Galería de Arte A se congregó una manada de insectos en diferentes soportes. Hay variedad para colmar el gusto, escultura en papel, en metales, cuadros de diseño digital, acuarela, uso de recursos como ser: cartón, papel de repostería extraído de su uso ordinario, óleo, entre otros.  Vale resaltar la maestría en el uso de la técnica y, como bien lo notó la voz que hizo apertura de la muestra, amor por la minuciosidad y el detalle.  (May Rivainera)

Este Martes 10, se presentó la muestra del colectivo artístico 2.0, integrada únicamente por varones. En un mundo convulsionado, si no ya por guerras armadas, sí por incertidumbres varias; alguna vislumbre de orden hace su aparición: las mujeres por un lado y los hombres por otro.

Un díptico en cartón inspirado en la metamorfosis kafkiana, una cabeza de cucaracha con todos sus destellos de luz, sombra, caída de telas y conocimiento de anatomía. Vemos una lámpara diminuta, de bronce quizá, con el brillo exactamente en el lugar que corresponde a propósito de la iluminación de la escena. Algo de ironía, por qué no, en el autorretrato que éste Samsa está pintando con unas líneas más bien propias de un Miró. Por qué no, también, una versión de la perspectiva en la pintura Las Meninas de Velázquez, con la diferencia que aquí está develada la verdad de lo que expresa la mano del pintor kafkiano; vemos sobre el lienzo en segundo plano, una verdad legible. Visible. Constatable, como la prefiere la ciencia.

En línea temática a las pesadillas de Kafka, una cama tejida en tela de arañas. La señora asomándose por debajo de la cama, con todos sus ojos y no le falta ni un pelo. De escalofrío. Otras arañas, asomando ahora de una almohada, cual mariposa de su capullo.

En ejercicio de la perspectiva y el punto de fuga, una escena urbana. El paisaje moderno de ciudad grafiteada, un grafitero usando como superficie un insecto; allí el rostro de una mujer. De fondo un edificio, murales, la tapa de un vertedero, ¿de aguas servidas?

La bellísima escultura donde hormigas amazónicas devoran un libro de derecho.

La burla al capitalismo y sus riquezas, en un escarabajo o bicho bolita y su bola de caca, todo en un material tan accesible como papel. Parecido al arte oriental del origami, más occidental éste. Será porque aquí antes que mirar hacia el cielo y traer pájaros, andamos cabizbajos mirando el suelo; nada desdeñable visión de la mirada.

Cabezas de insecto como dioses, idealización de cómo nos convendría rendirle culto a la naturaleza en éstos tiempos en que el planeta arde.

El interés del Colectivo 2.0 no extraña las causas sociales. Es un grito desesperado por despertarnos a la conciencia de nuestras condiciones de existencia como seres humanos. Si bien la tierra nos debe el fruto, nos debemos a ella. ¿Serán ambientalistas? Sensibilizados por el panorama mundial actual, con el reciente incendio de las selvas ubicadas en Brasil pero patrimonio de la humanidad por su papel fundamental en el futuro. Hay quienes han arriesgado la hipótesis sobre la próxima guerra mundial, esperan que sea por el recurso vital más preciado: el agua. Nadie tiene sed cuando falta el aire, los árboles que se veían tapados por humo en satélites yanquis, funcionaban como contrapeso a los efectos nocivos del calentamiento global por contaminación.

Y si de generar conciencia se trata, no faltó el artista que retrató nuestra relación de culto a su santidad la mosca. La mosca, la guita, pero no cualquiera: el dólar. En sus altares hay claveles y velas como ofrenda. El  soporte de esta obra son materiales de chuchería, dignificados en manos que hicieron de la utilería, objetos que serán pagados al precio de la idea; arte moderno. Una cita a La Fuente del maestro Marcel Duchamp. Muy coherente con el espíritu del colectivo, si es posible imaginar que sólo ellos usan urinario. Homenaje a Duchamp aunque idea original de Elsa von Freytag, según datos recientes.

De modo que las preocupaciones por problemáticas de público interés no faltan en estas producciones de arte comprometido. Pero, ¿comprometido con qué? Hay al menos dos maneras de pensar la obra de arte, por un lado hay quienes estiman que el arte no tiene por qué transmitir mensaje alguno (como lo teorizó Susan Sotang, por ejemplo) y están los que esperan que el arte sea comprometido y aspire a cambiar modelos de sociedad o formas de relacionarnos, con las que el artista esté en desacuerdo por motivaciones éticas; esto último es lo que se ha llegado a difundir como arte político (y su representante en la historia lleva el nombre de Jean-Paul Sartre).

Es necesario decir que, para la segunda perspectiva, no toda causa social es deseable. Como ejemplo, tómese la causa social de los militares en Argentina, año 1976. Aunque nunca llamaran a su forma de gobierno Arte, como movimiento tenían una causa y era social en el sentido que sus acciones estaban animadas por una idea de qué sociedad querían. La sociedad que querían era una sin guerrilleros, sin comunistas dejando bombas en edificios estatales en nombre de la revolución; lo solucionaron secuestrando a quienes sospechaban subversivo o criminal que atentaba contra el régimen dictatorial que los milicos querían imponer, luego los hacían pasar por un circuito ilegal de atentados físicos y psicológicos diseñados con las mejores técnicas de tortura. Nada deseable, por supuesto. No es que los 2.0 torturen a alguien con su arte, lo que pasa es que luchar por una causa no garantiza lo políticamente constructivo.

No en el contexto local, nacional e histórico. Una señora durante la inauguración decía, me parece bien que reivindiquen lo masculino. Objeción uno, es posible que ese no haya sido el mensaje que querían transmitir, sin embargo es lo que han puesto en escena. Más allá de la urgencia, con lo que en absoluto disiento, de ponernos de acuerdo en que hay que revisar nuestros hábitos cotidianos de cuidado del planeta que habrá que dejar a la descendencia de cada quién; el modo en que ha sido organizada la acción para compartir la creación de belleza con la comunidad (¡gracias!), deja qué decir.

Decir, repetir en realidad, si la Salta que queremos necesita una reivindicación de los hombres. Recuerdo haber visto marchar dos cuadras de mujeres e identidades disidentes en ocho de marzo de 2019, junto a tres cuadras más pero con banderas de organizaciones políticas, y mujeres/identidades disidentes haciendo cadenas humanas para cortar el tránsito. ¿Por qué traer a colación las cadenas humanas? Porque en una sociedad solidaria, ese cuidado lo prevé personal del Ministerio de Seguridad de la provincia.

Me permito suponer que, del mismo modo en que les marchantes se han visto en libertad de poder pedir la marcha sin hombres, los hombres se han visto en la libertad de organizarse también. Aclaro que no debe esto entenderse como pedido de cupo obligatorio, esto es, que por ley se decrete obligatoriedad de participación de mujeres u otres identidades (como ya se ha pedido en el ámbito de músicos). Más bien espero dejar muy clara la siguiente precisión de información: de ninguna manera el hecho que los hombres se organicen se asemeja a las razones por las cuales mujeres y otres se organizan en un movimiento masivo. Haya sido que estuvieron inspirados o no en el movimiento de mujeres y colectivo LGBTIQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, T: Travestis – Transexuales – Transgénero, intersexuales, Queers).

No son realidades comparables. Son problemáticas disimiles desde cualquier punto de vista.

Ahora bien, es muy posible que esta formación del Colectivo de género 2.0 sea efecto de algún sentimiento que no sólo ellos conozcan. Podría estar pasando que el pedido de no hombres en las marchas o el afamado lema muerte al macho, estén siendo recibidos con una cuota de agresión. No se puede negar que, sintiéndose uno como formando parte del grupo macho, entienda ese muerte al macho como una agresión y eso genere algo de reacción.

Como dice el antiquísimo proverbio de la abuela: quien nada debe, nada teme. ¿Por qué yo me haría cargo de un poncho que no me cabe?  La otra opción es osar pedirle a las mujeres y al colectivo LGBTIQ que replanteen sus formas de pedir las cosas o de decirlas y, así, siga siendo esa mayoría la que ceda en favor de la armonía social y la civilización; ¡tal como siempre ha sido, es decir, lo que no se tolera más!

Otra opción, pedirle a los hombres que no se organicen como ellas y elles, porque la fraternidad ya fracasó y ahora es el turno de la sororidad. Pero eso sería pedir que no hagan uso de su libertad de organizarse como colectivo de hombres en respuesta a un movimiento que viene haciéndose escuchar, al punto de procrear reaccionarios.